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Al caer la noche, la zona es un campo de batalla. Coches de la policía bajaron con los refuerzos pedidos por el comisario, las fuerzas de choque y los celulares bloquean estratégicamente las entradas de las calles, cuestas y callejones. Patrullas de la policía militar, a caballo, suben y bajan el Pelourinho, circulan por Maciel. La mayoría de los curiosos prefieren mantenerse en el Terreiro de Jesús a la espera de los acontecimientos. En el área cercada apenas unos pocos clientes remisos, discuten en las mesas de los bares y tragan cerveza.

No se divisa una sola mujer de la vida. Las que no están paseando, permanecen en el interior de las pensiones descansando. Enviados por el comisario Labão, los polis presentan un ultimátum a las sediciosas, tienen media hora para abrir las casas, asumiendo sus puestos habituales en las puertas, ventanas, salas de espera, al trotecito por las calles, o bien paradas en las esquinas. No hay respuesta.

Sólo los bares funcionan. Las residencias, pensiones, burdeles, están cerrados y a oscuras. Nada recuerda la animación habitual, no se oyen ni palabrotas ni risas, ni el murmullo de las invitaciones, ni las ofertas tentadoras al paso de los hombres, ni la exhibición de mujeres semidesnudas; sólo el resonar de las patas de los caballos sobre las piedras negras del pavimento. La Semana Santa que cae en la segunda quincena de septiembre, qué loco calendario.

Hasta el ciego Belarmino, con más de veinte años de puntualidad frente al concurrido burdel de Vavá, de donde sólo se aleja los días de las grandes ceremonias religiosas, se había retirado, cansado de esperar a los caritativos clientes, y se había ido a pedir a la escalinata de la Catedral. Para cada sitio tenía su repertorio:

Salve o menino Jesus

em seu berço de luz

e o Senhor São José

protetor de nossa fé

e a Santa Virgem Maria

com bondade e cortesia.[142]

En Maciel, enarbolando su revólver, el comisario Labão Oliveira da órdenes de marchar a la tropa de las buenas costumbres y de la moral. En el Pelourinho, con un minuto de atraso debido a la porquería de reloj que usaba, aprehendido a un contrabandista, Peixe Cação avanza seguido por policías y agentes.

—¡La batalla empezó! —proclama el locutor de radio Abaeté, donde está la noticia está Abaeté, en el agua y en el fuego, en la paz y en la guerra—. ¡La zona se convirtió en un pandemonio! —vibra en el micrófono la voz de Pinto Scott, la garganta de oro de Radio Gremio de Bahia.