Notas 7

[1] Véase Zygmunt Bauman, Legislators and Interpreters. Polity Press: Oxford, 1987, caps. 3 y 4. <<

[2] En diversos textos sobre Durkheim y elaboraciones sobre sus temas se ha aceptado ampliamente que el paradigma de la «producción social de la moralidad» no se puede aplicar a la sociedad como tal, esto es, a la que connota a una sociedad dotada de un Estado-nación. En el seno de esta «gran sociedad» se reconoce la presencia de más de un sistema moral autorizado. Alguno de ellos puede ir incluso en contra de la esencia del sistema moral promovido por las instituciones de la «gran sociedad». Por lo que a nuestro problema se refiere, sin embargo, el punto importante no es el monismo o pluralismo moral o la «gran sociedad», sino el hecho de c^ue, según la opinión de Durkheim, cualquier norma moralmente obligatoria, por minúscula que sea su aplicación, debe tener un origen social y estar reforzada por sanciones coactivas impulsadas por la sociedad. De acuerdo con esta opinión, la inmoralidad es siempre, por definición, antisocial (o, al contrario, la asocialidad es por definición amoral). De hecho, el lenguaje de Durkheim no permite que se exprese claramente otra cosa que no sea el origen social del comportamiento moral. La alternativa a la conducta regulada por la sociedad es la producida por los impulsos animales y no humanos. <<

[3] Richard L. Rubenstein, The Cunning of History. Harper: Nueva York, 1978, pág. 91. <<

[4] Richard L. Rubenstein y John Roth, Approaches to Auschwitz. SCM Press: San Francisco, 1987, pág. 324. <<

[5] Hannah Arendt, Eichmann in Jerusalem: A Report on the Banality of Evil. Viking Press: Nueva York, 1964, págs. 294-5. Alemania perdió la guerra y, por lo tanto, los asesinatos cometidos bajo las órdenes alemanas se han definido como crímenes y violaciones de reglas morales que transcienden la autoridad del poder del Estado. La Unión Soviética se encontraba en el bando de los vencedores. Por lo tanto, los asesinatos sancionados por sus dirigentes, aunque igual de odiosos que los alemanes, todavía están esperando recibir un trato semejante y eso a pesar del profundo trabajo de la era de la glasnost.

Aunque sólo se han descubierto algunos de los terribles misterios del genocidio de Stalin, ahora sabemos que los asesinatos en masa en la URSS fueron igual de sistemáticos y metódicos que los practicados más tarde por los alemanes, y que las técnicas que utilizaron los Einsatzgruppen las probó primero a escala masiva la formidable burocracia de la NKVD. Por ejemplo, en 1988, un semanario bielorruso, Literatura i Mastactva, publicaba los hallazgos de Z. Pozniak y J. Shmygaliev («Kuropaty: la carretera de la muerte», que posteriormente reeditaron Sovietskaya Estonia y Moskovskiye Novosti) sobre fosas comunes descubiertas cerca de todas las ciudades grandes de Bielorrusia que se habían Helado entre 1937 y 1940 de cientos de cadáveres. Todos ellos presentaban orificios de bala en el cuello o en el cráneo. Junto con los «enemigos del pueblo» del lugar yacían ciudadanos polacos deportados de los territorios orientales de Polonia recientemente anexionados. «La mayor parte de los objetos encontrados en la tumba N.5 deben haber pertenecido a intelectuales. Entre ellos se encontraron grandes cantidades de artículos de tocador, gafas, monóculos y medicinas, junto con zapatos de gran calidad, por lo general hechos por encargo, calzado de mujer elegante y guantes de vestir. A juzgar por el inventario de los objetos que se encontraron y por el hecho de que en muchos casos estaban cuidadosamente empaquetados (y también por otras evidencias como la presencia de comida y de maletas) podemos deducir que las víctimas habían abandonado sus hogares poco antes del asesinato y que no habían estado en prisión en su camino hacia la muerte. Se puede suponer que los “liquidaron (según la expresión actual) sin juicio”» (citado en un informe polaco, Strzelano w tyl glowy, Konfrontacje, noviembre de 1988, pág. 19). Por lo que sabemos, los descubrimientos de los dos emprendedores periodistas son la proverbial punta del iceberg. <<

[6] Alfred Schutz, «Sartre’s Theory of the Alter Ego», en Collected Papers, vol. I, The Haag, Martinus Nijhoff, 1967, pág. 189. <<

[7] Emmanuel Levinas, Ethics and Infinity: Conversations with Philippe Nemo, trad. Richard A. Cohen. Duquesne University Press: Pittsburgh, 1982, págs. 95-101. <<

[8] Hans Mommsen, «Anti-Jewish Politics and the Interpretation of the Holocaust», en The challenge ofthe Third Reich: The Adam von Trott Memorial Lectures, Hedley Bull (ed.). Clarendon Press: Oxford, 1986, pág. 117. <<

[9] Arendt, Eichmann in Jerusalem, pág. 106. <<

[10] Martin Broszat, «The Third Reich and the Germán People», en The challenge of the Third Reich, pág. 90. <<

[11] Véase Karl. A. Schleunes, The Twisted Road to Auschwitz: Nazi Policy Toward Germán Jews 1933-39. University of Illinois Press, 1970, págs. 80-8. <<

[12] Véase Ian Kershaw, Popular Opinión and Political Dissent in the Third Reich Clarendon Press: Oxford, 1983. <<

[13] Dennis E. Showalter, Little Man, What Now? Archon Books: Nueva York, 1982, p. 85. <<

[14] Citado por Joachim C. Fest, The Face of the Third Reich. Penguin Books: Harmondsworth, 1985, pág. 177. <<

[15] Popular Opinión and Political Dissent, págs. 275, 371-2. <<

[16] Popular Opinión and Political Dissent, pág. 370. <<

[17] Mommsen, «Anti-Jewish Politics», pág. 128. <<

[18] Raúl Hilberg, The Destruction of the European Jews, vol. III, Holmes and Meier, Nueva York, 1987, pág. 999. <<

[19] Véase Helen Fein, Accounting for Genocide: National Response and Jewish Victimization During the Holocaust. Free Press: Nueva York, 1979. <<

[20] Mommsen, «Anti-Jewish Politics», pág. 136. <<

[21] Mommsen, «Anti-Jewish Politics», pág. 140. <<

[22] Philip Caputo, A Rumour of War. Holt, Rinehart & Wisdom: Nueva York, 1977, pág. 229. <<

[23] John Lachs, Responsibility and the Individual in Modern Society. Harvest: Brighton, 1981, págs. 12, 13, 57-8. <<

[24] Christopher R. Browning, Fateful Months: Essays on the Emergence of the Final Solution. Holmes & Meier: Nueva York, 1985, págs. 66-7. <<

[25] Christopher R. Browning, «The Government Experts», en The Holocaust: Ideology, Hureaucracy and Genocide, Harry Frielander y Sybil Milton (eds.). Kreaus International l’ublications: Millwood (NY), 1980, pág. 190. <<

[26] 26. Browning, Fateful Months, págs. 64-5. <<

[27] En sus conversaciones con Charbonnier, Claude Lévi-Strauss definía nuestra civilización moderna como antropoémica (es decir, diferente de las culturas «primitivas» antropofágicas): «devoran» a sus adversarios mientras los «vomitan» (separan, segregan, expulsan y excluyen) del universo de las obligaciones humanas. <<

[28] Asignar, por medio del mito legitimador de la Civilización Occidental, todos los impulsos naturales, es decir, pre-sociales, (y, por lo tanto, también la «responsabilidad por el otro» en condiciones de proximidad) a la categoría de «instintos animales» y, por medio de la mentalidad burocrática, a la categoría de fuerzas irracionales, recuerda de forma más que casual a la difamación de todas las tradiciones locales y comunales durante la cruzada cultural que acompañó al afianzamiento del Estado moderno y a la promoción de sus pretensiones universalistas y absolutistas. Véase Zygmunt Bauman, Legislators and Interpreters. Polity Press: Oxford, 1987, cap. 4. <<

[29] Raúl Hilberg, «The Significance of the Holocaust», Bureaucracy, and Genocide, págs. 98, 99. <<