La dama de compañía

—Pero si hubiera sabido que quisiste salir corriendo detrás de mí —prosiguió ella con su voz normal, algo ronca—, ¡entonces, naturalmente, habría venido mucho antes!

Aunque… —dijo mirando hacia la ventana—, últimamente hemos tenido bastante jaleo en casa.

—¿Por qué?

—¿No te ha contado Rüdiger que vuelve su…, bah!…, Olga? —repuso Anna.

—¡Pero cómo! ¿No es ningún rumor? —murmuró sorprendido Anton.

Anna suspiró.

—Desgraciadamente no.

—Pero ese Rencoroso, Richard el Rencoroso… realmente no existe… ¿O sí? —preguntó perplejo Anton.

—¡Vaya que si existe! —contestó Anna con una voz a la que afloró el orgullo—. Él mantiene la comunicación entre los distintos vampiros esparcidos por toda Europa.

Anton se había puesto pálido.

—Y yo que creía que lo de Olga sólo era un rumor… Un rumor que Lumpi había lanzado para enfadar a Rüdiger…

Anna sacudió la cabeza.

—Pues, según parece, Olga llegará aquí dentro de cuatro o cinco semanas.

—¡Oh, no! —se le escapó a Anton.

—¡Sí, sí, dilo en alto, no te importe! —le corroboró Anna.

—Y Además —siguió diciendo sombría—, está lo del nuevo pretendiente.

Anton aguzó el oído.

—¿El de Tía Dorothee?

—Ah, ¿ya lo sabes?

—Sí, me lo ha dicho Rüdiger.

—¡Es terriblemente aburrido! —se quejó Anna—. ¡Y yo tengo que ir casi todas las noches y escuchar las cursiladas que él le dice a Tía Dorothee!

—¿ tienes que ir?

—¡Sí, de dama de compañía!

—¿De qué?

—¿No conoces la expresión? —dijo Anna con una risita—. Una dama de compañía es una vigilante que debe cuidar de la moral y la decencia.

—¿De qué debe cuidar?

—Bueno, pues de que Tía Dorothee siga siendo una viuda honrada —le explicó Anna llevándose la mano a la boca para taparse la risa.

Después, cuando volvió a ponerse seria, dijo:

—¡Si supieras lo aburrido que es ser dama de compañía! Noche tras noche se sientan los dos en el banco del parque y se arrullan y se besuquean… ¡como dos tórtolos! Y al final pasean horas y horas. Imagínate, Anton: ¡dos vampiros que están siempre paseando, a pie!

Anna se llevó la mano a la frente y lanzó un gemido.

—Afortunadamente, las dos próximas noches le toca a Lumpi. ¡Gracias a Drácula!

—¿También de dama de compañía? —preguntó Anton.

—No necesariamente de… dama —repuso Anna.

Ella se rió; tan alto que Anton miró sin querer hacia la puerta. ¡Y eso que estaban completamente solos en el piso!