Pamela Hastings estaba en la sala de espera de la unidad de cuidados intensivos del hospital Lenox Hill, tratando de consolar a un sollozante Justin Wells.
—Creí que la había perdido —dijo con la voz quebrada por la emoción—. Creí que la había perdido…
—Carolyn es una luchadora, se salvará —dijo Pamela para tranquilizarlo—. Justin, un tal doctor Donald Richards ha llamado al hospital para preguntar por Carolyn y por ti. Dejó su número. ¿Es el psiquiatra al que acudiste durante una temporada cuando Carolyn y tú tuvisteis problemas?
—El psiquiatra al que se suponía que debía acudir —dijo Wells—. Sólo lo vi una vez.
—Dejó recado de que estaría encantado de ayudar en lo que fuera. —Hizo una pausa, preocupada por cómo reaccionaría ante lo que se disponía a decirle—. Justin, ¿puedo telefonearlo? Creo que necesitas desahogarte con alguien.
Notó que el cuerpo se le tensaba.
—Pam, sigues pensando que yo le hice esto a Carolyn, ¿verdad?
—No, en absoluto —replicó—. Te voy a hablar con franqueza. Creo que Carolyn se salvará, pero también sé que todavía no está fuera de peligro. Si no lo consigue, y Dios no lo quiera, vas a necesitar tanta ayuda como puedas conseguir. Por favor, deja que lo llame.
Justin asintió.
—De acuerdo.
Pamela regresó sonriente a la sala de espera unos minutos después.
—Viene hacia aquí, Justin —dijo—. Me ha parecido muy amable. Por favor, deja que te ayude.