Anton con pintitas

Cuando el lunes por la mañana se miró al espejo en el cuarto de baño se encontró con una cara poco atractiva: por debajo de los ojos tenía unos oscuros cercos, y la piel parecía auténticamente amarilla.

No, no sólo amarilla. Sin creérselo, Anton se acercó todavía más al espejo. Tenía unas manchas más extrañas alrededor de la boca… Docenas de pintitas rojas no mayores que la cabeza de un alfiler.

¿Serían picaduras de mosquito? No, eran demasiadas para ser eso, y, además, estaban muy pegadas las unas a las otras.

«¡Una erupción de la piel!», pensó. ¡Tenía que haber comido algo que había digerido mal! A Ole, por ejemplo, le salían erupciones en la piel cuando comía fresas. Pero Anton el día anterior no había comido fresas…

Nervioso, se mordió los labios. ¿Tendrían las manchas algo que ver con Anna?

El sábado por la noche habían estado muy juntos en el alféizar de la ventana del señor Schwartenfeger… y allí Anna había dicho que para ella nunca sería lo suficientemente estrecho…

Y después Anna había estado en su habitación y le había enseñado el nuevo vestido rosa.

Pero la piel de Anna estaba tan pálida e inmaculada como siempre.

De repente se acordó de que Henning llevaba una semana sin ir al colegio porque tenía… ¡varicela!

Anton sintió que le sobrecogía un terror gélido.

¡Eso sería una auténtica catástrofe! Para aquella tarde tenía pensado recorrer con la bicicleta los alrededores del depósito de agua hasta encontrar la guarida secreta de Igno Rante. ¡Y estaba seguro de que reconocería inmediatamente la gran casa sombría!

Pero si ahora resultaba que tenía varicela, su estupendo plan se iría a pique. No, eso no podía ocurrir bajo ningún concepto. ¡Tenía que ir allí aquella tarde!

—¿Anton? —oyó que decía la voz de su madre desde la cocina—. ¿Dónde estás que tardas tanto?

—Ya voy.

Abrió el grifo y puso la cara debajo del chorro de agua fría. Después se frotó la boca con una toalla de baño. Un vistazo al espejo le convenció de que sobre la piel, más colorada que un cangrejo ahora, ya no se notaban las pintitas.

A pesar de ello también se lavó los dientes y se peinó cuidadosamente para dar la mejor impresión posible cuando se sentara a desayunar.