Notas 2

[1] Harry L. Feingold, Menorah, Programa de Estudios Judaicos de la Virginia Commonwealth University, n. 4 (Verano 1985), pág. 2. <<

[2] Norman Cohn, Warrant for Genocide. Eyre & Spottiswoode: Londres, 1967, págs. 267-8. <<

[3] Feingold, Menorah, pág. 5. <<

[4] Walter Laqueur, Terrible Secret. Penguin Books: Harmondsworth,1980. <<

[5] Cohn, Warrant for Genocide, págs. 266-7. <<

[6] He escrito con más detalle sobre este tema en «Exit Visas and Entry Tickets», Telos, Invierno 1988. <<

[7] Eberhard Jäckel, Hitler in History. University Press of New England: Boston, 1964. <<

[8] Véase Hitler’s Secret Book. Grove Press: Londres, 1988. <<

[9] Cohn, Warrant for Genocide, pág. 252. <<

[10] Citado en Walter Laqueur, A History of Zionism. Nueva York: 1972, pág. 188. <<

[11] 11. Max Weinreich, Hitler’s Professors: The Part of Scholarship in Germany’s Crimes against the Jewish People. Yiddish Scientific Institute: Nueva York, 1946, pág. 28. <<

[12] 12. W.D. Rubinstein, The Left, the Right and the Jews. Croom Helm: Londres, 1982, págs. 78-9. Yo expresaría esta observación de forma diferente: no fue la violencia concreta que tuvo como consecuencia la combinación de los antisemitismos, sino precisamente el fenómeno de antisemitismo que surgió de la combinación de perspectivas.

Debemos recordar que la situación social contradictoria de los judíos, que se prolongó hasta la Segunda Guerra Mundial, en la actualidad está desapareciendo rápidamente en casi todos los países occidentales prósperos y es difícil entender y calcular las consecuencias. Rubinstein aporta pruebas estadísticas convincentes de un movimiento masivo de judíos hacia el sector medio-alto de la escala social. El éxito económico unido a la eliminación de las restricciones políticas se refleja en el perfil político de la opinión judía: «Los judíos no son por lo general conservadores en bloque» (pág. 118). «No todos los neoconservadores son judíos, pero la mayor parte de sus dirigentes sí lo son» (pág. 124). La revista Commentary, que antes era liberal y progresista, se ha convertido en el órgano militante de la derecha y la historia de amor entre la clase dirigente judía y la derecha fundamentalista va viento en popa. En un reciente simposio sobre «El fin de una bella amistad» entre los judíos y el socialismo (véase The Jewish Quarterly, n. 2, 1988), Melanie Phillips confió: «Siento un gran placer cuando les digo a mis amigos y conocidos socialistas que ‘soy una minoría étnica’ y les veo retorcerse de histeria. ¿Cómo puede ser? Soy poderosa. Y ésta es la idea que tienen los socialistas, que Jos judíos ocupamos posiciones de poder. Están en el gobierno, ¿verdad? Poseen cosas, dirigen la industria y son terratenientes». Mientras que George Friedman plantea la siguiente interrogación retórica: «Los miembros judíos del gobierno se han asociado con unos programas muy poco populares. Cuando finalmente explote la burbuja… ¿qué sucederá? ¿Dónde estará para entonces la comunidad judía y dónde se encontrará en relación con el hundimiento y con las frustraciones de la clase trabajadora de este país?».

Es interesante observar que la situación social de los judíos alemanes inmediatamente antes del periodo nazi era muy parecida a la actual en Europa occidental y en especial a la de los Estados Unidos. Aproximadamente tres cuartas partes de los judíos vivían entonces de los negocios, el comercio, la banca y las profesiones liberales, en especial la medicina y la abogacía (contra un cuarto de población no judía). Lo que hacía que los judíos fueran particularmente visibles era que dominaban la industria editorial, la cultura y el periodismo. Dice Donald L. Niewyk en The Jews in Weimar Germany. Manchester University Press: Manchester, 1980, pág. 15: «Los periodistas judíos eran muy notables en todo el espectro de la prensa liberal y de izquierdas». Por razones de clase, los judíos alemanes se sentían inclinados a seguir al resto de las clases medias hacia la parte conservadora del espectro político. Si, a pesar de estas inclinaciones, mantenían una unión por encima de la media con los partidos y los programas liberales fue principalmente porque la derecha alemana era declaradamente antisemita y le repugnaban absolutamente los constantes avances de los judíos.

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[13] Anna Zuk, «A mobile class. The subjective element in the social perception of Jews: the example of the eighteenth century Poland», en Polín, vol. 2. Basil Blackwell: Oxford, 1987, págs. 163-78. <<

[14] Véase Zygmunt Bauman, Legislators and Interpreters. Polity Press: Oxford, 1987. <<

[15] Citado por George L. Mosse, Toward the Final Solution: A History of European Racism. J.M. Dent & Son: Londres, 1978, pág. 154. <<

[16] Joseph Marcus, Social and Political History of the Jewish in Poland 1919-1939. Mouton: Berlín, 1983, págs. 97-8.4. <<

[17] David Biale, Power and Powerless in the Jewish History. Schocken: Nueva York, 1986, pág. 132. <<

[18] Hannah Arendt, Origins of Totalitarism. Alien & Unwin: Londres, 1962, pág. 14. <<

[19] P. G. J. Pulzer, The Rise of Political Antisemitism in Germany and Austria. John Wiley & Sons: Nueva York, 1964, pág. 311. <<

[20] Arendt, Origins ofTotalitarism, pág. 20. <<

[21] Arendt, Origins ofTotalitarism, pág. 22. <<

[22] Jacob Katz, From Prejudice to Destruction: Antisemitism 1700-1933. Harvard University Press: Cambridge (Mass.), 1980, págs. 161, 87. <<

[23] Pulzer, Rise of Political Antisemitism, págs. 138-9. En el siguiente ejemplo se puede probar el sabor del predicamento judío en algunos casos: «En la Galitzia oriental y en las tierras fronterizas de Lituania y Bielorrusia, la situación era mucho más compleja y peligrosa, ya que allí los judíos se encontraban atrapados entre reivindicaciones nacionales rivales, lo mismo que sucedía en otras regiones del Este de Europa, como Transilvania, Bohemia, Moravia y Eslovaquia, en las que habitaban varias etnias. En la zona oriental de Galitzia, la población judía se identificaba con la cultura polaca y habían consentido en conceder la supremacía política a los polacos en el periodo anterior a la guerra. La mayoría de ellos eran ignorantes, acaso un tanto despectivos con el idioma local y les resultaban indiferentes las aspiraciones nacionales ucranianas. Por otro lado, la reciente República Ucraniana Occidental, proclamada en Lwów en el otoño de 1918, prometió a los judíos igualdad civil y autonomía nacional mientras que los polacos de la región no hicieron ningún esfuerzo por ocultar sus tendencias antisemitas. Sin saber de quién iba a ser la victoria final, y como no quería ofender ni a los polacos ni a los ucranianos, el Consejo Nacional Judío se proclamó neutral […] Algunos polacos consideraron que era señal de sus sentimientos a favor de los ucranianos y se vengaron en los judíos de Lwów cuando tomaron la ciudad en noviembre de 1918. Asimismo, los ucranianos denunciaron la neutralidad judía porque la interpretaron como una continuación de la ‘actitud tradicional de los judíos a favor de los polacos’» (Ezra Mendelsohn, The Jews of East-Central Europe Between the World Wars. Indiana University Press: Bloomington, 1983, págs. 51-2).

La historia se ha repetido, casi al pie de la letra, durante la Segunda Guerra Mundial. Los judíos de Polonia oriental dieron la bienvenida al Ejército Rojo en 1939 porque supusieron que les protegería de los nazis, abierta y violentamente antisemitas. De nuevo, lo que quedaba de la judería polaca después de la ocupación nazi consideró que las tropas soviéticas que avanzaban era una fuerza evidentemente liberadora. Para muchos polacos, tanto los alemanes como los rusos eran única y exclusivamente ocupantes extranjeros.

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[24] Geoff Dench, Minorities in the Open Society: Prisoners of Ambivalence. RKP: Londres, 1986, pág. 259. <<

[25] Katz, From Prejudice to Destruction, pág. 3. <<

[26] Patrick Girard, «Historical Foundations of Antisemitism», en Survivors, Victims and Perpetrators: Essays on the Nazi Holocaust, ed. Joel E. Dinsdale. Hemisphere Publishing Company: Washington, 1980, págs. 70-71. Pierre-André Taguieff ha publicado recientemente un estudio muy completo sobre los fundamentos sociopsicológicos del racismo y fenómenos relacionados, entre los cuales el resentimiento contra el métissage (mestizaje) tiene un papel primordial. El caso de los mestizos se diferencia de forma significativa de casos aparentemente similares de «límites desdibujados». Si los marginados sociales, las personas declassé, están, por decirlo de alguna manera, «des-categorizados» y los inmigrantes tienden a estar «a-categorizados», es decir, existen fuera de la clasificación dominante y, por lo tanto, en conjunto, no minan su autoridad, los mestizos están «supra-categorizados». Hacen que se solapen los campos semánticos que deben estar cuidadosamente vallados y mantenerse separados si la clasificación dominante quiere conservar su autoridad (véase La forcé du préjugé: essai sur le racisme et ses doubles. Éditions la Découverte: París, 1988, pág. 343). <<

[27] Arendt, Origins of Totalitarism, pág. 87. <<

[28] J. S. McClelland (ed.), The French Right. Jonathan Cape: Londres, 1970, págs. 88, 32, 178. <<