Desde los tiempos antiguos ha existido una creencia supersticiosa de que los gritos desacostumbrados de los perros son la advertencia de una muerte o un desastre próximos. Se suponía que el perro poseía poderes sobrenaturales que le capacitaban para prever el futuro, especialmente cuando se estaba aproximando alguna calamidad. A pesar de ello, no se echaba la culpa al perro de los acontecimientos que luego sucedían, ni tampoco se le consideraba una criatura diabólica a causa de su asociación con la muerte. En lugar de ello, se le tenía por «el mejor amigo del hombre», que sólo trataba desesperadamente de prevenir a sus amos del inminente peligro.
Tras rechazar la explicación sobrenatural, una autoridad ha emitido la teoría de que los perros en cuestión tenían la rabia. Cuando a un perro le aqueja una enfermedad, aúlla, gimotea y realiza ruidos extraños de los que la gente no se percata con facilidad. Si el perro infectó a su amo, y luego éste se murió, la gente que siguió los hechos contó luego que al dueño le sobrevino la desgracia poco después de que el perro comenzara a emitir aquellos ruidos fuera de lo corriente. Es fácil comprender que, en épocas en que todavía se ignoraba cómo se transmitía la infección, se estableciera una relación entre la muerte humana y los gritos del perro, los cuales se interpretaban como un presagio.