Capítulo 18

Durante el día, habían estado instalando los programas de reconocimiento facial y habían revisado lo que Isamu había encontrado en los videos. Comieron en el hotel. Gabriel repartió las riñoneras que le había dado Menw, con todo tipo de terapias de choque que llevaban los vanirios. El sanador le había cargado unas cuantas en la mochila, además de nuevos pequeños artefactos de diseño que le servirían de mucho en Chicago.

Lo que había grabado en las cámaras era muy revelador. Había una secuencia, de hacía cinco días, en la que la zona ciega de unas de las cámaras del túnel captaba de refilón el movimiento brusco del agua, y luego a dos hombres que se sumergían en ella. Uno de esos hombres, tenía una cresta y la cara tatuada y sostenía al otro que parecía tener el cuerpo y la cara quemada. Aparecían pocos segundos en una zona del túnel entre la cámara quince y la dieciséis: Eso los ubicaba justo bajo el Sears.

—Justo aquí —Bryn congeló la imagen por orden de Gabriel—. Pásalo a cámara súper lenta. Así. No se ven bien las caras, están algo borrosas y no son fáciles de reconocer. Tenemos que limpiar la imagen. Mira, ahí. ¿Ves? Parece que el que está quemado la dice algo al punk. Necesitamos quitar todo el ruido de la grabación y pasar varios filtros. Pero puede ser suficiente para hacer un reconocimiento facial. Con un programa vía satélite podríamos ubicarlo.

—Tardará bastantes horas —dijo Isamu activando el programa del otro ordenador.

—No importa. Mira ahí —señaló Gabriel—. Cuando se sumergen, el movimiento del agua cesa del golpe. ¿Lo ves?

—Sí —dijo el japonés—. ¿Es lo que crees?

—Sí. Sin duda. Ahí hay o una puerta de entrada o una de salida, pero sea lo que sea está justo en esa zona. Allí iremos tú y yo, Gunny —Gabriel se giró para mirar a su valkyria.

Gúnnr se encogió de hombros y asintió.

—Preferiría ayudarles a rescatar a Róta. —Para ella su amiga era lo más importante.

—¿Ahora te importa? —Preguntó Bryn con la vista clavada en el ordenador—. No te importó ponerla en peligro.

Gúnnr se levantó y se plantó delante de Bryn. Por fin le dirigía la palabra. Ellas eran amigas, aunque desde que estaban en la Tierra, la energía visceral del planeta parecía que también las había afectado.

—¿Crees que lo hice a propósito? ¿Crees que si hubiera sabido lo que iba a suceder habría seguido adelante?

Bryn no lo contestó y eso hirió a Gúnnr.

—Bryn.

—No quiero hablar contigo. —La voz de la Generala, tan alta y clara, ahora parecía la de una niña enfadada que bien arrancaba a llorar o bien daba cuatro gritos.

—Pues tendrás que hacerlo en algún momento —giró la silla de la valkyria y la encaró—. Sé que quieres reñirme. Ríñeme, pero después de eso espero que sigamos juntas y que podamos ir a buscar a Róta.

Los ojos de Bryn se volvieron naranjas y se levantó poco a poco de la silla, hasta quedarse a la altura de Gúnnr.

—Hazlo Bryn —sugirió Reso con tono mordaz—. Porque merece que alguien la castigue. Yo tengo ganas de hacerlo. Si a Sura le sucede algo…

—Yo castigaré a Gúnnr —anunció Gabriel con un brillo peligroso en los ojos—. Pero ahora la necesito entera y en forma. Ella es mi responsabilidad. No os preocupéis por eso.

Gúnnr lo miró por el rabillo del ojo. Gabriel no la iba a tocar de ninguna manera. Ella no se lo iba a permitir.

—No lo sueñes —replicó entre dientes.

Él la tomó de la barbilla en un gesto forzosamente brusco y la obligó a mirarlo.

—No me desafíes, valkyria —Gabriel estaba rogándole con los ojos que le siguiera el juego, puesto que intentaba fingir ser duro con ella, pero no sabía si Gúnnr lo estaba entendiendo—. Te equivocaste y pusiste a tus compañeros en peligro. Por supuesto que serás castigada. Eres mi valkyria y las normas son para todos, ¿queda claro? No tendré piedad Gúnnr.

Gúnnr se soltó de su amarre.

Era justo. El ojo por ojo y el diente por diente era uno de los credos y principios de los dioses. Los errores se pagaban. No era un trato extraño para ella, además, Gabriel no podría hacerle más daño del que ya le había hecho. Aún y así, le molestaba que en la habitación hubiera calmado y aligerado su culpa con sus cuidados y sus palabras dulces, y ahora, delante de todos le riñera. Ella esperaba la riña de Bryn, no la de él.

—Haz lo que quieras. —Desvió la mirada de Gabriel y la clavó en Bryn—. Yo también estoy preocupada por ellas, pero me preocuparé más si al final me alejas de ti así. Eres mi hermana.

—¿De verdad? ¿Y pensabas en ello cuando decidiste no obedecerme?

Gúnnr se retiró como si hubiera recibido un escupitajo de Bryn.

Nunca habían tenido una pelea de ese tipo. Nunca se habían distanciado de ese modo. Pero Bryn había alzado el mismo muro entre ellas que el que había alzado con Róta antes de que la secuestraran.

—¿Cuándo nos vamos? —preguntó Gúnnr mirando a Gabriel por encima del hombro.

—Media hora.

—Pasaré a dar de comer a Chispa y a ver cómo está Jamie —Gúnnr necesitaba salir de ahí.

Gabriel frunció el ceño y se llenó de curiosidad.

—¿A quién vas a alimentar?

—No lo sabes, ¿verdad? Tienes una prima monísima… —Y alargó la «i» todo lo que pudo. Les echó una última mirada airada a Bryn y a Gabriel y se fue de la habitación.

—¿De que habla? —Preguntó el Engel con la vista clavada en la puerta.

Bryn dejó caer los hombros e hizo un gesto con la mano como si no le diera importancia. La valkyria se veía seriamente afectada por lo de Gúnnr y por todos en general.

—Míralo tú mismo. Ve a visitar a tu tío, son casi las siete de la tarde —sugirió Isamu en tono amable—. A esta hora ya suele estar despierto. Y no ha dejado de preguntar por ti. Ve a verle. En cuanto tengamos todo listo aquí arriba, te avisaremos.

El japonés se dio la vuelta y esperó a que el einherjar siguiera su invitación.

Era verdad. La suite olía a sándalo. Podría ser que, a raíz de la transformación en vanirio, su tío expectorara su esencia con mayor fuerza. O bien el olor vendría del incienso de sándalo que acababa de descubrir sobre la mesita de madera del salón.

Gúnnr estaba sentada en la chaise longue, con un pie colocado bajo su muslo y mirando la espectacular vista que había desde la ventana.

Demasiados edificios. Demasiada gente. Demasiado estrés. Y demasiada ignorancia. Los humanos llevaban una vida estúpida y sin sentido. Gabriel sabía perfectamente que eso era lo que decían los preciosos ojos de Gúnnr mientras se limpiaba las lágrimas de las mejillas y arrullaba con una mantita rosa algo diminuto entre sus brazos.

Un pie, con dedos larguísimos y arrugados, se agarró al brazo de Gunny.

Chispa, estate quieta. Tienes mucha hambre hoy. —Intentaba sonreír a pesar de la tristeza y la desolación que la embargaban.

Gabriel se quedó de piedra. Se quedó de piedra por ver aquel extraño pie, pero también por la preciosa imagen de Gúnnr, con ese pantalón bajo de cintura y esa camiseta de tirantes color negra, que tenía un escote demasiado provocador. Tenía las mejillas sonrosadas y el pelo largo y liso color chocolate resbalaba por sus hombros y su espalda. Daba golpecitos en la moqueta con el tacón de las botas negras de caña alta que llevaba. Se cubría el cuello con un pañuelo de cachemira rojo, y sonreía amablemente al bulto rosa. Joder estaba tan sexy bajo la luz del atardecer dando el biberón a…

—¿Qué es eso? —La pregunta le salió con un tono demasiado agudo.

Gúnnr no se sorprendió al verle. Aunque había entrado sin hacer ruido.

—Te has dejado la puerta abierta —le dijo Gabriel—. Ten más cuidado. ¿Qué es eso? —Repitió.

—Es una monita. Se llama Chispa.

—¿Una mona? ¿Qué haces tú con una mona?

—Es de tu tío. Es el animal que fue a buscar a la protectora de Wisconsin.

Gabriel se acercó a Gúnnr y retiró parte de la mantita rosa para ver la carita de una preciosa mona de ojos grandes y castaños, que bebía del biberón como si fuera humana y miraba a Gúnnr como si se tratase de su mamá.

A Chispa no le hizo falta hacer nada. Fue mirarle a los ojos y le robó el corazón. La monita dejó la tetina del biberón y acarició el pelo rubio de Gabriel mientras hacía ruiditos con la boca.

—Me he enamorado —admitió Gabriel—, que cosa más guapa.

Gúnnr sonrió pero evitaba su mirada.

—Sabía que te gustaría —contestó la voz ronca de su tío a sus espaldas.

Gabriel cerró los ojos con fuerza. Se giró lentamente hacia él.

Era el momento.

Había llegado la hora de verse las caras después de que él rompiera el contacto abruptamente con Jamie. Después de hacer caso al cretino de su padre. Después de haber sido un cobarde.

Ahora Jamie estaba ahí. Podría haber muerto por su culpa, pero las nornas y la maravillosa revelación de Isamu le habían dado una segunda oportunidad. ¿Podría tener él una segunda oportunidad con su tío? Nada le gustaría más. Pero ni siquiera sabía que podía decirle. Había pasado tanto tiempo…

Sin embargo, había momentos en los que, por mucho que los meditaras, no salían como creías que iban a salir. Gabriel tenía pensado sentarse cara a cara con él y hablarle como un adulto. Tenía pensado disculparse y ser sincero con su tío. Tenía pensado ponerle al tanto de todo, pero, seguramente, Isamu ya había hecho esa labor. Tenía pensadas tantas cosas… Sin embargo, cuando finalmente le miró a los ojos, se encontró con su adorado tío Jamie. El único.

Su tío Jamie. El de siempre.

Se encontró con el hombre que había querido más que a su padre. Y entonces, recordó los veranos en Chicago, las largas charlas hasta el amanecer, los helados de Stracciatella y los pasteles de golosinas; las acampadas y las historias sobre los dioses nórdicos mientras quemaban nubes de azúcar en las hogueras; se acordó de los ánimos que le daba para que él hiciera lo que realmente deseaba, de sus bromas que siempre le arrancaban lágrimas de la risa, al contrario que su padre; se acordó de los libros de mitología que él le regalaba a escondidas solo para que su padre no los encontrara y los tirara; se acordó de todos esos valores que él había intentado inculcarle: Respetar el medio ambiente, ser vegetariano, cuidar de los animales, intentar ser lo más espiritual posible, y ser siempre fiel a quién uno era, dijeran lo que dijesen los demás. Y entonces supo que, gracias a su tío Jamie, él era quién era. Gracias a él, él había aprendido a ser el Engel y a intentar ser justo con todo el mundo. Y gracias a todo lo bueno que él le enseñó, pudo olvidar todo lo malo que quiso inculcarle su padre. Su tío Jamie siempre había tenido fe en él, y esa fe le había permitido seguir adelante y desafiar abiertamente al Sargento. Y decidió, en ese justo momento, que no iba a quedarse con todo lo agrio que su padre le enseñó, sino que, desde entonces, se quedaría con todo lo bueno que aprendió, voluntariamente y sin ningún tipo de coacciones, de su tío Jamie.

Fue por eso, por darse cuenta de todo aquello, y por recordar lo mal que él se había portado con su tío al alejarse definitivamente de su vida sin ni siquiera decir un mísero adiós, que Gabriel se derrumbó y olvidó la madurez.

Volvió a ser un niño, frágil y arrepentido, y empezó a llorar de alegría y de pena.

Jamie abrió los brazos con sus ojos azules húmedos de emoción, sus recién descubiertos colmillos, y su cara llena de bondad y ternura hacia su sobrino. Y supo, Gabriel supo en ese gesto lleno de aceptación, que su tío era un gran hombre, el más valiente que había conocido.

Los hombres, los hombres de verdad, se abrazaban y lloraban como hacían ellos dos. Los hombres como Jamie, buenos de corazón, amaban a los demás, fueran hombres o mujeres, y lo hacían porque, para ellos el amor se expresaba ayudando a aquéllos que amaban a conseguir ser quienes eran en realidad.

Jamie lo había logrado. Y le había dado una lección a Gabriel.

Pero Gabriel estaba en continuo aprendizaje y no iba a olvidar la clase magistral de perdón y superación que le había dado su tío.

—Siento no haberte dicho nada durante tantos años —dijo Gabriel con una congoja de campeonato—. Siento haberme alejado de ti cuando en realidad te necesitaba tanto…

—Eso ya pasó, Gaby. Ya pasó —le alborotó el pelo mientras lo abrazaba.

—Siento lo que te ha pasado, de verdad.

—Yo no —le guiñó un ojo a Gúnnr y le sacó la lengua.

Gúnnr sonrió a Jamie. Se había quedado de pie, con Chispa en los brazos. En cuanto había visto a Gabriel en ese estado, se había levantado como un resorte como si la hubieran atizado. Era la segunda vez que veía llorar a Gabriel con sinceridad y abandono. Si hubiera una tercera, no tendría otra opción que acostarse con él para calmarlo.

A una valkyria como ella, nada le parecía más sexy que un hombre mostrando sus sentimientos sin pudor. Le parecía un acto de valor inconmensurable. Ella venía de un reino donde los hombres no lloraban nunca. Y le afectaba, porque al verlo así, le entraban ganas de abrazarlo y decirle que le hiciera lo que le diera la gana para sentirse mejor.

Gabriel pareció calmarse y tomó a su tío de los hombros.

—Déjame verte —musitó con interés—. ¿Tienes hambre?

—Me muero de hambre —contestó con malicia—. Pero tranquilo, he descubierto que me va el sushi.

Gúnnr soltó una carcajada y Gabriel se echó a reír.

Su tío era una contradicción. Nadie hubiera dicho jamás que era gay, porque tenía una presencia hetero muy notable. No era una loca, ni tenía ningún aire femenino. La perilla rubia y bien cuidada y el pelo de punta le daban un aire de gamberro muy delatador, pero ni su ropa, ni su estilo, ni su manera de hablar podrían delatar sus preferencias sexuales. Por eso irritó tanto al Sargento, pensó Gabriel, porque lo confundió y echó por tierra su manera de catalogar a la gente.

—¿Isamu te ha contado todo? ¿Necesitas que te explique algo? —Jamie sonrió para tranquilizarle.

—No te preocupes. Mi hanbun[30] me lo ha explicado todo muy bien. No me puedo creer que te mataran hace casi un mes. No tenía ni idea. —Dijo Jamie con cara de estupefacción—. Ya sabes que tu padre no me habla y no me dijo nada de…

—No lo saben.

Los dos hombres se miraron uno al otro con cara de circunstancias.

—¿No?

—No —Gabriel tragó saliva—. No quiero que lo sepan. No me une nada a ellos. No me quieren. Y yo… Yo tampoco les quiero.

—Son palabras muy duras, Gaby.

Gúnnr no entendía aquella conversación. ¿Así que Gabriel y sus padres no se llevaban bien? ¿Cómo podía ser? ¿Sus padres no lo querían?

—Son tus padres —le recordó Jamie.

—Es solo un título honorífico, nada más. El Sargento me ha repudiado siempre. Cuando él me mira te ve a ti. Ve que no me parezco en nada a él.

—Pues entonces debería de estar contento porque yo estoy buenísimo. —Jamie se echó a reír y abrazó a su sobrino—. No importa nada de eso. Las cosas han tomado el cauce que debían tomar. Tú has tomado una decisión. Te has apartado.

—Prefiero eso a tener que estar discutiéndome una y otra vez, aguantando todo tipo de humillaciones y soportando sus comentarios sobre todo lo que no les gusta de mí. —Sí, aquello había acabado para siempre—. Se acabó.

—Son unos cretinos —susurró entre dientes.

—Bueno, son los que me han tocado. Pero ni los quiero ni me gustan. Y ahora, hablemos de cosas más importantes ¿Cómo estás tú?

Jamie se encogió de hombros y miró a Gúnnr con una sonrisa de diversión en la cara.

—No deja de sorprenderme esta realidad dentro de «nuestra» —hizo el signo de las comillas con los dedos—, realidad. Es todo verdad.

—¿El qué?

—Los libros que leí. Los mismos que tú has leído sobro Odín, Freyja y todo lo demás. Es todo cierto.

Gabriel asintió y Jamie le invitó a que se sentara.

—Come un poco, anda —le pidió Jamie amablemente mientras iba a por la comida—. Esta niña de orejas puntiagudas ha estado aquí estos días y ha cuidado de nosotros perfectamente, ¿verdad, pequeña? Tenemos el frigorífico lleno de comida deliciosa. Y yo tengo hambre constantemente —se tocó la panza.

Gúnnr se puso roja como un tomate.

—No ha sido nada…

—Es muy modesta —le dijo el vanirio a Gabriel—. Pero si no llega a ser por ella, Chispa no hubiera bebido ni gota de leche. Sólo deja que ella la alimente, se ha vinculado a Gúnnr. Además, tu chica venía a traerme comida y café, y me ha ayudado bastante en la conversión. No es fácil, ¿sabes? —Sé rascó la nuca—. La conversión es un proceso muy difícil y desagradable.

Gabriel miró a Gúnnr mientras Jamie le ofrecía una ensalada y un wok de carne vegetariana.

—Aprende muy rápido. Y se ha hecho vegetariana —Jamie se acercó a Gúnnr y la besó en la mejilla—. Es un ángel.

—Me pinchas con tu barba —se quejó ella con una sonrisa llena de confianza. Miró a Jamie—. Me hice vegetariana porque me dejaste de piedra con lo que me contaste.

Gabriel sintió que el corazón se le paraba. Gúnnr había cuidado de su tío y de aquella monita. ¿Lo había hecho por él? No, probablemente, lo había hecho porque ella era así. Se daba a la gente.

—¿Cómo puede ser que la gente siga comiendo carne? ¿Cómo puede ser que sigan matando para alimentarse? ¿La evolución no se mide también en vuestra alimentación? —Gúnnr miró a Gabriel—. Me dejó alucinada, Gabriel. ¿Sabías que el hambre en el mundo se acabaría si en vez de invertir el dinero en los alimentos que ceban a los animales para que luego vosotros os los comáis, se invirtiera en primeros alimentos para los humanos que están en peores condiciones?

—A mí no me mires —Gabriel levantó las manos en señal de defensa—. Yo ya soy vegetariano.

—Pero es que es indignante —exclamó la valkyria—. ¿Cómo se puede saber eso y seguir comprando carne? Pero eso no es lo peor —Gúnnr besó a Chispa que le reclamaba un beso—. Lo peor es saber que el hambre en el mundo podría acabarse si el ser humano cambiara su dieta carnívora a una vegetariana. El planeta no abastece a toda la demanda de productos que necesita la Tierra. Se consume cinco veces más de lo que la Tierra es capaz de dar.

—Estados Unidos es el líder en abusar del consumo. España consume tres veces más de lo que su tierra puede dar. Cada año se matan a dos billones de animales, Gaby —Jamie resopló indignado—. Billones, ¿sabes cuánto es eso? Para alimentar a estos animales, se tiene que cultivar tres veces más pasto y grano de lo que se necesitaría para alimentar a toda la humanidad. Pero el ser humano prefiere seguir abusando de los animales y exterminarlos, no porque tengan proteínas y formen parte de una dieta equilibrada ni tonterías de éstas —Jamie se metió un trozo de carne vegetariana a la boca—. Lo hacen porque hay mucha gente que vive del negocio de la carne. Así es la humanidad. No son carnívoros. Son carniceros.

Jamie alzó la mano y Gúnnr la palmeó con la suya.

—¡Gimme five!

—Bien dicho colmillos —le dijo la joven.

Jamie se echó a reír y señaló a la valkyria con el pulgar.

—La primera vez que vi a las valkyrias, creí que había despertado en medio de una convención de mujeres a favor de la otoplastia. —Bromeó Jamie tocándose las orejas—. Pero luego pensé que, que les cambiara el color de los ojos de golpe y porrazo, no tenía que ver con malformaciones ni dolencias de ningún tipo… Así que dije: «Coño, he muerto y he ido al país de Arthur y los Minimoys».

Gabriel echó el cuello hacia atrás y empezó a reírse como un loco. Se agarró el estómago de lo mucho que le dolía. Su tío tenía un sentido del humor excelente y siempre veía la situación desde el punto de vista cómico y menos tremendista.

—Pero Isamu me explicó todo con mucha paciencia…

—¿Aceptas… que él sea tu pareja?

—Estoy tan encantado como tú lo estás con Gunny. Ella me ha contado lo bien que la tratas y lo buen guerrero que eres. Estoy muy orgulloso de ti.

Gabriel dirigió a la valkyria una mirada penetrante. Gunny había mentido. Él no la había tratado bien. Pero lo haría. Juró que lo haría.

Gúnnr se centró en Chispa y empezó a tararear una melodía para hacerse la loca.

—Hay que cambiarle el pañal —dijo la joven con voz cantarina.

Desapareció y entró en el otro dormitorio para dejarlos solos.

—¿De verdad que te parece bien lo que te está pasando? —Preguntó Gabriel más seriamente.

Jamie centró la mirada en los ojos de su sobrino.

—Supongo que hay personas que no aceptarían vivir lo que yo he vivido. No te voy a engañar, Gabriel. Tengo miedo. Estoy asustado. Y me aterra este sentimiento loco que tengo por «el de la Katana» —admitió con sinceridad—. No me importa beber sangre y no me asquea lo que soy, porque sé que la transformación no ha tocado mi esencia. Sigo siendo yo. ¿Sabes lo que más me asustaba en realidad?

—No.

—Me asustaba la sociedad. Las personas. Porque no sabía por donde cogerlas. Los humanos tenemos máscaras, todos. Y somos monstruos codiciosos. Hay bien en nuestro interior, pero solo dejamos que sea la parte mala la que se manifieste. Somos timadores. Por eso Loki se mueve tan bien entre nosotros. Tenemos distintas caras para según qué momentos. Eran las personas las que me daban miedo porque podían apuñalarte a traición. Sin embargo, no hay subterfugios en esta realidad. Los vampiros, los lobeznos, los jotuns… Todos estos seres que nos atacan son malos y no llevan máscaras, son lo que son, por eso nunca me tomarán desprevenido. Sé a lo que atenerme.

—Quiero que estés protegido, tío Jamie. No sabes luchar, no sabes controlar tu instinto todavía… —dijo preocupado.

—Tarde o temprano aprenderé. Pero por ahora soy como un bebé que empieza a gatear. Y todos se han portado muy bien conmigo y me ayudan.

—Intentaré cuidar de ti, tío.

—Gaby, tu ya tienes mucho de lo que cuidar. —Miró la puerta de la habitación en la que estaba Gúnnr—. Sé que no la has tratado bien, por mucho que ella haya intentado hablar de ti de manera positiva. Sé que el hijo de puta de mi hermano tiene la culpa de que te hayas alejado de ella. Siempre te alejaste de todo el mundo. Caías muy bien, eras muy simpático, buena persona… Pero nunca te conocían del todo. Nunca te abrías por completo. Eso tiene que acabar —Jamie estaba harto de que su sobrino no supiera ser feliz. Porque era imposible ser feliz a medias, para serlo por completo, tenía que mostrarse por completo—. Tú no eres él. No eres mi hermano. Eres el Engel, y eres mi sobrino. Un héroe. Haz lo que tengas que hacer, Gaby. Estamos en medio de una guerra, pero vuelve sano y salvo a casa. Vuelve sano y salvo por mí y por Gunny. Tenemos mucho tiempo que recuperar.

Por supuesto que tenía mucho tiempo que recuperar. E iba a hacer todo lo posible para que nadie más de su equipo se perdiera. Los recuperaría a todos. Y recuperaría lo que le habían quitado y lo que él había echado a perder. El cariño de su tío y el amor de Gúnnr.

—Oído la cocina, tío. —Era una de las frases que decía de pequeño para hacerle ver a Jamie que había entendido lo que le había explicado.

Gabriel asintió y bebió el zumo de frutas de una vez.

Se levantó y le dio una palmada amistosa a Jamie en toda la espalda.

—Gracias por los consejos.

—Aquí estaré… eternamente —Jamie le guiñó el ojo.

—Tenemos que irnos.

Gúnnr salió con Chispa en brazos. El bebé mono no dejaba de darle besitos en la cara.

—Me llenas de babas, Chispa —pero se notaba que a ella le encantaba—. Sí, yo también te quiero. Toma, Jamie. —Intentó darle a la monita, pero ésta no se soltaba del cuello de Gunny, y entonces el bebé vio a Gabriel y le echó los brazos.

Gabriel la cogió y la arrulló. Ese animalito era adorable. Los pañales le iban un poco grandes, y era tan peludita y pequeña… Y él se prendió completamente de ese pequeño y peludo animal.

—¿Qué haces con un mono en Chicago? —Preguntó Gabriel—. Pensaba que no dejaban tenerlos como animales de compañía.

—La he adoptado. La he comprado. Y no va a ser la última. —Aseguró Jamie—. La compré en el mercado negro de Asia. Era eso o dejar que fuera víctima de una costumbre de psicopatía.

—¿Cuál? —Arrulló con cariño a la monita.

—En algunos países de Asia se comen los cerebros de los monos mientras todavía están vivos. No voy a explicarte el procedimiento porque está sacado de una película gore, pero me afectó tanto saberlo que he decidido montar una protectora en Wyoming. Ya hay muchos monos allí, además de otros animales que son especies en extinción o víctimas de malos tratos. Chispa me robó el corazón y he decidido quedármela. Me parece una injusticia que permitieran que se hagan cosas tan horribles a los animales y que no dejen que personas como yo, que pueden cuidarles y darles cariño, se hagan cargo de ellos. Puta burocracia asquerosa. Pero ¿qué puedo esperar de esta sociedad? Si incluso trafican con la vida de bebés inocentes que necesitan padres o personas que cuiden de ellos. ¿Quieres un bebe? —Puso voz de mujer—. ¿Sí? Entonces paga cuarenta mil dólares que seguro que no tienes. Ah, ¿qué eres homosexual? Uy, pues mejor no porque los niños pueden salir gays como tú. Vaya, ¿que no puedes porque no tienes dinero? Pues el bebé seguirá aquí, sin nadie que lo quiera y en unas condiciones deplorables. Puede que muera, puede que no… ¿Quién sabe? —Se dijo con acidez—. Lo que te dije. Me gustan más los vampiros que los humanos. Al menos, ellos no van con falsa moralidad, son hijos de puta y no lo esconden.

Cuánta razón tenía su tío.

¿Quiénes eran los malos en realidad? ¿Todos lo eran?

—Nos vamos —Gabriel besó a Chispa en los labios. Olía a leche en polvo—. Adiós, monada. Tío Jamie —lo abrazó—. Obedece a Isamu. No salgas de aquí si no es estrictamente necesario.

—Oído la cocina. Valkyria, procura no perder el corazón —le dijo a Gúnnr abrazándola con fuerza—. Y tú, Engel —lanzó una mirada de advertencia a Gabriel—, espero que pierdas la cabeza, pero solo por esta mujer. Es un tesoro.