Durante las primeras tres semanas de vida los cachorros sólo se alimentan de la leche de la madre. La perra se tumba para amamantarlos y los perritos estimulan el flujo lácteo apretándole el vientre con las patas delanteras al tiempo que succionan. La perra pasa casi todo el tiempo con ellos. Luego, cuando ya tienen entre tres y cuatro semanas, la madre comienza a dejarlos solos durante períodos cada vez más largos, y al regresar, empieza a dejar de gustarle tumbarse en la postura de amamantamiento. Los cachorros, más activos ya, tratan de llegar a sus tetas y, si lo consiguen, la perra les permite alimentarse mientras continúa de pie. A medida que pasan los días, la perra evidencia cada vez más su impaciencia con ellos, y a menudo echa a andar mientras los perritos cuelgan de sus pezones y continúan mamando. Llegados a las cinco semanas de edad, les gruñe si se acercan con intención de alimentarse e incluso puede querer darles un mordisco. Sin embargo, cuando lo hace, siempre cuida de no llegar a tocarlos. El mordisqueo es sólo disuasivo, pero produce un efecto desconcertante en las crías, que quedan conmocionadas al ver que se les niega su ración de leche. Durante las dos semanas siguientes, los perritos pueden conseguir persuadirla para que les alimente de manera ocasional, pero el suministro está llegando a su final, y a las siete semanas, por lo general, se acaba su lactancia. En ese sentido se encuentran ya plenamente desarrollados. Aunque existen algunas perras que continúan dando leche hasta las diez semanas.
Durante la retirada gradual del suministro lácteo, los criadores de perros, como es natural, ofrecen ya a los perrillos cuencos de leche para lamer y alimento especial para cachorros, lo cual es muy conveniente para la perra, que se apresura a aceptar dicha ayuda. ¿Pero cómo se las arreglan, en este proceso de destete los perros salvajes, que tienen una vida muy dura, y carecen de amos humanos? En condiciones naturales, los perros tienen un método muy especial de destete positivo, que equilibra el efecto negativo de la retirada de la leche. Ofrecen alimentos predigeridos a sus cachorros a través de un proceso de regurgitación. Cuando la madre empieza a dejar sola a la camada durante períodos cada vez más prolongados, a la edad de tres a cuatro semanas, se dedica a cazar durante todo el tiempo que se halla alejada de la guarida. Tras matar la presa, ingiere la comida y luego regresa junto a sus hijos. Al llegar, su boca huele a carne y esto estimula a las crías a olisqueársela. Entonces empiezan a lamerle la boca, darle hocicazos, golpecitos en las mandíbulas e incluso a pegarle con las patas en la cabeza. En realidad, se comportan como los pajarillos en el nido, y con el mismo resultado. Sus acciones producen una respuesta automática en la hembra. Por muy hambrienta que esté la madre, no puede dejar de reaccionar a este «pordioseo» de sus cachorrillos, y regurgita su presa medio digerida.
Este acto material de regurgitación provee a la camada del perfecto alimento que necesitan, teniendo en cuenta que sus dientes de leche están empezando a despuntar y aún no son apropiados para masticar bien. En las semanas siguientes, mientras se agota su suministro lácteo, la madre dará cada vez más alimentos sólidos a sus cachorros en crecimiento, hasta que se convierta en la única fuente de nutrición. Al cumplir las doce semanas, habrán empezado a cazar por sí mismos, aunque esperen siempre una pequeña ayuda por parte de los padres.
Las perras domésticas, que sacan adelante sus camadas bajo supervisión humana, suelen fracasar en esta conducta de regurgitación. Los cachorros seguirán su proceso de destete, y al ser bien alimentados por los dueños humanos, tampoco serán capaces de desencadenar la reacción del regurgitado. Incluso así, la antigua respuesta se presenta de manera ocasional. Los propietarios ingenuos se muestran preocupados por esto y a veces telefonean aterrados a su veterinario, informando que su perra lactante está empezando a vomitar y que debe encontrarse enferma. Mal informados, friegan los alimentos regurgitados para impedir que los cachorros lleguen a tocarlos, por si está infectado el vómito, con lo que impiden a la camada que disfrute de su más natural dieta de destete.
Observaciones de los lobos criados en estado salvaje revelan que el regurgitar alimentos desempeña un papel más importante en la vida social del antepasado del perro. Cuando la loba está en la cueva para parir su camada, ella misma es alimentada por regurgitados alimentarios que le proporciona el resto de la manada. Confinada en su cubil durante los cruciales primeros días de la vida de la camada, sigue nutriéndose de esta manera. Luego, cuando los lobeznos empiezan a destetarse, sale ella misma a cazar para traerles sus presentes predigeridos. Pero no se encuentra sola en esto. Otros miembros de la manada, incluso los machos, hacen lo mismo. En realidad, los machos son sorprendentemente atentos con los lobeznos; realizan viajes hasta de treinta kilómetros para encontrar presas, y luego se apresuran a regresar al hogar para ofrecer la comida a las crías antes de que el proceso de digestión haya avanzado demasiado.
Existen dos refinamientos interesantes en esta conducta de los lobos. Los adultos están preparados para comer carne rancia o incluso putrefacta; pero nunca la ofrecen a sus cachorros. La camada, con sus estómagos más delicados, sólo recibe carne fresca de presas recién matadas. Asimismo, la cantidad ofrecida es cuidadosamente racionada, pues los adultos regurgitan montoncitos de comida separados, asegurándose de que cada cachorro disfrute sin problemas de su porción.
Más tarde, cuando los cachorros hayan desarrollado una buena serie de afilados dientes, los adultos les llevarán grandes trozos de carne en la boca, en vez de tragársela primero y predigerirla. Esto representa a menudo notables proezas de fuerza, cuando por ejemplo, una loba madre lleva a su camada media pata de una gran presa, que ha transportado en las mandíbulas durante más de un kilómetro.
Aunque los perros domésticos parecen los parientes insípidos de sus antepasados salvajes, debe recordarse que, para ellos, sus amos humanos son, simplemente, otros «miembros de la manada», por lo que, cuando esos benéficos compañeros ofrecen a sus cachorros comida adecuada, se trata de un acto perfectamente natural de cooperación. Los miembros de la comunidad de lobos harían exactamente lo mismo. No es para ella nada extraño; por lo tanto, acepta la ayuda humana sin la menor inquietud.
Existe un aspecto final del destete que merece mención especial. En el caso de que encontremos desagradable la idea de regurgitar alimentos, conviene recordar que antes de la invención de alimentos infantiles, las hembras humanas destetaban a su prole de una manera muy parecida. Las madres de las sociedades primitivas tribales masticaban alimentos hasta formar una pasta blanda y luego la transferían, boca a boca, a sus bebés. Digamos, incidentalmente, que esta acción de destete fue la que dio origen al acto humano de intercambiar besos amorosos. Por lo tanto, cuando un perro lame la cara de su amo, el comentario «me está besando» se encuentra más cerca de la verdad de lo que la mayoría de la gente llega a percatarse.