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Por primera vez en muchos años no se oye a esa hora la densa respiración de los sexos, moliendas del trabajo del placer. En el insólito silencio, Greta Garbo, indeciso, se come las uñas, ¿debe adherirse o no?

En el cuarto de Vavá, el padre Natividade prepara las cartas para el juego. Recostado en la pared, Amadeu Mestre Jegue. El inválido trata de definir la compleja situación:

—Lo mandé llamar, padre mío, porque las cosas están muy feas y quiero que me aconseje.

Alrededor del cuello de Vavá un collar de cuentas negras y coloradas, las cuentas del compadre Exu. Necesita que le aclaren unas dudas, nunca se encontró tan necesitado de ayuda. ¿Si la policía quiere trasladar a las mujeres de Maciel para el Pilar, y así arruinarlo, debe obedecer, como siempre hizo, o debe oír el consejo de la muchacha y negarse? ¿Debe recoger a las muchachas de Barroquinha? ¿Debe admitir que el detective le traiga marihuana para guardarla allí mismo, en su cuarto? ¿Vale la pena decir que sí o se corre peligro? Y encima de todo eso, ahora esa locura de cerrarse, de no querer trabajar, ¿qué me dice de eso, compadre Exu? ¿Cómo le parece que debo actuar? Estoy perdido, no sé qué hacer.

Finalmente, necesito que me hable de la muchacha, si es recta o falsa, si puedo confiar en ella o es capaz de engañarme y traicionarme. Ya alimenté serpientes en mi pecho Cándido, así que si es mala le pido que me aparte de ella. Pero si es tan sincera como hermosa, ay, soy el hombre más feliz de la tierra.

El padre Natividade agita el adjá y canta en voz baja:

Bará ô bêbê

Tiriri lonan

Desde el altar Exu Tiriri responde alegremente:

Exu Tiriri

Bará ô bêbê

Tiriri lonan

Salgan todos del camino que Exu va a pasar. Al contrario de Ogum Peixe Marinho, Exu Tiriri es salidor y ruidoso, amigo del movimiento, de pillerías, promotor de líos y desórdenes.

Las cartas ruedan de las manos del padre Natividade y hablan. Aquí no quiero drogas de ninguna especie, sólo cachaça y comida. En la mano del babalorixá, las cartas siguen respondiendo.

Quiero ver todos los burdeles cerrados, ni uno sólo abierto, los hombres con el instrumento preparado sin tener donde descargarlo. Si hay lío y corre sangre, no tiene importancia, de Maciel nadie se muda porque Exu no quiere. Ni aquí ni en parte ninguna, porque, si cierran todos los burdeles, la policía va a dejar de perseguir al pueblo. Quien ordenó el cierre de los burdeles fui yo, Exu, y nadie más.

El pai-de-santo lee en las cartas la sentencia fatal, ay, de la mujer que reciba a un hombre antes de que llegue el aleluya de Barroquinha. Ay, de la dueña de pensión, de burdel o de residencia que deje la puerta abierta y pretenda violar el cierre decretado por Exu.

La muchacha quedará podrida, enferma, comida de sífilis, ciega, paralítica, leprosa. La celestina morirá antes de completar un mes más de vida, de muerte horrible, llena de dolores.

¿Y de la muchacha, qué me dice? Para pronunciar el nombre de Tereza lávese la boca antes. No hay persona más correcta, ni aquí ni en parte ninguna. Pero desista de sus pretensiones, no es fruto para usted. Lleva en el pecho un puñal clavado, los ojos perdidos en el mar.

—¿Enferma del mal de amor? —pregunta Vavá.

—Mal de amor, mortal enfermedad.

—El mal de amor tiene cura… —Nadie vivió tanto como Vavá, el tiempo en los burdeles se triplica.

Para que todo se cumpla, Exu pide doce gallos negros y un macho cabrío. Después ordena que todos se salgan de su camino pues va a marcharse:

Bará ô bêbê

Tiriri lonan

Recuerdos para la muchacha estoy mandando, le sigo los pasos, ay de la que no cierre el burdel. Sobre el tridente, remató: ¡ay, de ella!