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Pelear con mortal, perdóneme usted, si me permite decirlo, eso no es difícil, tengo visto más de una pelea para chuparse los dedos. Al negro Pascoal do Sossego, por ejemplo, haciendo frente a un pelotón de soldados: maestro de la capoeira angolana, fue un espectáculo.

Cargando armas, ahí entonces la cosa se pone más fácil. Con un revólver en la mano cualquier cristiano es valiente, se terminó la raza de los cobardes. Le meto un tiro a cualquiera, y en seguida me promueven a jefe de cangaceiros o teniente de policía. ¿No le parece, señor?

Lo que a mí me gustaría ver para creer es a un tío con pelotas para enfrentarse a un fantasma, sí señor, a un alma del otro mundo, que ande vagando en la oscuridad de los matorrales, de noche, echando fuego por las narices, por los ojos, con garras que chorrean sangre. ¿Una aparición para meter miedo, no? ¿Usted sabe cuál es la medida de los dientes de los hombres-lobo? ¿Y de las uñas? Son navajas afiladas, cortan de lejos.

Una vez yo iba cortando camino por el matorral, y en la encrucijada de la medianoche escuché el galope de la Mula-Sem-Cabeça, No le voy a mentir, ni a charlatanear, sólo de vislumbrar al bicho, sin cabeza, todo de fuego, perdí el ánimo, me puse a gritar. Por suerte apareció mi padrino, el padre Cicero, que me libró del mal, amén. A él le debo la vida y al escapulario invencible que llevo siempre colgado al cuello. La maligna me pasó a trescientos metros, no quedó nada alrededor, todo quemado, el pasto y los árboles, la mandioca y la caña. Escúcheme, señor, a veces basta nombrar las apariciones para que muchos machos pierdan la hombría.

Con ánimo para enfrentarse con fantasmas solamente conocí a Tereza Batista, y con esto respondo a su pregunta sobre si la moza se merecía esa fama de valiente. Se enfrentó y los combatió y, si usted duda de mi palabra, puede preguntar a los presentes. No se escapó ni pidió perdón, y, si pidió socorro, en la hora fatal nadie fue a ayudarla, se encontró sola, nunca hubo una mujer más sola, más abandonada de Dios y de los hombres. Así fue como se selló su cuerpo, Tereza Corpo Fechado, sellado, intocable para bala, puñal y veneno de cobra.

No le digo más para no mentir porque he oído contar este caso verdadero con muchas variaciones; cada uno desenrolla la madeja a su gusto, pone y saca, cambia cosas, agrega adornos a su placer. Un trovador alagoano[74], asombrado por una hazaña tan grande y con la intención de darle una explicación al fenómeno, dijo que, siendo muy niña, Tereza vendió su alma al diablo y mucha gente cree eso. Otro trovador de nombre y fama, Luiz da Câmara Cascudo, ante tanta atrocidad y soledad, puso una flor en la mano de Tereza, una flor que rima con dolor y que también rima con amor.

Cada uno lo cuenta según su manera de contar pero en lo principal todos están de acuerdo: por allí nunca más apareció un alma en pena, que con las penas de la vida basta y sobra.

Todo puede ser, yo no digo nada, no me asombro, no tomo partido, porque yo no soy de aquí, vine de fuera. Pero vea, señor, la Tereza que yo conocí, y de ella sí que puedo dar testimonio, se apodaba Tereza da Lua Nova[75], era del color y de la naturaleza de la miel, cantaba modinhas[76], lo más discreta y calmosa, tierna y mimosa.