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Cuando Susan llegó a la consulta tenía un mensaje de Pete Sánchez en el contestador. Oyó con cierta sensación de triunfo que habían encontrado el anillo. Puede que sea importante, pensó.

Se sentó al escritorio y ordenó mentalmente las piezas del rompecabezas. A lo mejor los anillos no fueran la clave para resolver esos asesinatos, pero era evidente que relacionaban a todas las víctimas. Y, si estaba en lo cierto, Tiffany había sido asesinada no porque tenía un anillo, sino por miedo a que identificara al hombre que había comprado los demás en esa tienda de souvenirs del Village.

Intentaré explicarle mi teoría a Pete a ver qué pasa, se dijo mientras cogía el teléfono.

Sánchez estaba de buen humor.

—Los de la oficina del fiscal del distrito están apretando al sospechoso —le informó alegremente—. Una de mis fuentes nos ha llevado hasta un par de testigos que lo oyeron decir lo que le haría a Tiffany, e incluso que volvería al Grotto para ocuparse de ella. Cantará. Bueno, ¿qué pasa con ese anillo de mala suerte?

Susan eligió las palabras con cuidado.

—Pese, a lo mejor me equivoco, pero creo que esos anillos de turquesas tienen relación con este caso. Uno fue hallado entre los efectos personales de una mujer desaparecida hace tres años. El lunes, una mujer llamó a mi programa y prometió enseñarme el que tenía. Creemos que cambió de idea y decidió mandarlo por correo. Camino al correo la atropelló una camioneta. La policía sigue investigando, pero al parecer la empujaron. Tiffany prometió mandarme su anillo, pero también cambió de idea y decidió conservarlo por razones sentimentales. Después lo arrojó a la basura, pero la persona que la asesinó no lo sabía y además no estoy segura de…

—Susan —la interrumpió Sánchez—, el tipo que atacó a Tiff está detenido. No veo qué tiene que ver el anillo de turquesas con caso. Sabemos que habló contigo sobre un exnovio, un chico llamado Matt Bauer y lo hemos investigado. El miércoles por la tarde estaba con sus padres en Babylon, de visita en casa de su novia. Fueron a hablar de los preparativos de la boda. Fue con los padres en coche y volvió con ellos pasada la medianoche. Está limpio.

—Pete, créeme, puede que ese anillo sea importante. ¿Lo tienes?

—Aquí mismo.

—Espera un minuto. —Susan cogió su bolso y sacó del monedero el anillo que le había dado Jane Clausen—. Pete, ¿puedes describir el anillo?

—Claro. Se trata de un aro barato con trozos de turquesa incrustados. Susan, hay miles de baratijas como ésta.

—¿Tiene alguna inscripción dentro?

—Sí, pero es difícil de leer. A ver… «Por siempre mía», pone.

Susan abrió el cajón de arriba del escritorio y revolvió hasta encontrar una lupa. Dejó el anillo de Regina debajo de la lámpara examinarlo de cerca.

—Pete, ¿tienes una lupa a mano?

—Sí.

—Quiero comparar la letra de la frase grabada en los anillos que yo tengo tiene una «P» mayúscula ancha, una «o» abierta y «m» con una especie de rizo.

—La «P» y la «o» parecen iguales, pero la «m» no tiene ningún rizo. Susan, ¿qué significa todo esto?

—Pete, hazme un favor y trata el anillo como si fuera una prueba. Pide al laboratorio que hagan fotos ampliadas de todos los ángulos y mándamelas por fax. Y una cosa más. Quiero hablar con Bauer. ¿Tienes su teléfono?

—Susan, ese chico es inocente.

—Lo sé. Vamos, Pete, yo también te he hecho algunos favores cuando estaba en la oficina del fiscal.

Hubo un momento de silencio hasta que Sánchez dijo:

—¿Tienes un lápiz? Aquí está el número. —Después de que Susan se lo repitiera, añadió—: Susan, estoy seguro de que tenemos asesino de Tiffany, pero tú estás metida en otra cosa y quiero estar al tanto.

—De acuerdo, prometo informarte.

Nada más colgar, Janet le anunció que tenía una llamada de Chris Ryan, que le contó todo lo que sabía sobre Douglas Layton.

—Susie, creo que hay gato encerrado y vamos por buen camino —comentó al concluir su informe.

Sí, estoy segura, pensó ella, y más gatos de los que crees. Pidió a Chris que la mantuviera informada y después le dijo a Jane que estuviera atenta porque iban a mandar un fax de Yonkers.