Leah, la secretaria de Doug Layton, una mujer sensata de poco más de cincuenta años, estudió a su jefe con mirada de censura. Parece que haya estado toda la noche de juerga, pensó mientras él pasaba por su lado y la saludaba mecánicamente.
Leah se levantó, fue hasta la cafetera y sirvió una taza. Llamó a la puerta del despacho de su jefe y entró sin esperar respuesta.
—No quiero malcriarlo, Douglas, pero creo que le hace falta. Era evidente que Layton no estaba para bromas. Había irritabilidad en su voz cuando respondió:
—Ya sé, Leah, que usted es la única secretaria que de vez en cuando le prepara café a su jefe.
Estaba a punto de decirle que parecía muy cansado, pero decidió que ya había dicho bastante. Parece que también bebió unas copes de más, pensó. Tendría que cuidarse; no creo que en este bufete estén dispuestos a tolerar algo así.
—Avíseme si quiere otra taza —dijo lacónicamente mientras ponía el café sobre el escritorio.
—Leah, la señora Clausen está otra vez en el hospital —dijo Douglas en voz baja—. Anoche fui a verla. Creo que no le queda mucho tiempo.
—Oh, lo siento mucho. —Leah de pronto se sintió culpable. Sabía que Jane Clausen para Doug era mucho más que una clienta—. ¿Siguen en pie sus planes de ir a Guatemala la semana próxima?
—Por supuesto. Pero no voy a esperar a mostrarle la sorpresa que le tenía preparada para cuando regresara con mi informe.
—¿El orfanato?
—Sí. Ella no sabe lo rápido que han trabajado para renovar las viejas instalaciones y construir un pabellón nuevo. El señor March y yo pensamos que le gustaría mucho verlo acabado. La señora aún no sabe que la gente que dirige el orfanato nos ha pedido que le pongamos el nombre de Regina.
—¿Verdad que ha sido idea suya, Douglas?
Layton sonrió.
—Es posible, pero lo que sí propuse fue que no sólo sorprendiéramos a la señora Clausen con el nombre del orfanato, sino también con las novedades. Aunque la ceremonia será la semana que viene, creo que no deberíamos esperar más tiempo para mostrarle las fotos. Tráigame el expediente, por favor.
—Leah y él examinaron las fotos de dieciocho por veinticuatro que mostraban las obras de la parte nueva del orfanato. En las más recientes se veía el edificio acabado, una bonita construcción en forma de L, pintada de blanco con tejado verde.
—Capacidad para doscientos niños más —dijo Douglas—. Equipado con los últimos adelantos clínicos. No se puede ni imaginar cuántos niños llegan desnutridos. Mi próximo proyecto es agregar una residencia para que los futuros padres puedan pasar una temporada con los niños que van a adoptar. —Abrió un cajón del escritorio—. Aquí está la placa de homenaje que descubriremos. La pondremos aquí. —Señaló con el dedo un punto en el terreno que había delante del edificio y trazó un círculo—. Se verá claramente desde la carretera y desde el camino de acceso. —Se quedó pensativo y bajó la voz—. Iba a pedirle a un pintor del lugar que reprodujera la ceremonia en que se descubriera la placa. Pero creo que debemos pedir a alguien que pinte algo inmediatamente. Póngase en contacto con Peter Crown para que se ocupe del asunto.
Leah estudió la bonita placa con letras doradas y grabadas que decía: HOGAR REGINA CLAUSEN.
—¡Ay, Douglas, la señora Clausen estará tan contenta! —exclamó Leah con los ojos húmedos—. Al menos es algo bueno que ha resultado de una tragedia.
—Efectivamente —coincidió con emoción Douglas Layton.