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Hay gente que no cree en los milagros, no seré yo. Hágame caso o no, como usted prefiera, como mejor le parezca. Usted viene con un montón de preguntas, una peor que la otra; la gente que sabe hablar es un baúl de experiencias, lía al pueblo, le saca confesiones y testimonios. Conocí a un comisario igualito, no gritaba, ni pegaba, ningún preso recibió una paliza de él, hablaba suave, dígame, cuénteme, hágame el favor, los hacía madurar. Usted no es de la policía, ya lo sé, señor, no quiero ofenderlo, no me tome a mal la comparación, pero pregunta tanto por Tereza Batista que uno se queda con la mosca en la oreja, donde hay cenizas hubo fuego, quien pregunta es porque quiere saber, ¿y cuál es el motivo de su preocupación? ¿Para cuando vuelva a su tierra, pasar las noticias, contar estas cosas en corro de amigos, en los muelles? Pues sepa que sólo aquí, en la feria, usted puede conocer más de treinta pliegos que cuentan pasajes de la vida de Tereza Batista, todo con la cadencia del verso y con rima. Cada uno vale trescientos reis, no es mucho, es barato, en este mundo rastrero, usted sólo encuentra al alcance del pueblo la poesía de la vida. A cambio de nada usted conoce el valor de Tereza.

Sobre lo que le contaron y garantizaron, le adelanto que hubo milagro. ¿Acaso no está el país poblado de santos y de milagreros? Si no, ¿qué sería de la gente?, el padre Cicero Romão, la Beata Melãnia de Pernambuco, la Beata Afonsina Donzela, el santo leproso de las barrancas de Propia, llamado Arlindo das Chagas, el Senhor Bom Jesus da Lapa, que también es beato y cura cualquier enfermedad. Si no fuera por ellos que acaban con las sequías, con las pestes, con las crecidas del río, que protegen del hambre, que ayudan a los cangaceiros en la caatinga[97] a vengarse de tantas desgracias, ¿eh?, si no fuera por ellos, dígame señor, dígame, caballero, ¿qué sería de la gente? ¿Va a esperar que la ayude un doctor, un coronel, uno del gobierno? Ay de nosotros si dependiéramos del gobierno, de los poderosos, de los lores, se acababa el sertón entre el hambre y la enfermedad. Si el pueblo todavía vive es de puro milagro.

Dicen que el ángel Gabriel fue testigo de que Tereza, niña deshonrada, estafada, humillada, inocente, sangrada, hizo el milagro, pero no se asombre si en el caso se encuentra también con la Beata Afonsina Donzela, a la que desfloraron dieciocho jagunços de una sentada; el último fue Berilo Lima, que tenía el instrumento tan horrible que lo llamaban Berilo Pau-de-Cancela, y bueno, ese Berilo se murió una hora después de un dolor en las entrañas, y la Beata, después que se la pasaron tantos, quedó tan perfecta y virgen como antes. Haya sido el ángel o la beata, o los dos juntos para hacer el milagro, la cosa es que todo el mundo sabe que Tereza Batista cuando cambia de hombre queda otra vez doncella, virgen con himen nuevo, y eso le trajo una gran fama y provecho.

Es un milagro muy apreciado, señor interrogador, que le cantó el ciego Simão das Laranjeiras por los caminos de Sergipe:

Foi un milagre maneiro

singelo e verdadeiro

com Tereza sucedido

só a ela concedido

de noite descabaçada

de dia virgem tampada.

Quem me dera assucedesse

con minha velha um desses.[98]

Hay gente que no cree en los milagros, no seré yo.