Dan la besó en los ojos, en la boca, la mano derecha buscaba sus caderas, la mano izquierda peinaba los cabellos de Tereza. Habían pasado cuatro días desde el primer beso, pero Tereza todavía lo llevaba íntegro en sus labios cuando recibió el segundo. La voz caliente le encendió una hoguera en el pecho:
—Mañana es la noche de San Juan —dijo Daniel—, el capitán me contó que va a ir a una fiesta que dura toda la noche, hasta el día siguiente…
—Ya sé, va todos los años, es en el campo de don Mundinho Alicate.
—Entonces, mañana a las nueve en el portón del fondo, a las nueve en punto. Va a ser nuestra fiesta de San Juan.
Otra vez la boca y el beso. Tereza tocó suavemente, con miedo, los rizos de Dan, agradable algodón. Mañana es nuestra fiesta, sin falta.