El jefe Hélio Cotias se despertó temprano y mantuvo una larga conversación telefónica con el tío de su esposa. Le informó, victorioso y ufano, que el traslado estaba prácticamente hecho, los muebles ya se encontraban en la Ladeira do Bacalhau, las casas de Barroquinha están cerradas, se había librado una batalla, hubo que actuar con mano de hierro. Mezquino, el pariente le contesta que no encuentra ningún motivo de gloria en eso. Mejor hubiera sido que las mujeres se mudaran tranquilamente, sin escándalo, sin noticias en los periódicos, ni entrevistas fastidiosas. Sin hablar de la fotografía del camión de la policía cargando los muebles y de la crónica que sacó el tal Jehová. Viejo roñoso, nunca está contento.
En las páginas dedicadas a los sucesos, los periódicos, destacaron como es debido los sucesos de Barroquinha: VIOLENTO CONFLICTO EN EL MUNDO DE LA PROSTITUCIÓN - EL TRASLADO DE LA ZONA EMPEZÓ A HACERSE CON DESORDEN - CAMIONES DE LA POLICÍA TRASLADAN A LAS RAMERAS A BACALHAU, fueron algunos de los títulos y subtítulos de las crónicas, una ilustrada con la fotografía del camión policial cargado con los muebles retirados de los burdeles. Del desorden no había ninguna foto, porque sólo un fotógrafo, el barbudo Rina, había aparecido durante la pelea a tiempo de documentar el heroísmo de los policías en lucha con las mujeres, golpeando con las porras, los revólveres en la mano. Pero le quitaron la máquina, le destruyeron la película y casi lo llevan preso. Los beneméritos guardianes del orden y la moral son de naturaleza modesta, no quieren que salgan instantáneas sobre sus nobles actos de coraje y devoción por la causa pública, prefieren fotos simples, en pose, tomadas en la Comisaría.
Fotos como la del jefe Cotias, sonriente, ilustrando la breve entrevista concedida colectivamente a los periodistas acreditados ante la Brigada especializada: «Estamos limpiando el centro de la ciudad de la llaga de las prostitutas, volviendo realidad una patriótica campaña periodística. Comenzamos por Barroquinha, proseguimos inflexiblemente, no quedará un solo burdel en la actual zona de la prostitución».
Declaración de alto valor moral y cívico, sin duda, digna de elogios y aplausos. Con todo, la inflexibilidad y vastedad de la campaña sólo se ha iniciado; contribuye enormemente a reforzarla el apoyo brindado por los dueños de locales al traslado de los burdeles cerrados.
Además, no todas eran simpatías para el gentleman de la policía entre los profesionales de la prensa. El cronista Jehová de Carvalho, favorable a la causa de las mujeres, poco afecto a la policía, condenó con crudeza y malicia, en su popular columna, la violencia de la acción policial. Irónico, preguntaba al final de la crónica: «si el traslado del mujerío de Barroquinha a la Ladeira do Bacalhau tiene que ver con la alardeada utilización turística de esa vasta área, cuyo destino era ser el paraíso de los turistas de la ciudad, según se anunció públicamente». Con más claridad no podía expresarse el poeta Jehová; los periódicos, lo sabemos todos, viven de materiales pagados y no de la venta callejera.
Mirando la pose varonil del jefe en la foto del matutino, Carmen, su esposa, née Sardinha e Sardinha, con su áspero carácter comentó despectivamente:
—¿Qué macho, eh? El rey de las putas castigando a sus súbditas. La policía te está haciendo bien, mi pequeño Hélio, te estás volviendo hombre.
De cualquier manera, a pesar de detalles tan desagradables, el jefe recibió satisfacciones por su actuación. Después de leer los periódicos, Bada fue al teléfono conmovida. ¡Mi héroe! ¿Corriste peligro? ¿Me lo vas a contar esta tarde? En el lugar acordado, a las cuatro. ¡Mi Bonaparte!