Tan apresurado y conmovido con la noticia estaba el comisario que se había olvidado de su recomendación al jefe para que depositaran una docena de patadas en cada celestina antes de la sopa y del pan duro del mediodía y el atardecer. Si no fuera Peixe Cação siempre estricto en el cumplimiento del deber, las renegadas se librarían del tratamiento para adelgazar y educarse, tratamiento eficaz y gratuito.
De paso, despiertan al detective Dalmo (Coca) Garcia. Extrañado, el elegante escucha la noticia: en Itapoã ya se avistan los barcos de la escuadra americana, cargados de dólares marchan rumbo a Bahia. ¡Tres hurras para los marineros y los fusileros navales de la gran nación del norte, cuya presencia honra a la ciudad! Que encuentren en Bahia bellas mujeres, profesionales competentes y amables anfitrionas. De la salud de los invencibles guerreros cuidarán las fuerzas de la policía local, tan bien representada por nuestros tres héroes. Héroes también ellos, sí señor… Aprovechan la ocasión para hacer justicia a los locales, modestos pero infatigables defensores de la civilización occidental contra las hordas rojas y amarillas, la inmoralidad y la corrupción.
¿Cómo anda el sigiloso asunto de la marihuana, detective Dalmo, amigo Coca? En la víspera, Camões había faltado a lo prometido, dificultades imprevistas en la entrega de material. Tienen una cita para esa tarde. Que no falte. Si vuelve a faltar a la cita, si quiere escabullirse, a la cárcel con él por comerciar con drogas, se reabre el viejo proceso dejado de lado.
Vete a buscarlo inmediatamente, colega, socio, compañero, desentierra al individuo y la santa hierba, que no se encuentra tan pronto otra ocasión igual a ésta para ganar un dinerito fácil.