Quiero mostrar mi agradecimiento a José Antonio Leal, a Fernando Alonso, a Marciano de Hervás y a Paloma Osorio por su paciencia al leer y opinar sobre un manuscrito que hubieran preferido leer sin errores. A Felipe Peral, que sobre sus propias manos me ilustró sobre las manos de los pianistas y me puso tras las huellas técnicas de los grandes músicos. A Felipe Fernández, que encaminó en buena dirección el manuscrito. Y a Juan Cerezo, que con mano sabia dirigió estas páginas hacia las planchas de edición. A todos ellos, muchas gracias.