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Contempla a la hermosa y apenas puede contener las palabras de amor. Se enamora de golpe pero el camino hasta la cama es lento. A Vavá le gusta avanzar delicadamente, gustando de cada instante, de cada palabra, de cada gesto. Tiene un corazón tímido y romántico. En este caso, sin embargo, con el amor se mezclan otros intereses. Vavá no pretende demostrar sus sentimientos antes de oír a Exu. Aunque los ojos lo traicionan, se derraman ardientes sobre la muchacha. El padre Natividade no puede tardar. Mestre Jegue fue a buscarlo con un taxi.

—Ten paciencia, espera un poco, yo no tengo la culpa. Sé que estuviste en Barroquinha en el momento del lío. ¿Qué fuiste a hacer? ¿Por qué te arriesgas?

—Llegué demasiado tarde, debía haber estado allá desde el principio. ¿Acaso no fui yo quien les dijo que no se debían mudar?

—No tienes juicio. Pero me gusta la gente así, sin juicio.

—Hay veinte mujeres presas, por lo menos, entre las dueñas de las pensiones y las muchachas.

—A estas horas deben de estar recibiendo. Eso es lo que tú querías.

—¿Era mejor bajar la cabeza y mudarse, irse a vivir a aquella inmundicia? ¿Eh, te parece? La policía no puede tenerlas presas toda la vida.

Desde los corredores llega un ruido inesperado, como de confuso tropel. Pasos, palabras, risas, varias personas bajando las escaleras al mismo tiempo apresuradamente. Vavá presta atención, ¿qué pasa? El ruido se hace más fuerte, tanto en el piso de arriba como en el primero. Aparece Greta Garbo excitadísimo:

—Vavá, las mujeres se van, dejan a los hombres en la cama a medio hacer. Dicen que hoy cierran, dicen que es por lo de Barroquinha, no sé qué les dio… —tiene la voz quebrada, los gestos nerviosos.

Los ojos de Vavá, pesados de desconfianza, van de Greta Garbo a Tereza, en todas partes advierte traición y falsedad:

—Quédate ahí, ya vuelvo.

Rápido se dirige en la silla de ruedas hasta la sala de espera, acompañado por Greta Garbo.

—¿Qué diablos pasa? ¿A dónde vais?

Algunas se detienen a explicarle, cerraron el burdel, sólo lo abrirán cuando las mujeres de Barroquinha vuelvan a sus casas.

—¿Estáis locas? Volved, que hay clientes esperando.

Nadie le obedece, allá se van por la escalera, semejantes a una bandada de estudiantes que abandonan las aulas. Vavá vuelve a su cuarto. Greta Garbo le pregunta:

—¡Vavá! ¿Y yo qué hago? ¿También tengo que cerrar mi puerta? ¿Qué hago?

—¡Sal de aquí!

En el cuarto, con ojos malignos, observa a Tereza y explota:

—Todo esto salió de tu cabeza, ¿no? ¡Tú inventaste este carnaval! —la apunta con su dedo enorme, amenazador.

—¿Qué? ¿De qué carnaval me estás hablando?

La expresión de sorpresa, los ojos limpios y francos, la cara perpleja de Tereza reafirman la convicción de Vavá. ¿Será tan falsa e hipócrita que hace como que no sabe nada del asunto? Exaltado, le cuenta las locuras de las mujeres, que cierran el burdel. La cara de Tereza se ilumina a medida que Vavá habla. Ni lo deja terminar, se pone de pie:

—Después vengo a saber tu respuesta.

Y sale disparada hacia la calle.