A las cuatro, Carolyn Wells caminaba por la calle Ochenta y uno hacia la oficina de correos con un sobre marrón dirigido a Susan Chandler. La duda y la vacilación habían dado paso a una sensación de necesidad urgente de deshacerse del anillo y la foto del supuesto Owen Adams. A pesar de todo, a la una y media, cuando la llamó su marido Justin, había desaparecido la mínima tentación de asistir a la cita con Susan Chandler.
—Qué curioso, cariño —le dijo éste con tono irónico—, pero Bárbara, la recepcionista, esta mañana escuchó por radio un programa al que la gente llama para pedir consejos o algo así, Pregúntale a la doctora Susan. En fin, dice que llamó una tal Karen, cuya voz se parecía mucho a la tuya, para explicar que había conocido a un hombre en un crucero hace dos años. ¿Hay algo que no me hayas dicho? —El tono jocoso desapareció de repente—. Carolyn, respóndeme, ¿hay algo que deba saber sobre ese crucero?
Carolyn sintió que se le humedecían las palmas. Percibía el tono inquisitivo, la desconfianza que se transformaría en cólera. Se rió y lo tranquilizó diciéndole que ella no tenía tiempo para escuchar la radio durante el día. Pero teniendo en cuenta los antecedentes de celos casi obsesivos de Justin, comprendió que la historia no acabaría allí. Ahora lo único que quería era deshacerse del anillo y la foto para siempre.
El tráfico estaba especialmente pesado, incluso para esa hora del día. Entre las cuatro y las cinco es la hora más difícil para conseguir un taxi.
En Park Avenue, aunque el semáforo se había puesto verde, los coches y las camionetas que giraban en la esquina la obligaron a esperar a la cabeza de una multitud de peatones impacientes. Vaya, se nota que los peatones tienen preferencia, pensó.
En aquel momento giró una camioneta de reparto cuyos frenos chirriaron. Carolyn, instintivamente, intentó dar un paso atrás para alejarse del bordillo, pero no pudo. Alguien que estaba detrás de ella le bloqueaba el camino. De repente una mano le arrancó el sobre de debajo del brazo, mientras otra le daba un empujón en la espalda.
Se tambaleó en el borde de la acera. Se dio la vuelta a medias. Llegó a murmurar un «No» al ver una cara conocida y cayó bajo las ruedas de la camioneta.