Las asombrosas habilidades de los pastores y de sus canes durante los concursos de perros de pastor, en las transmisiones televisadas, siempre fascinan a sus amplias audiencias. Parece existir una misteriosa y casi telepática relación entre hombre y animal. Pero, aunque sus actuaciones son en verdad notables, son en realidad muy explicables en términos de conducta de caza canina. El perro pastor de labor, simplemente, está recurriendo a los instintos heredados de su antepasado el lobo, modificando su antigua pauta de caza para hacer frente a las necesidades del pastor. Esto queda todavía más claro si se tiene en cuenta el comportamiento colectivo de los lobos cuando cazan al acecho.
Verse rodeado por una manada de lobos constituye una experiencia memorable. Incluso con una manada bien alimentada, a cuyos componentes se ha conocido desde que eran cachorrillos, se produce una etérea sensación de que los animales se están abriendo en abanico a tu alrededor. Se percibe en ese momento lo que debe sentir un venado perseguido y a punto de morir. En el mismo momento se comprende, en un abrir y cerrar de ojos, lo que el perro pastor hace cuando conduce a un rebaño de corderos. En su comportamiento, trata de actuar como una manada de lobos compuesta por un solo perro. Las probabilidades están en contra de él. En vez de una sola presa y todo un grupo de depredadores, existen un único depredador y numerosas presas. El pobre perro ovejero debe realizar el trabajo de diez lobos, y no es de extrañar que esos asombrosos canes mueran más jóvenes que otras razas, por lo agotados que llegan a estar debido a su absorbente trabajo.
La razón de que los perros de pastor se fuercen hasta el límite es que, tan pronto se han echado en un sitio, mirando a las ovejas sin perderlas un momento de vista, se percatan de que, para su lupino horror, no hay ningún lobo a su izquierda, ni tampoco a la derecha. Ellos solos forman el antiguo rodeo. Por lo tanto, corretean de acá para allá, saltando y agazapándose, tratando de formar, en todo momento un círculo de lobos. Los instintos lobunos que hay dentro de ellos no les permiten otra cosa.
La estrategia de caza que llevan a cabo se basa en cuatro «instrucciones» innatas. La primera dice: cuando hayas localizado una presa, aproxímate a ella a la misma distancia que tus compañeros de la manada. La segunda afirma: mantente equidistante respecto del lobo que se encuentra a tu izquierda y del que se halla a tu derecha. Unidas, esas dos reglas producen de manera automática un círculo de lobos alrededor de la presa. Si alguna vez has visto a una manada formar un círculo en torno de tu cuerpo, habrás comprendido cómo se interrelacionan esas dos reglas. Cuando el grupo te avista y avanza, puede hallarse formando un cerrado racimo. Luego, al aproximarse, cada lobo se separa de sus compañeros más cercanos. Continúan abriéndose, pero manteniendo una determinada distancia respecto a ti. El rodeo, que parece algo tan elegante y complejo, es en realidad una maniobra muy simple. El perro pastor, mientras se precipita de una posición a otra en torno a un rebaño de ovejas, marca su propia «distancia clave» respecto a él, y luego procede a ocupar los diferentes lugares de sus ausentes compañeros de manada, uno después de otro.
Un tercer rasgo de la caza por una manada de lobos es la emboscada. Un lobo en particular puede realizarla por sí mismo, separándose de la manada que efectúa el rodeo y manteniéndose oculto para la presa. Tumbado inmóvil en el suelo, aguarda mientras el resto del grupo hace avanzar a la acorralada víctima hacia el lobo en acecho. Este refinamiento de la emboscada constituye también una parte de la estrategia del perro pastor. A veces correrá y se echará, como escondiéndose, muy pegado al suelo, mirando con atención a las ovejas. En este momento es el emboscado, pero cuando el rebaño comienza a moverse, se convierte de nuevo en todo el grupo que realiza el rodeo.
Un aspecto final e importantísimo de la caza de los lobos es el papel desempeñado por el miembro dominante de la manada. Este «lobo superior» es el que inicia los diversos movimientos y decide la selección de una presa en particular. Los otros lobos prestan gran atención a su conducta y siguen a su jefe. Esto evita los desacuerdos que destruirían por completo la eficiencia de la caza. Respecto del ovejero, el pastor es el «lobo superior», y por lo tanto sus mandatos son rápidamente aceptados en los momentos en que deben tomarse decisiones respecto a cómo manipular el rebaño de ovejas.
Existen diez instrucciones específicas que el pastor le da a su perro. Son las siguientes:
Con estas diez órdenes, explotando la pauta de caza del perro, el pastor puede hacer que su perro realice todos los sutiles y al parecer complejos movimientos que precisa de él. Transmite las consignas a través de una mezcla de silbidos, gritos guturales y señales visuales con el brazo.
Resulta interesante que la maniobra más difícil que debe enseñar a sus perros es hacer que se aparte del rebaño para que éste avance, porque eso va contra la conducta de caza del lobo, ya que el lobo dominante, en este caso el pastor, nunca desearía que sus subordinados alejaran la presa de él, si se tratara de un encuentro en el medio ambiente natural. Pero incluso esto es posible con los perros pastor, porque brindan una obediencia total a sus amos humanos.
De vez en cuando, un perro pastor ineficiente se precipitará hacia el rebaño y comenzará a morder las patas de las ovejas, como si comenzara un ataque de la manada contra ellas; pero esto es algo raro. La cría selectiva parece haber desarrollado un tipo de perro, de los que los collies rayados son los más famosos, que poseen una reluctancia innata a continuar sus preliminares acciones de persecución hasta las siguientes fases de la caza: el ataque y la muerte.