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—Vea, señor, yo no inventé los embotellamientos —dijo el taxista a Don Richards—. El túnel está atascado, qué remedio.

—Ha hablado por teléfono con su central. ¿No podrían haberle advertido del atasco?

—Señor, dos tíos se dan un golpe en los parachoques y al cabo de treinta segundos hay un atasco.

Don maldijo la situación. Susan, pensó, tu secretaria tiene que haberte dado el mensaje, y al enterarte de que te llamaba por lo de Owen, me habrías esperado. Entonces, ¿por qué no contestas?

—Por favor, Susan —murmuró—, espero que estés sana y salva.