IV

Cuando he llegado aquí se detiene mi mano.

Alguien pregunta: Dime por qué, como las olas

en una misma costa, tus palabras

sin cesar van y vuelven a su cuerpo?

Ella es sólo la forma que tú amas?

Y respondo: mis manos no se sacian

en ella, mis besos no descansan,

por qué retiraría las palabras

que repiten la huella de su contacto amado,

que se cierran guardando

inútilmente como en la red el agua,

la superficie y la temperatura

de la ola más pura de la vida?

Y, amor, tu cuerpo no sólo es la rosa

que en la sombra o la luna se levanta

o sorprendo o persigo.

No sólo es movimiento o quemadura,

acto de sangre o pétalo del fuego,

sino que para mí tú me has traído

mi territorio, el barro de mi infancia,

las olas de la avena,

la piel redonda de la fruta oscura

que arranqué de la selva,

aroma de maderas y manzanas,

color de agua escondida donde caen

frutos secretos y profundas hojas.

Oh amor tu cuerpo sube

como una línea pura de vasija

desde la tierra que me reconoce

y cuando te encontraron mis sentidos

tú palpitaste como si cayeran

dentro de ti la lluvia y las semillas!

Ay que me digan cómo

pudiera yo abolirte

y dejar que mis manos sin tu forma

arrancaran el fuego a mis palabras!

Suave mía, reposa

tu cuerpo en estas líneas que te deben

más de lo que me das en tu contacto,

vive en estas palabras y repite

en ellas la dulzura y el incendio,

estremécete en medio de sus sílabas,

duerme en mi nombre como te has dormido

sobre mi corazón, y así mañana el

hueco de tu forma

guardarán mis palabras

y el que las oiga un día recibirá una ráfaga

de trigo y amapolas:

estará todavía respirando

el cuerpo del amor sobre la tierra!