BABA YAGA

¡Esa mujer disfrazada de vampiro! ¡Esa ridícula mujer llorona y vanidosa! Era mi última oportunidad. ¡Esa mujer quizás podría llevarme a casa!

Hacía más de 250 años que no había estado allí. Porque me habían desterrado. Y no me quedaba mucho tiempo. Porque moriría al cabo de tres días. Ninguna medicina podía hacer nada contra mi enfermedad. Ninguna oración. Ninguna magia negra. Ni siquiera la mía.

Me acerqué con mi lata a la mujer, que lloraba a moco tendido como un perro que se ha enterado de que la veterinaria va a castrarlo.

En mi plan con aquella mujer, no había nada que perder. Excepto la ridícula vida de su familia.