Reina de Angola, poderosa en la tierra y en el cielo, en las aguas también, madre Mariazinha acogió calurosamente a la devota Paulina de Souza, recibida en el primer barco puesto a navegar en el candomblé de Agua dos Meninos por la venerable cuidadora de los inkices, en aquel entonces todavía no confirmada en el manejo de la navaja. Es noche avanzada, pero mãe-de-santo no tiene horario para comer ni para dormir ni para descansar, no se pertenece. Paulina saludó a los santos con las palmas rituales, besó el suelo, recibió la bendición y abrió su corazón. Asunto serio, madre. El traslado significa la ruina y debo entregar a los polis los ahorros amasados con sudor y sangre.
El retraimiento es atributo de Ogum Peixe Marinho. Incluso en el terreiro sólo desciende para bailar con el pueblo una vez por año, en el mes de octubre; el resto del tiempo vive metido en las profundidades del mar. Pues, vean, consideró tan importante la consulta de la hija afligida que, abandonando sus hábitos, en lugar de responder en las cartas, vino en persona con escamas relucientes y corales. El viento sacude a la madre Mariazinha haciéndola estremecer. Ogum Peixe Marinho monta su caballo.
Amistosamente abraza a la hija Paulina, generosa, ella contribuye al brillo de las fiestas del templo y es de las primeras en llegar para las fiestas de octubre. Le pasa la mano por el cuerpo, desde la cabeza hasta los pies, la libra del mal de ojo y de las contrariedades. En seguida, con voz de marea, califica al asunto de enredado, con algunos nudos y mucha confusión, pero, si lo lleva bien, presentará resultado favorable. Quien nada arriesga nada consigue. Para ser todavía más claro, agrega: el que quiere va y el que no, manda ir, pierde dinero y tiempo.
¿Y la muchacha Tereza, merece confianza? Fue categórico: absoluta. Es guerrera, hija de Yansã, por detrás de ella Ogum Peixe Marinho avista a un viejo de bastón y barbas blancas, el mismo Lemba di Lê, llamado Oxalá por los nagós.
Un golpe de viento y el ser encantado desaparece; la madre Mariazinha se estremece y abre los ojos. Paulina le besa las manos. A lo lejos, hacia la ribera, resuenan los atabales.