PRÓLOGO

Ya había jugado otras veces al mismo juego y pensaba que la espera resultaría aburrida. Pero se llevó la agradable sorpresa de comprobar que era de lo más emocionante.

Había subido a bordo el día anterior, en Perth, Australia, y pensaba navegar hasta Kobe; pero como la había descubierto enseguida, no serían necesarios tantos puertos. La vio sentada a una mesa junto al ventanal, en el comedor acristalado del transatlántico, un espacio discreto y elegante, típico del Gabrielle. El crucero de lujo tenía el tamaño perfecto para sus propósitos; de hecho, siempre viajaba en barcos pequeños y escogía una parte conveniente del recorrido.

Era cuidadoso por naturaleza, aunque en realidad resultaría improbable que lo reconocieran antiguos compañeros de viaje. Tenía un gran dominio para modificar su apariencia, talento que había descubierto en el teatro de aficionados de su época de estudiante.

Mientras examinaba a Regina Clausen pensó que no le iría mal aprender a maquillarse. Era una de esas cuarentonas que, de saber vestirse y presentarse, suelen ser bastante atractivas. Llevaba un traje de noche azul claro, muy caro, que le habría quedado estupendamente a una rubia, pero a ella, con ese cutis tan claro, no la favorecía en absoluto y la hacía parecer marchita y pálida. El cabello castaño claro, natural y favorecedor si no hubiera llevado un peinado tan rígido, la avejentaba y le daba un aire antiguo, como de matrona de suburbio de los años cincuenta.

Por supuesto que él sabía quién era. La había visto en acción en la reunión de accionistas hacía sólo unos meses. También la había observado desempeñarse en la CNBC como analista financiera. En ambas ocasiones se había mostrado muy firme y segura de sí misma.

Por eso, cuando la vio sentada sola y nostálgica a esa mesa, y más tarde, cuando presenció su turbación y su placer casi infantil cuando uno de los pasajeros la sacó a bailar, supo de inmediato que iba a ser una presa fácil.

Levantó la copa y, con un gesto apenas perceptible, le ofreció un brindis: Tus plegarias han sido atendidas, Regina. A partir de ahora serás por siempre mía, le prometió en silencio.