Capítulo 24

Gúnnr corría intentando escapar de sí misma y de lo que las palabras del vampiro habían despertado en su interior.

Era imposible tal afirmación. Ella no podía ser hija de un dios, y menos de Thor. Era todo una gran mentira para desestabilizarlos.

Había vivido en el Valhall y pertenecido a las valkyrias como una más. No, no era verdad que había sido una más. Ella tenía algo que la diferenciaba de las demás: Nunca había tenido dones. Ese defecto, o esa cruz, la había hecho así. Una mujer que nunca había sentido nada en su interior lo suficientemente fuerte como para luchar por algo. Despegada. Desvinculada. Sólo Freyja y sus tres amigas habían sido mínimamente importantes para ella. Pero, aunque ellas habían llenado su alma aletargada, en cierto modo, se había sentido vacía durante toda su existencia.

Y un día, todo cambió. Llegó Gabriel y avivó su aparente frialdad e introversión con una llama que hasta entonces nunca nadie había encendido en ella. Y ahora Gabriel la perseguía porque creía que le había engañado. Que había omitido esa información tan importante.

—¡Gúnnr! —Gritó él, saltando arbustos y piedras por el camino—. ¡No puedes escapar!

La valkyria corrió a más velocidad. No, no podía escapar de él. Ni siquiera estaba huyendo de él. Huía de ella misma. De lo que podía o no podía ser cierto.

Gabriel la alcanzó, le rodeó la cintura con un brazo y le tapó la boca para que no gritara. Los gritos de la valkyria enfadada se oirían a kilómetros de distancia.

—¡¿Por qué huyes?! —Le gruñó al oído.

La valkyria se removió contra él, moviendo la cabeza frenética.

—¡Déjame, Gabriel! —Le pidió ella.

—Ni hablar. Te he dejado tranquila durante mucho tiempo y no te he prestado la atención necesaria. Y ahora descubro… ¡¿Cómo has podido ocultarme eso?! ¡Me has engañado!

—¡Yo no lo sé! —Le dio una patada en la espinilla con el talón y se soltó. Se giró para encararlo—. Te juro que no lo sé. ¡No es verdad!

Gabriel tenía el pelo rubio recogido en un moño alto. Se marcaban sus facciones a la perfección. Sus ojos de un mágico color negro. Las cejas desafiantes, rubias y altas. La frente ancha, su nariz recta, los labios sensuales y prominentes y aquella barbilla tan marcada. Le palpitaba un músculo de la mandíbula. Las mangas de su jersey negro estaban arremangadas y se veían las esclavas de titanio que rodeaban por completo sus antebrazos.

—No te creo —le dijo—. Uno no oculta que es hijo de un dios.

—¿Por qué iba a ocultar algo así? Uno lo omite cuando no es cierto. No tengo por qué ocultar una mentira.

—¡¿Por qué no?! —Repitió él hiriente—. Llevas toda tu vida ocultándote. Escondiéndote de lo que eres. Intentabas pasar siempre desapercibida, la dulce y dócil Gúnnr —se burló—. Una valkyria sin poderes, todo lo contrario a lo que una guerrera de Freyja debía ser.

Gúnnr estalló y los ojos se le tornaron rojos. A su alrededor la energía electrostática crepitó.

—No hables de esconderme —le recriminó dando un paso hacia él—. Tú eres especialista en eso, Gabriel. Siempre ocultando lo que sentías, siempre escondiéndolo bajo un montón de arena, anteponiendo tu miedo a todo lo demás. Fuiste tan cobarde que entregaste tu corazón a una mujer que nunca te querría sólo para asegurarte de que jamás te hicieran daño. ¡¿Qué?! —Gritó cuando él puso cara de sorpresa—. ¿Crees que me tragué lo que ayer me contaste? ¡¿Crees que en realidad te doy miedo porque crees que puedes hacerme daño?! ¡No me proteges a mí! ¡Te proteges a ti, hipócrita! —Gúnnr estaba espléndida en su furia. Su pelo chocolate ondeaba de un lado a otro y su cuerpo estaba en tensión, dispuesta a lo que fuera por defenderse—. ¡En realidad te doy miedo porque te asusta que yo pueda hacerte daño como te lo hicieron las personas que más deberían haberte querido!

Gabriel la agarró de las axilas y la zarandeó.

—¿Eres la hija de Thor? —Estaba desesperado por oír la verdad.

—Para, Gabriel… —Le rogó queriendo esconderse en un rincón. Él tenía razón. Era una gran cobarde—. Todas las valkyrias somos hijas de Thor, el dios del true…

—¡No, maldita sea! ¡Háblame, Gunny! ¡Sabes a lo que me refiero!

Ella se defendió y sus manos se cubrieron de hilos llenos de electricidad que bailaban a través de sus palmas y sus dedos. Colocó sus manos sobre el pecho de Gabriel y le dio una descarga.

El Engel soportó el ataque como pudo. La tomó del pelo y le echó el cuello hacia atrás.

—¡No me hagas daño, Gúnnr! —Gritó él todavía temblando por el contacto con los rayos de la valkyria—. ¡¿Es Thor tu padre?!

Gúnnr lo empujó con todas sus fuerzas.

La espalda del Engel chocó contra el tronco de un árbol, pero ella no lo dejó ir en ningún momento.

—¡Es imposible que sea mi padre! ¡¿Quieres escuchar la verdad?! Nunca supe quien fue mi madre ni mi padre. ¡Sólo sé que mi madre no me quería tener y que hizo todo lo posible por romper el pacto con Freyja! ¡Intentó perderme una y otra vez! ¡Se quiso quitar la vida centenares de veces antes que concebirme, Gabriel! ¡Mi madre humana nunca me quiso! ¡Por eso nací diferente! —Gúnnr no perdía la mirada a Gabriel mientras decía su triste verdad—. ¡Por eso no fui valkyria como las demás! Las valkyrias son hijas deseadas, todas, sin excepción, ¡excepto yo! —Se limpió las lágrimas de un manotazo. Su otra mano sostenía a Gabriel contra el árbol—. Cuando Freyja me dejó en la cuna y me cantó su nana para ver si yo reaccionaba, ningún rayo salió de mí. ¡Freyja cantó! —Gritó hasta quedarse afónica—. Er du veldig glad og vet det, ja sa klapp[34] —canturreó abatida—. Ningún rayo cayó en mi cuna ni salió de mis manos. Sa la alle menn’sker se det, ja sa klapp[35]. Y mis ojos no cambiaron de color, ni mi rostro sonrió. Mi madre me hizo mucho daño, anuló mi don y también anuló mis emociones. ¿Lo entiendes, Gabriel? —Gúnnr se quedó sin fuerzas en los brazos de su Engel—. Un día —recordó con tristeza—, estaba con todas mis hermanas valkyrias. Competían para ver quién atravesaba más manzanas con sus flechas. Todas se rieron de mí porque yo ni siquiera podía convocar las flechas trueno. Así que me puse a llorar desconsoladamente. Freyja intentó explicarme lo sucedido con el mayor tiento posible, y eso es muy difícil para ella, ¿sabes? Y aunque lo intentó, el golpe fue igual de duro. Ella intentó darme un lugar en el Valhall, y me cobijó bajo su ala. Intento que las valkyrias me respetaran al darme la confianza para estar con sus tigres de Bengala. Me cuidaba más que a ninguna. Siempre me decía que yo despertaría en el momento más adecuado: «Como los grandes jugadores que nunca fallan en las grandes finales», me decía. ¡Pero yo nunca lo creí! ¿Cómo puede despertar una persona a la que intentaron matar por activa y por pasiva antes de nacer? ¡¿Cómo?! Y, ¡¿por qué?! ¿Qué le había hecho yo a mi madre para que quisiera acabar conmigo con tanta saña?

Gabriel la escuchaba sintiéndose azorado por haberla empujado de ese modo. Gúnnr estaba destrozada. Las valkyrias afirmaban que no eran humanas, pero les dolían las mismas cosas. No obstante, aunque la madre de Gúnnr fuera una hija de puta, y su padre un desconocido para ella, eso no confirmaba que su padre no fuera Thor.

Khani decía la verdad. Nadie podía esquivar el pentarol sódico. No se podía mentir bajo su efecto. Y si lo de Khani era verdad, también confirmaba algo muy importante: Los semidioses se reconocían, y Hummus había reconocido a Gúnnr, ergo, Hummus era un semidiós. ¿De quién era hijo?

Además, Gúnnr era la única valkyria que estaba en sintonía con el tótem de Thor. Eso no podía ser una casualidad.

—Es imposible que Thor sea mi pa… padre. ¿Sabes por qué? —Nunca se había sentido tan mal como en ese momento. Perdida y asustada como una niña pequeña que no podía dejar de llorar—. Po… porque he visto a Thor miles de veces ahí arriba —señaló al cielo—, y él nunca me ha dirigido la palabra. ¡Jamás! Si yo fuera su hija, ¿crees que no iba a saludarme? ¿Crees que no…? ¡No! ¡Déjame!

El Engel la había rodeado con los brazos y había acercado su rostro a su pecho. Le acariciaba la espalda de arriba abajo, para darle calor y arroparla. Apoyó la barbilla sobre su cabeza.

—¡No soy cobarde, Gabriel! —Gritó contra su pecho—. Yo hubiera sido la primera en dar un pa… paso para aproximarme a él si eso hubiera sido verdad. Si él fuera mi padre, yo… Él debería querer conocerme, ¡¿no?! ¿O es que soy tan poca cosa que no valgo la pena? ¿Soy tan decepcionante? ¡Debería haberme di… dicho algo!

A Gabriel se le partió el corazón al escuchar a Gúnnr hablar así de sí misma. Ella nunca se había auto compadecido. Era muy fuerte, y esa fortaleza era la que la mantenía en pie.

—Está bien, florecilla —susurró con ternura—. Está bien. Tranquila —miró el cielo estrellado que caía sobre ellos—. Creo que desconoces la verdad del comportamiento universal, Gúnnr. Y si Thor es tu padre, puedo disculparlo.

—¿Qué verdad es ésa? —Susurró entre hipidos—. ¿De qué hablas?

—Que la cobardía y el miedo son comunes entre humanos y dioses —murmuró besándole la coronilla. Deslizó sus manos hasta sus mejillas, y le levantó el rostro—. Es verdad, Gúnnr. Antes me has dicho que me escondía de ti porque me atemorizaba que me hirieran de nuevo. Y tú eres tan pura y tan auténtica, Gunny, que nos das miedo. Das amor, y el amor gratuito y sincero no es fácil de aceptar, sobre todo en un universo en el que siempre se espera algo a cambio. Nadie te ha rechazado por lo que eres, te han evitado porque tu luz pone en evidencia todos nuestros defectos.

Gúnnr se mordió el labio inferior, se aupó al cuello de Gabriel y hundió su carita en él, para llorar a gusto. Quería vaciarse de verdad. Quería desahogarse, y sólo podía hacerlo si Gabriel la sostenía y la abrazaba como estaba haciendo.

El guerrero deslizó un brazo por debajo de sus rodillas y la levantó, apretándola a su cuerpo y acercándola más que nunca a su corazón.

Gúnnr asustaba a hombres y dioses. Ésa era la verdad. Les vapuleaba con su ternura y su dulzura y, en ocasiones, les ponía en su lugar con su repentina furia. Como lo había puesto en su lugar a él.

Caminó con ella en brazos, lentamente, disfrutando de su contacto y de todo lo que representaba para él. Llegó hasta el pequeño altiplano rodeado de árboles en el que habían torturado a Khani. Sus guerreros les habían dejado el Tesla mientras ellos se dirigían al hotel con el Jeep para reorganizarse.

—Gabriel.

—¿Sí?

—Gracias por haberme dicho algo tan bonito.

—Es la verdad —contestó él con las rodillas temblando. Caminó con ella hasta el coche.

—¿Gabriel?

—¿Hum?

—Si es verdad que soy hija de Thor, y que atraigo lo que soy… Creo… Creo que puedo encontrar el modo de que todos lleguemos a Mjölnir.

Él se detuvo y frotó la mejilla en su pelo. Él también se lo había imaginado pero no iba a presionarla.

—Háblame claro, florecilla.

—No estoy segura, pero puedo intentarlo. Puedo intentar llevaros hasta el martillo.

—¿Cómo?

—Atrayendo una tormenta eléctrica y desplazándonos a través de la antimateria. Nos llevará directamente a la tormenta eléctrica que cree Mjölnir allá donde esté. Si es cierto que es el tótem de mi padre, también es el mío, y me pertenece. Yo… Yo podría manipularlo. No tenemos nada que perder.

«¿A qué precio?», se preguntó Gabriel. Claro que había mucho que perder: La podría perder a ella. Khani había dicho que el contacto directo con Mjölnir mataba a los jotuns. Hummus era un semidiós y aun así se había quemado como un trozo de carne humano. Si Gúnnr era hija de Thor, ¿querría decir que era inmune al martillo o, por el contrario, era igual de vulnerable a él como lo había sido Hummus? La abrazó, temeroso de perderla.

—No. Debe de haber otro modo.

—¿Por qué no? —Refunfuñó ella—. Puede ser nuestra única alternativa, Gabriel. Les deben quedar pocas horas para llegar a Florida. Nosotros no podremos llegar antes que ellos. Valora el terreno y las posibilidades, Engel.

—Fue una mala idea que leyeras a Sun Tzu, valkyria —gruñó él dibujando una media sonrisa en sus labios.

—Sabes que tengo razón —refutó ella. Nadie podrá llegar ahí antes. Estamos en Chicago, a miles de kilómetros de ellos.

—No.

—¡Gabriel!

—¡No, Gúnnr! No te voy a exponer así.

Gabriel se sentó en el coche con ella en brazos. Puso en marcha el motor eléctrico, pero Gúnnr puso sus manos sobre la de él.

El guerrero se detuvo y la miró expectante.

—¿Qué pasa?

Gúnnr lo abrazaba con suavidad.

—Tienes que dejarme hacerlo, Gabriel. Tengo que intentarlo. Y lo sabes. No tenemos más opciones.

Él apretó la mandíbula y miró hacia otro lado.

La joven le agarró la barbilla y lo miró con sus ojos azules oscuros, un poco hinchados por el llanto.

—Hemos perdido muchos amigos. Soy la única carta que te queda, te guste o no. Y no podemos dejar que Reso, Liba, Sura y Clemo hayan muerto por nada. No dejaré que Róta sufra por nada. No vamos a morir por nada. Si hay una posibilidad, y está en mis manos, yo estoy dispuesta a entregarme a vosotros.

—No vamos a morir —le juró él—. Gúnnr… Yo sufro cuando te veo en peligro. No me gusta la idea de que puedas someterte a algo así.

—Está bien que sufras un poco por mí, ¿no? —Pegó su frente a la de él y jugó con el cuello de su jersey negro—. Quiero hacerlo. ¿Crees que no soy capaz de convocar una tormenta eléctrica?

Gabriel la miró fijamente.

—Gúnnr creo que eres capaz de cualquier cosa. Creo en ti. Pero también estoy en mi derecho de preocuparme.

Gúnnr le acarició la barbilla con el pulgar.

—Me gusta verte así.

—Lo sé, eres una sádica.

Ella sonrió y Gabriel pensó que podría pasar toda su vida viéndola reír. Que complicada era la vida. Qué difícil era reconocer que frente a la persona adecuada todos nos quedamos desnudos.

—Me da miedo perderte, Gunny.

—Lo sé.

—¿Estás segura?

—Sí.

—¿Cuándo crees que puedes hacerlo?

—No lo sé. No sé ni cómo hacerlo, no controlo mi poder… Pero podría empezar a intentarlo ahora —miró a su alrededor, buscando con sus ojos el mejor lugar para convocar una tormenta eléctrica—. Podría hacerlo aquí mismo.

El Engel exhaló y se rindió a la petición de su valkyria.

Podría hacerlo ahí mismo. Si Gúnnr lo conseguía, todos viajarían con ella y se presentarían allá donde estuviera el martillo. Era arriesgado, pero era la mejor acción que podían emprender.

Pero antes de que Gúnnr lograra atraer nada, antes de que se centraran en evitar el fin del mundo, antes de que su tiempo juntos pudiera llegar a su fin, necesitaba estar con ella de verdad.

—De acuerdo. —Puso la radio MP3 e introdujo el CD que había comprado Róta. Salió del coche con Gúnnr en brazos—. Vamos fuera —dejó a Gúnnr sentada sobre el capó negro del Tesla y se dirigió al maletero. Entre armas y bolsas llenas de explosivos de diseño estaba envuelto el regalo que llevaba para Gúnnr la noche anterior, cuando había ido a visitarla a su suite. Dejó el regalo sobre el capó y se colocó frente a ella.

—¿Qué es esto? —Preguntó—. Pensé que iba a convocar una tormenta…

—No. Todavía no.

—¿Ah, no?

Él negó con la cabeza con seguridad.

—Ayer te traje esto, porque quería que probaras algo que esperaba que no hubieras probado estos días. Quería ver la cara que…, que ponías cuando lo…

—Trae. —Se lo quitó de las manos emocionada. Una valkyria seguía siendo una valkyria. Los regalos eran su perdición. Lo abrió y miró lo que era. Ante sí, tenía un pastel de dulces y golosinas salpicado de un montón de colores y formas—. Huele bien. ¿Qué es?

—Son chucherías. Te dije que me encantaban las chucherías y que era adicto a ellas.

La valkyria alzó las cejas y miró a Gabriel con curiosidad.

—¿Esto es lo que hace que se te caigan los dientes?

—Sí.

—¿Quieres que me lo coma antes de ir a por Mjölnir?

Gabriel apretó los dientes, abrió las piernas de Gúnnr y se colocó entre ellas. Apoyó las manos a cada lado de sus caderas sobre el capó y le dijo:

—Adivina qué quiero, florecilla. Adivina qué deseo antes de que me lleves por los cielos y me remuevas el estómago con tus viajecitos.

Había un tono risueño en su voz que llamó la atención de la valkyria.

—¿Qué… Qué quieres? —titubeó un poco.

Gabriel deslizó su mirada por su rostro, tan elegante, femenino y sexy.

—Adivínalo, nena.

Gúnnr posó la mano abierta sobre el corazón de Gabriel. Había tanta calidez en su mirada que ella se deshizo por él.

—¿Me quieres… Me quieres a mí? —Preguntó con una mezcla de esperanza y emoción.

Gabriel acercó su rostro al de ella y le rozó las mejillas con la nariz.

—Sólo si me dejas. ¿Puedo tenerte ahora, Gunny? ¿Aquí? ¿Antes de lanzarnos a ciegas hacia un destino que ni tú ni yo conocemos?

La valkyria se quitó la chaqueta y la lanzó sobre el techo del Tesla. Hundió los dedos en el moño mal hecho de Gabriel y le quitó la goma que lo sujetaba.

—Tú siempre me has tenido, pero nunca te diste cuenta.

Gabriel se lanzó a por ella con un gruñido parecido al de un animal salvaje mientras la música llena de preludios les rodeó. Era I can de Blue.

You were the eyes in the face of fortune,

I lost my way and I couldn’t find you[36]

La besó con toda la pasión y la furia que tenía dentro; lo hizo por todas las veces que no la había besado y la acarició por todas las veces que no la había acariciado. Un beso por ser tan ciego y otro por ser tan negado.

Gúnnr gemía bajo su cuerpo de un modo que hacía que le hirviera la sangre, que se convirtiera en lava espesa y caliente. La aplastaba con su peso contra el capó, y ella no tardó en rodearle la cintura con sus largas piernas.

Gabriel coló las manos bajo el jersey de Gúnnr. Le acarició las costillas y luego ascendió hasta sus pechos. Los cubrió con sus palmas y la valkyria se arqueó para intensificar la caricia.

We’re not the first ones to be divided,

won’t be the last to be reunited.

No.

Oh no[37].

—Gúnnr… —Gruñó él, hundiendo la nariz en su cuello y moviendo las caderas hacia adelante y hacia atrás—. ¿Quieres probar a qué sabes para mí?

Ella levantó la cabeza y asintió con los ojos rojos, nublados de fiero deseo.

Gabriel cogió una nube del pastel de chucherías y se la llevó a la boca, dejando el otro extremo libre y ofreciéndoselo a ella.

—Prueba —ordenó él con la nube entre los dientes.

Gúnnr sonrió de modo coqueto y levantó la cabeza para morder el dulce que él le ofrecía. Cuando lo mordió, Gabriel lo hizo a su vez, y las dos bocas se unieron en un beso lleno de azúcar y necesidad. La lengua de Gúnnr jugaba con la de él, los labios succionaban, los dientes mordían y tiraban. Las almas se alimentaban. Los besos llegaron entre texturas dulces y aterciopeladas.

La valkyria pasó la lengua por los labios de Gabriel.

… I can,

I will,

I know

I can untie these hands,

and get backup again[38]

—¿Así de bueno es mi sabor? —Preguntó sobre su boca, dándole besitos en las comisuras.

Gabriel le agarró las nalgas y empujó entre sus piernas.

—No, florecilla. Tu sabor es mejor, mucho mejor.

Gúnnr se incorporó un poco y curioseó el pastel de chucherías. Cogió una fresa de goma, porque le hacía gracia.

—Abre la boca —musitó sobre sus labios.

Gabriel obedeció y ella le metió la fresa dentro. Sus ojos rojos se aclararon y cerró la boca de Gabriel con la suya. Le metió la lengua, y juntos saborearon aquel pecado.

Las manos de Gabriel apretaron los globos de sus nalgas y los moldearon. Gúnnr estaba en una forma óptima. Dura y suave a partes iguales.

—Quiero hacerte el amor —dijo él con voz ronca.

La valkyria le besó en la mejilla y hundió la nariz en su pelo. Nada le gustaba más que el olor a lluvia de Gabriel. Nada olía mejor para una valkyria. A limpio y a hierbabuena.

—Yo no te voy a detener. —Le mordió el cuello y le clavó los colmillos con suavidad.

El einherjar echó el cuello hacia atrás y cerró los ojos muerto de placer.

—Me gusta… Me gusta, nena. Más fuerte —llevó las manos a los botones de la falda y se la desabrochó para deslizársela inmediatamente por las piernas.

Gúnnr le mordió con más fuerza y él le desgarró los leggings con movimientos bruscos. Se encontró con sus braguitas amarillas. Gabriel no esperó: Metió la mano en su interior y acarició su raja de un modo efímero. Cuando vio que estaba húmeda, metió un dedo en su interior, hasta el fondo.

Ella saltó en el capó, frunció el ceño y le clavó las uñas en los hombros. Sonrió al ver el hambre de su guerrero y gimió cuando él empezó a moverlo adentro y afuera.

Gabriel se inclinó hacia ella y la besó.

—Eres un bruto —murmuró Gúnnr entre beso y beso. Le desabrochó el pantalón y se lo bajó por las caderas.

Gabriel tomó una mano de Gúnnr y la guio al interior de su calzoncillo negro.

—Mmm… Soy un bruto —ronroneó el guerrero excitado—. Tócame, cariño.

¿Por qué le entraban ganas de llorar cuando Gabriel le decía cariño?

Porque no tendrían suficiente tiempo para disfrutar el uno del otro, porque la palabra «cariño» llegaba demasiado tarde para ellos, porque no sabían si iban a salir vivos de la siguiente aventura.

Pero estaban en el ahora. Era muy difícil decirse todas esas cosas que querían decirse en tan poco tiempo. Hacer el amor no llevaba mucho, las declaraciones se atropellarían las unas con las otras y, en medio del éxtasis, ¿cuáles serían sinceras y cuáles no? Pero ¿acaso eso importaba? Ésa podría ser la última experiencia juntos y Gúnnr estaba dispuesta a aprovecharla.

No les quedaba otra.

—¿Gabriel?

El Engel estaba concentrado en la humedad y la estrechez de Gúnnr. Era increíble.

—Gabriel, el piercing del pezón…

—No me lo digas.

—Me lo colocó una mujer que se llama Margarita. Yo no… —Se quedó quieta cuando él encontró un punto en su interior que hacía que se estremeciera y temblara—. ¡Oh… Por todos los dioses! No… No quiero que ningún otro hombre me toque. Sólo me gusta que me toques tú.

—¿Y el trueno de tu pubis? —Gruñó él con aprobación.

—Eso me lo hizo un hombre llamado Pedro.

Gabriel le pellizcó el clítoris con fuerza y ella por poco no sale volando hacia arriba.

—¡Es broma! ¡Es broma! —Exclamó aguantándose la risa y clavándole las uñas en la muñeca—. También fue Margarita…

—Eso está bien, amor —gruñó él besándola en los labios—. Me alegra saberlo —la tumbó en el capó y se colocó entre sus piernas.

Gúnnr cerró los ojos y tomó aire mientras soportaba las caricias de su macho.

—Esta semana que me has dejado sola… he… he estado a punto…

Gabriel se acariciaba el pene mientras la miraba fijamente a la cara y con la otra mano hurgaba con suavidad y profundidad en su interior.

—¿Qué ha pasado esta semana? —No podía dejar de mirarla. Gúnnr era preciosa en todas partes.

—Que he estado a punto de morir de tristeza sin ti. Sé que soy débil, que no debería decirte todas estas cosas… Pero es lo único que me sale ahora —se tapó la cara avergonzada.

Gabriel sonrió. Le tocó el clítoris con el pulgar y le clavó los dedos más adentro. Estaba abierta de piernas para él, sobre su Tesla deportivo, y era tan bonita que quería escribir poesías sobre ella. El amor le volvía tonto.

—¿Quieres morir de otra cosa, florecilla? —Se inclinó hacia Gúnnr y le subió el jersey por encima de los pechos. A continuación, le liberó las tetas de la opresión del sostén y se desparramaron en sus manos—. Mi valkyria sexy… —musitó maravillado—. ¿Te gusta esto? —le pellizcó el pezón con fuerza y se inclinó a morder el otro.

Gúnnr se agarró a los largos mechones de su pelo rubio y lo atrajo más a ella.

—Sí… Sí, me gusta mucho —le encantaba el umbral entre el dolor y el placer. Le gustaba que Gabriel fuera rudo cuando tenía que serlo. La ponía caliente en décimas de segundo.

—¿Sí? —Tiró del piercing y lamió a la vez.

—¡Sí! ¡Sí! —Lloriqueó ella moviendo la cabeza de un lado al otro.

—Abre bien las piernas, nena —Gabriel pasó la lengua por la curva de un pecho y luego por el otro. Besó y lamió los dos con ternura, y luego fue deslizando su boca por los abdominales suaves de Gúnnr y por los graciosos huecos de sus caderas. A él le encantaba que ella quisiera ver todo lo que él le hacía. La joven tenía los ojos muy rojos, los colmillos descubiertos y los labios temblorosos. Era hermosa.

—¿Qué haces?

—Me voy a comer a la madre de todas las nubes. Abre más las piernas. Enséñame lo bonita que eres.

—Eso no es bonito… —Musitó en desacuerdo.

Gabriel ahogó una carcajada. Gúnnr no se imaginaba lo mucho que les gustaba el sexo de las mujeres a los hombres.

—Es bonito, muy bonito. Estás brillante, hinchada y rosa. Y es mío.

—Y tengo un trueno —replicó ella divertida.

—Sí… —Gabriel iba a estallar como un adolescente si no la penetraba ya. Pero quería que ella estuviera más preparada—. Te voy a matar a besos.

La valkyria se incorporó en un codo y levantó una ceja. Iba a replicar cuando sintió la punta húmeda de la lengua de Gabriel jugando entre sus pliegues como si fuera un minero en busca de oro.

—¡Gab! —Cayó fulminada hacia atrás y dejó un brazo muerto por encima de su cabeza. Con el otro le agarró el pelo rubio al einherjar y lo animó a que continuara. Subía y bajaba las caderas, loca por el excitante ritmo que le imponía. Los labios de Gabriel fueron implacables con ella, los dientes mordían con suavidad y la lengua se metía donde le daba la gana. Aquello húmedo, suave y esponjoso iba a matarla si seguía acariciándola así—. No, Gabriel… Voy a acabar ya si no paras…

Gabriel levantó la cabeza y sonrió con los labios húmedos. Se pasó la lengua por ellos.

—Córrete, Gúnnr —la animó. Bajó la cabeza de nuevo y la torturó como sólo él sabía. Le introdujo la lengua con fuerza y sintió cómo las apretadas paredes de Gúnnr se convulsionaban presas de un orgasmo fabuloso.

La valkyria gritó y se quejó por el placer extremo. Una lengua de electricidad le recorrió el torso y fue a parar a su vagina. Gabriel se alimentó de ella y disfrutó de la sensación eléctrica y del sabor dulce de su mujer.

Cuando Gúnnr todavía sufría temblores post-orgásmicos, Gabriel la cubrió con su cuerpo, le introdujo la ancha cabeza de su pene y se deslizó poco a poco en su interior. Gúnnr era resbaladiza, pero estaba hinchada y muy sensible todavía. Le apretaba como un puño.

—Me vas a ordeñar como nadie, amor —gruñó él mirándola a la cara y cogiéndole la cabeza y el pelo con las manos—. Pruébate en mí, nena. —Bajó la cabeza y la besó. Adelantó las caderas y se deslizó hasta el fondo, hasta tocarle el cuello del útero.

Ella se quejó, y le mordió el labio inferior.

—Eres muy duro, Engel —lloriqueó sobre su boca y se saboreó—. Y esto… esto no sabe a nube.

Él se echó a reír por el comentario y le acarició los labios con los dedos. Empezó a moverse con cuidado. Midiendo cada estocada, cada envite lleno de poder y resolución.

—Vas a correrte otra vez.

—No me lo puedes ordenar —lo provocó ella—. Me correré si quiero…

—Te vas a correr —rotó las caderas y le agarró las muñecas por encima de la cabeza con una de sus inmensas manos—. Sí, amor, acéptalo, soy más grande que tú.

Gabriel la miraba con los ojos entrecerrados, negros por completo, las mejillas con un color rosado por la excitación, y los labios hinchados por los besos. Era el príncipe de la perversión. El conquistador.

—¿Lo sientes? —La metió más a fondo.

—Jeg har kroppen full[39].

Gúnnr notaba que el pene de Gabriel le golpeaba justo detrás del ombligo. Se sentía henchida de él. La fricción de su dureza la estaba lanzando a un orgasmo demoledor.

—Me vuelves loco de remate, Gunny… No… No sé qué me pasa contigo… Pero… —No dejaba de avasallarla entre las piernas—. Me rindo. Me rindo a ti, nena. ¿Es lo que quieres? ¿Tenerme de rodillas ante la princesa sádica…?

Gúnnr apretó los dientes y se negó a echarse a llorar, pero las lágrimas acudieron a sus ojos a una celeridad vergonzosa.

—No me lo preguntes a mí. ¿Soy yo lo que quieres?

—Sí. Sí, florecilla… —Gabriel sabía que hacer el amor con Gúnnr, quererla y aceptarla, era como conducir a quinientos kilómetros por hora, sin frenos y sin retrovisor. Nunca podría parar y nunca miraría atrás de nuevo. Y lo más importante, no iba a reducir la velocidad.

—Mi nombre… —La valkyria luchaba por coger aire, meneando las caderas al compás agresivo de Gabriel—. Di mí…

—Gúnnr. —Él hundió la cabeza en su garganta y la marcó con los dientes y labios. Su pene sintió cómo ella se corría con un grito que era una mezcla de llanto y alegría—. Te quiero… Te quiero, Gúnnr…

Y él la siguió lanzándose de cabeza y llenándola con toda su esencia.

La corriente entre ellos creció y un trueno crepitó sobre sus cabezas alzando sus cuerpos.

El cuerpo de la valkyria se curvó dibujando un arco perfecto, con el guerrero sepultado profundamente en su interior. El trueno los alzó del capó del Tesla, y las alas del einherjar y de la valkyria se desplegaron al mismo tiempo.

Las de él azules y las de ella rojas. Emitían tanta luz que alumbraban el perímetro del bosque en el que se encontraban. Gúnnr se abrazó a Gabriel y observó sus alas con un sentimiento de orgullo y propiedad que nunca había experimentado. Su einherjar volaba para ella y ella volaba para él.

Él le acarició el pelo y le retiró un mechón de la boca. Bajó la cabeza y la besó mientras la sostenía de las nalgas y se movía en su interior a un ritmo sosegado.

—Mi florecilla voladora… —Murmuró admirando sus preciosas alas—. Creí que nunca las volvería a ver.

—No pude romper el kompromiss. —Explicó contrita—. Pero me hiciste mucho daño… Me enfadé mucho y por eso me cambiaron de color.

Él asintió pidiéndole perdón con sus caricias calmantes. Ella cerró los ojos y apoyó la frente en su hombro. Se estaba tan bien así.

Sulla meg litt, Engel mi[40] —le pidió suavemente entregada a él y a ese momento.

Gabriel la meció tal y como ella le pedía. Los dos se emocionaron y se ocultaron del mundo. Ese momento celestial no podría arrebatárselo nadie. Ni el odio, ni la guerra, ni la muerte. Los recuerdos perviven para siempre, flotan en el espacio y en el tiempo. Vibran y tienen vida.

—Yo sí que pedí algo a cambio de cuidarte y mimarte, Gabriel —sorbió por la nariz y se incorporó para mirarlo a los ojos—. No soy tan altruista como crees.

El guerrero sintió que su corazón se llenaba de amor. «Por Dios, qué mujer tan bonita».

—¿Qué pediste, preciosa?

Gúnnr le acarició los hombros y sonrió con inocencia y humildad.

—Que me quisieras así, aunque sólo fuera una vez.