El jueves, Pamela Hastings lo pasó en su despacho de Columbia poniéndose al día con el trabajo. Llamó dos veces al hospital y habló con una enfermera de la que se había hecho amiga, que le transmitió las alentadoras noticias de que, otra vez, había indicios de que Carolyn Wells iba a salir del coma.
—Al menos sabremos qué ocurrió —dijo Pamela.
—No necesariamente —le informó la enfermera—. Mucha gente que sufre un accidente grave no recuerda nada del mismo, aunque no tenga otros lapsus de memoria.
Por la tarde, la enfermera le dijo que Carolyn había intentado hablar otra vez.
—Sólo «Win» y «Oh Win» —le dijo—. Pero no olvide que la mente suele hacer jugarretas. A lo mejor se trata de alguien que conoció de niña.
Aquello la dejó intranquila y, en cierto modo, con sensación de culpabilidad. Justin cree que Carolyn llama a alguien importante para ella, y tal vez tenga razón, se dijo. Pero cuando hablé con la doctora Chandler, dejé entrever que el responsable podía ser él. ¿Qué pienso en realidad?, se preguntó desconsolada.
Cuando al fin pudo salir del despacho para ir al hospital, se dio cuenta de por qué le costaba tanto la visita de esa noche: le daba apuro encontrarse con Justin.
Estaba sentado en el extremo de la sala de espera de la UCI. También estaban los padres de un adolescente ingresado el día anterior por un accidente sufrido durante un entrenamiento de fútbol. Cuando Pamela les preguntó por el chico, la madre le respondió que ya estaba fuera de peligro.
«Fuera de peligro». Esas palabras le produjeron escalofríos. ¿Carolyn estaba fuera de peligro?, se preguntó. Si salía del estado de coma y la trasladaban a una habitación normal ya no estaría vigilada en todo momento. Y Justin tendría acceso a ella…
Mientras cruzaba la sala de espera en dirección al marido de su amiga, sintió un torbellino de emociones contradictorias. Por un lado lástima de ese hombre que amaba a Carolyn, y por otro, culpabilidad por sospechar de él y miedo de que pudiera volver a hacerle daño. Pamela le dio una palmada en el hombro y Justin levantó la mirada.
—Ah, la amiga íntima —dijo—. ¿La policía ya se ha puesto en contacto contigo?
Pamela se sentó en la silla de al lado.
—No sé a qué te refieres, Justin. ¿Para qué tiene que llamarme la policía?
—Pensé que a lo mejor tenías algo que añadir al acopio de pruebas. Esta tarde han vuelto a citarme en comisaría para preguntarme por qué el lunes me cambié el abrigo de tweed por una gabardina Burberry. Creen que traté de matar a Carolyn. ¿Tienes algo que agregar para ayudar a apretar el nudo, vieja amiga?
Pamela no mordió el anzuelo.
—Justin, esto no nos lleva a ninguna parte. ¿Cómo está hoy Carolyn?
—Me he asomado a verla cuando estaba la enfermera. De lo contrario me acusarán de intentar desenchufar la máquina. —Se cubrió la cara con las manos y sacudió la cabeza—. Ay, Dios, no puedo creerlo.
Una enfermera apareció por la puerta de la sala de espera.
—Lo llama la doctora Susan Chandler. Quiere hablar con usted, señor Wells. Puede atenderla desde aquí —dijo señalando un teléfono.
—Pues yo no quiero hablar con ella —repuso él con brusquedad—. Todo esto empezó porque Carolyn le hizo esa llamada.
—Justin, por favor —replicó Pamela mientras se ponía de pie y cruzaba hasta el teléfono—, sólo trata de ayudar. —Levantó el auricular y se lo tendió.
Justin Wells la miró por un instante y lo cogió.
—¿Doctora Chandler? ¿Por qué me persigue? Para empezar, y por lo que sé, mi mujer no estaría en el hospital si no hubiera ido camino del correo a mandarle algo a usted. ¿No ha hecho ya bastante daño? Por favor, manténgase alejada de nosotros.
Se disponía a colgar pero se detuvo.
—¡Ni por un instante he creído que haya sido usted el que empujó a su esposa debajo de esa camioneta! —exclamó Susan, y hasta Pamela la oyó—. Creo que fue otra persona, la misma que mató a Hilda Johnson, la testigo del accidente de su esposa, y a Tiffany Smith, otra mujer que llamó ayer a mi programa. Tenemos que vernos. Por favor, quizá usted tenga algo que yo necesito.
Justin, después de colgar, miró a Pamela, que sólo vio una expresión de agotamiento en su cara.
—Quizá sea una trampa para husmear en el apartamento sin una orden de registro, pero voy a encontrarme con ella a las ocho en casa. Pam, me ha dicho que cree que Carolyn aún está en peligro… aunque la amenaza es el tipo que conoció en el barco, no yo.