(PARA JIM BISHOP)
En el estadio Ebbets crece la maleza
(donde dirigía Alston).
fila a fila
mientras el eje diurno declina hacia el crepúsculo
todavía los veo, con ese olor verde
a hierba recién cortada del cuadro, pesado
en el penumbroso fin del día:
realzados por los focos del campo derecho, encendidos
hace nada y ya asaltados por
batallones de polillas describiendo círculos
y bichos trabajando en el turno de noche;
abajo, ancianos y taxistas fuera de servicio
beben grandes jarras de cerveza en asientos baratos,
este Flatbush tan real como las aterciopeladas
calles de Harlem donde los tocadiscos
exhalan temas de junio del 56.
En el estadio Ebbets no hay marcha en el cuadro
y los asientos están vacíos, fila a fila
Hodges cubre la primera con el guante extendido
para atrapar el lanzamiento de Robinson a tercera,
las plataformas de bateo flotan en la luz fantasmal
de esta velada de viernes repleta de cielo
(Musial consigue carrera al comienzo, Flatbush
pierde por dos).
Newcombe se dirige a regañadientes hacia los
vestuarios
bajo una lluvia de palomitas y grandes titulares.
Ahora Cari Erskine lanza con fuerza, pero
Johnny Podres y Clem Labine calientan
por si acaso en el último tramo no puede;
le puede pasar, ya se sabe, a todos les puede pasar
En el estadio Ebbets vienen y van
y juegan las entradas, golpe a golpe
tiempo muerto en el crepúsculo de la quinta entrada
a Sandy Amaros le han vertido cerveza en el campo derecho
sin decir nada recoge el vaso y se lo da
a un empleado del campo que masca tabaco
mientras los aficionados sin rostro maldicen a ambos
equipos en su jugoso dialecto de Brooklyn.
Pee Wee Reese está en posición entre segunda y tercera
Campanella da la señal
con los ojos cerrados lo veo todo
huelo las salchichas y la tierra de las ocho
veo los celestiales tonos del cielo vespertino
que nadan con los ángeles sobre el estadio y
Erskine toma impulso, se vuelve y lanza una baja interior.