¿Pueden los perros mostrar remordimiento?

Muchos dueños de perros alegan que han observado que sus canes se comportan de una forma culpable cuando han hecho algo mal, como si tratasen de disculparse por sus desaguisados. ¿Se trata de un caso en que la gente atribuye a los perros unas emociones humanas que realmente no poseen, o son los caninos capaces de sentir remordimientos?

La explicación más obvia de una exhibición desacostumbrada de sumisión, por parte de un perro que «ha quebrantado las reglas», es que está respondiendo a la creciente ira de su dueño humano. Los perros son excelentes para detectar los «movimientos de la intención», los primeros signos reveladores de que algo está a punto de suceder. El amo que se halla a punto de expresar su cólera, tal vez tense su cuerpo antes de empezar a gritarle al perro, y el animal es capaz de leer esta tensión y obrar de acuerdo con ella. Por lo tanto, si empieza a acercarse sumisamente sin que todavía le hayan reprendido, puede muy bien deberse a que ha captado muy bien lo que está a punto de suceder. Una reacción de este tipo no puede llamarse remordimiento. El miedo es suficiente para explicarla.

No obstante, algunos dueños de perros insisten en que han visto a sus canes portarse de una manera sumisa, incluso antes de descubrirse el «delito». Por ejemplo, un perro dejado solo en una habitación con la puerta cerrada durante demasiado tiempo, puede llegar a dejar un regalito encima de la alfombra o, a causa del aburrimiento, ha roído una zapatilla o un guante, o comete cualquier otra fechoría para entretenerse. Si en el pasado ha aprendido que una conducta así está prohibida, podrá saludar el regreso de su amo con una extraña y excesivamente amistosa muestra de sumisión. Si el dueño no ha tenido aún posibilidad de observar la trastada, no hay forma de que su actitud proporcione al chucho ninguna pista respecto del «ataque de cólera que se está fraguando». Por lo tanto, la conducta del can es una acción de apaciguamiento originada porque sabe muy bien que ha hecho algo «malo». Esto significa que, en efecto, un perro es capaz de mostrar remordimientos.

Una conducta similar se ha observado en los lobos. A un grupo de lobos cautivos hambrientos se les tiró un gran trozo de carne, de tal forma que lo atrapó uno de los animales más débiles. Este individuo de bajo rango agarró la carne y se la llevó corriendo a un rincón. Cuando se le aproximaron los lobos dominantes se puso a ladrarles y a morderles para defender su posesión. En la sociedad lobuna, una de las leyes de conducta social es que la propiedad de un pedazo de comida deja sin efecto las relaciones de dominio. En otras palabras, no importa lo elevado o lo bajo que sea tu status social; en cuanto tienes una porción de comida en la boca es tuya. Ni siquiera el miembro más poderoso de la manada te la puede quitar. Se trata de lo que se ha denominado «zona de propiedad», que se extiende medio metro desde el hocico de cada lobo que está comiendo, y dentro de esa zona no se permite la entrada. Los dueños de perros habrán observado un fenómeno similar. Incluso el miembro más insignificante de un grupo de perros de compañía morderá y atacará a los otros si se acercan demasiado cuando devora un trozo de carne o roe un hueso. En el caso de esta manada de lobos hambrientos, los animales dominantes estaban lo suficientemente desesperados como para quitarle el trozo de carne al animal más débil, pero se contuvieron de hacerlo. Sin embargo, cuando se había comido la mitad de la carne, en un momento de descuido, el resto del trozo le fue robado cuando no miraba. Los dominantes se lo zamparon entonces tranquilamente. Una vez que todo hubo acabado, el animal más débil se acercó a los dominantes y les ofreció una acobardada exhibición de actitud sumisa. Cada uno de los «lobos de alto copete» recibió este tratamiento, a pesar de que no mostrasen ninguna amenaza ni signo alguno de agresión hacia el individuo de bajo status. Era como si el que atrapó la carne se sintiese impulsado a disculparse por su primera conducta, y quisiese dejar bien claro que no había realizado ningún reto serio a quienes poseían una categoría superior.

Aunque los dueños de perros pueden estar familiarizados con tales acciones y darlas por sentadas, no obstante revelan una muy notable y compleja aceptación de las reglas sociales por parte del perro. Se trata de una valoración que falta en muchas otras especies, y que se halla directamente relacionada con la mayor vida social de manada de los antepasados salvajes de nuestros perros domésticos.