¿Cómo trata una perra a sus cachorros recién nacidos?

La preñez de la perra dura nueve semanas. El día anterior al parto, la perra está inquieta y rechaza la comida. Se vuelve más agresiva con los extraños y más amistosa hacia su «familia» humana. Si se le ha proporcionado alguna caja para el nacimiento, se retira a ella poco antes de alumbrar la camada y se tumba de lado, con la espalda contra la pared y la cara frente a la entrada. La respiración rápida se alterna con la lenta, como si el primer nacimiento fuera ya inminente. En cuanto nace el cachorro, su cuerpo puede estremecerse y sus patas traseras se retuercen levemente. Las crías van apareciendo a intervalos, más o menos, de media hora, y después de cada uno la perra efectúa una serie de actos rutinarios, como quitarles el saco vitelino, lamer el cuerpo del cachorrillo hasta que comienza a respirar, morder el cordón umbilical en un punto a unos ocho centímetros del vientre del pequeño, comerse la placenta y luego apretar al recién nacido contra su cuerpo. A continuación descansa, alrededor de la cría, y aguarda la siguiente llegada. Una típica camada de cinco cachorros tarda varias horas en nacer.

En todos los aspectos del nacimiento de las crías y la conducta de la madre se producen idénticos fenómenos que en la gata. Sin embargo, existe una interesante diferencia relacionada con la preparación del lecho en que la madre da a luz. La perra efectúa frenéticos movimientos excavatorios en el suelo de la caja de partos; pero esas acciones no se observan en la gata preñada, lo cual denota una diferencia clave en la conducta de los colegas salvajes de los perros y la de los gatos domésticos. Éstas escarban en tierra cuando entierran sus heces; pero no emplean acciones de excavar o abrir galerías cuando preparan sus cobijos para el parto. El gato salvaje busca hasta que encuentra una cavidad adecuada y ya dispuesta, lo cual constituye la razón de que los gatos domésticos pasen tanto tiempo explorando armarios por toda la casa; pero el lobo excava su propio habitáculo en la tierra. Y es un hogar en verdad impresionante. Por lo general, se localiza en la falda de una colina, cerca del agua, donde exista un buen drenaje, pero también un conveniente almacenamiento de bebida. Normalmente, la entrada de la guarida está debajo de una roca o del tronco de un árbol, lo cual provee de protección contra los derrumbamientos. La entrada en sí tiene medio metro de anchura y conduce a un amplio túnel de hasta cinco metros de longitud, al final del cual existe una cavidad ampliada, donde nacen las crías y pasan las tres primeras semanas de su vida. Algunas cuevas de lobos tienen varias entradas, todas ellas construidas con una gran actividad excavatoria y de removimientos de tierra. Y lo que es más, la loba no queda satisfecha con una sola vivienda. En caso de molestias, construye otra cercana a la que puede llevar las crías en caso de necesidad.

Todo esto resulta desorbitado respecto a una perra doméstica que trata de hacer un agujero en su caja de partos, pero conviene recordar el papel de la casa humana en la mente del perro. Un hogar típico tiene varias puertas que llevan a través de pasillos a las habitaciones. En términos perrunos, esto significa que toda la casa es una gran madriguera con varias entradas que conducen, por medio de túneles, a unas cavidades ensanchadas. En otras palabras, los humanos ya han hecho la «excavación» para la perra preñada. Lo único que falta es el suelo suavemente curvado de la cavidad de partos. Y esto es lo que la perra intenta rectificar con la única capacidad de excavar madrigueras que aún le queda: el frenético rascado en el fondo de la caja.

Otro rasgo interesante de la perra doméstica que da a luz es la disposición del lecho antes de que se produzcan los nacimientos. Muchos criadores de perros han informado que sus perras desgarran harapos y periódicos si se le han colocado en el fondo de la caja de partos. Se sabe que los lobos no preparan ningún lecho especial en el interior de sus refugios, por lo que, a primera vista parece haber aquí una notable diferencia con el animal doméstico que añade al repertorio de su conducta, algo que le falta a su antepasado.

Cuando todos los cachorros han nacido ya, están limpios y la perra los ha atraído hacia su reclinado cuerpo, el animal descansa y la camada comienza a alimentarse, succionando la primera leche, o colostrum, tan vital para proporcionarles una inmunidad contra las enfermedades. Otra diferencia entre los perros y los gatos hace muy pronto su aparición, puesto que los cachorrillos no parecen tener el mismo grado de «propiedad del pezón» que encontramos en los pequeños felinos, pues cada uno de ellos tiene su propia estación de suministro de alimento; pero los perritos se rigen por el sistema de «come donde quieras». La razón para esta diferencia no cabe duda de que radica en el hecho de que los gatitos tienen unas garras aguzadas y los perritos no. Las riñas entre ellos serían más dolorosas para la madre, y la propiedad de la tetilla evita los conflictos. Para la perra, con una progenitura de garras romas, un arañazo ocasional en busca de una posición no causa el menor problema.