En la panadería, Tereza le explica a Almério los precedentes de la invasión de Barroquinha por las fuerzas de la Brigada de Juegos y Costumbres. El comerciante había leído algo en los periódicos, protestas contra la concentración de la prostitución en el centro. En su opinión, Tereza no debe volver al Flor de Loto esa noche. Está observada por la policía, ¿no se dio cuenta de la rabia de Peixe Cação? Lo mejor es que duerma en la habitación de Zeques, porque en casa de doña Fina no está libre de un abuso de la policía, es gente capaz de todo. Pero Tereza rechaza la oferta. Después de espiar al chiquillo dormido en su cama nueva, se despide.
—Déjame por lo menos que te acompañe hasta tu casa.
Ni siquiera eso, pues ella todavía no va a acostarse. Antes debe ir a buscar la respuesta de Vavá. Es la hora, las doce y cuarto. Si nadie se muda, Almério, la policía no podrá hacer nada. ¿Imaginas la cara de esos tipos acostumbrados a mandar? Almério no participa del entusiasmo de Tereza. Por qué te metes en eso, no es asunto tuyo, ya tienes suficientes motivos de preocupación, ¿para qué buscar más? ¿Quién sabe si en la pelea espera olvidar otras tristezas, el barco Balboa, el gitano del Pacífico, ese Janu de su amor, el perdido marinero?
—Entonces te voy a llevar hasta la casa de Vavá.
Cuando Almério, delante del burdel, le ofrece su mano a Tereza para ayudarla a bajar del taxi, un grupo de mujeres grita algo incomprensible:
—¡Burdel cerrado! ¡Burdel cerrado!
Tereza sube las escaleras:
—Muchas gracias, Almério, hasta mañana.
Pero Almério no se marcha, le pide al taxi que espere. Las mujeres se acercan, una lleva un candado prendido sobre el vestido, parece loca. El chófer les pregunta el significado de eso. Las mujeres de la zona decidieron no trabajar, eso es todo.
El chófer mueve la cabeza, se ve cada cosa, cada extravagancia. ¿Cómo les da por festejar Semana Santa un fin de año? Banda de borrachas.