Una actividad canina que origina la desesperación de sus dueños es el impulso que sus animalitos sienten de pronto y les hace lanzarse sobre algún objeto de olor repelente y luego revolcarse sobre él con la mayor despreocupación. Puede elegir una carroña, descubierta por casualidad en un largo paseo por el campo, o un fragmento de boñiga de vaca o de caballo. Se ha sugerido que esto representa el intento por parte del perro de borrar el olor de un rival con su propio olor. Esta interpretación se deriva de la observación de que, cuando un perro ha levantado la pata y dejado una «marca» de orina sobre un poste muy oloroso, cualquier perro que pase después se sentirá impelido a enmascarar el olor anterior levantando la pata y orinando exactamente en el mismo lugar.
No obstante, existe un fallo en esta explicación. El olor personal dejado al frotarse contra un objeto es mucho más débil que el depositado al orinar o defecar. Los objetos olorosos que los perros eligen para revolcarse en ellos tienen un olor particularmente potente y, si la función de la acción fuera enmascararlo sería mucho más lógico emplear la orina y las heces en abundante cantidad. Pero nunca se observa una acción así. Esto deja claro que el perro que se revuelca no pretende con ello enmascarar el fuerte olor de la sustancia, por lo cual debe buscarse otra explicación.
La respuesta más verosímil es que el perro no está tratando de dejar su aroma en el objeto, sino todo lo contrario. Al revolcarse sobre los excrementos de una vaca o los olorosos restos de algún otro animal, como un caballo o un ciervo, el perro cubre su pelaje con el olor extraño. Y esto le provee del perfecto camuflaje para cazar esos mismos animales. Incluso una repelente carroña, aunque su olor no sea parecido al de la presa, confiere al perro un olor menos depredador.
Una interpretación diferente busca en el «autoolor» una forma de hacer llegar la información a los otros miembros del grupo social del perro. Si un perro encuentra los excrementos de una posible especie de presa, se revuelca encima de ellos y luego regresa de su exploración para reunirse con los demás perros, puede estar contándoles su valioso hallazgo, y con ello instigar a una caza en grupo. Es verdad que, cuando un can se ha «perfumado» con excrementos, se hace muchísimo más interesante para sus amigos caninos, aunque le ocurra todo lo contrario con sus compañeros humanos. Sus congéneres lo rodean y lo olfatean con mucha atención, leyendo aquellas excitantes novedades olorosas. Pero no se sabe si, en estado salvaje, ello lleva en realidad a una caza inmediata.
El hecho de que, en experimentos de laboratorio, los perros se revuelquen sobre una amplia variedad de sustancias de fuerte olor, incluyendo cáscaras de limón, perfume, tabaco y basura, ha sido considerado como argumento en contra tanto de la teoría del camuflaje como de la de incitación a la caza. Sin embargo, la explicación es, simplemente, que los perros caen en una especie de éxtasis de olor cuando encuentran cualquier sustancia de poderoso aroma, sin tener en cuenta su particular naturaleza. Resulta difícil probar o debatir una idea así, por lo que el asunto posee escaso valor. Y conviene recordar que, en estado salvaje, donde evolucionó esta respuesta, el olor más fuerte que suelen encontrar es un montón de excrementos de una especie de presa. Las carroñas o restos de animales muertos no permanecen el tiempo suficiente para empezar a heder. En un auténtico lugar salvaje serían engullidas mucho antes de que esto sucediese. Y los otros artículos, como el perfume y el tabaco, no estaban disponibles para los lejanos antepasados de los canes. Por lo tanto, la reacción del perro moderno hacia ellos puede tener un significado escaso o nulo en términos de supervivencia.