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Arrastradas a la calle, las mujeres corren, escapan, se meten por las callejuelas, desaparecen. Los soldados de caballería tratan de mantenerlas acorraladas, no es fácil. Las persecuciones se extienden por toda la zona.

Los clientes de los bares, con el alemán Hansen al frente, tiran botellas vacías a las patas de los caballos, protestan contra la violencia de la policía. El poeta Telmo Serra ocupa el micrófono de la radio Gremio de Bahia y pronuncia la palabra vandalismo.

¡La zona arde! —la frase de un locutor aumenta el pánico en la ciudad, pues muchos oyentes la entienden en un sentido literal y no metafórico y la noticia del incendio empieza a divulgarse. Las luces de los flashes de los fotógrafos iluminan las figuras de las muchachas, algunas aterrorizadas, otras enfurecidas. Cubierto de mierda y orina, apestando, el detective Dalmo (Coca) Garcia abandona la lid.