El daño

Te he hecho daño, alma mía,

he desgarrado tu alma.

Entiéndeme.

Todos saben quién soy,

pero ese Soy

es además un hombre

para ti.

En ti vacilo, caigo

y me levanto ardiendo.

Tú entre todos los seres

tienes derecho

a verme débil.

Y tu pequeña mano

de pan y de guitarra

debe tocar mi pecho

cuando sale al combate.

Por eso busco en ti la firme piedra.

Ásperas manos en tu sangre clavo

buscando tu firmeza

y la profundidad que necesito,

y si no encuentro

sino tu risa de metal, si no hallo

nada en qué sostener mis duros pasos,

adorada, recibe mi tristeza y mi cólera,

mis manos enemigas

destruyéndote un poco

para que te levantes de la arcilla,

hecha de nuevo para mis combates.