I

El sabor de tu boca y el color de tu piel,

piel, boca, fruta mía de estos días veloces,

dímelo, fueron sin cesar a tu lado

por años y por viajes y por lunas y soles

y tierra y llanto y lluvia y alegría

o sólo ahora, sólo

salen de tus raíces

como a la tierra seca el agua trae

germinaciones que no conocía

o a los labios del cántaro olvidado

sube en el agua el gusto de la tierra?

No sé, no me lo digas, no lo sabes.

Nadie sabe estas cosas.

Pero acercando todos mis sentidos

a la luz de tu piel, desapareces,

te fundes como el ácido

aroma de una fruta

y el calor de un camino,

el olor del maíz que se desgrana,

la madreselva de la tarde pura,

los nombres de la tierra polvorienta,

el perfume infinito de la patria:

magnolia y matorral, sangre y harina,

galope de caballos,

la luna polvorienta de la aldea,

el pan recién nacido:

ay todo de tu piel vuelve a mi boca,

vuelve a mi corazón, vuelve a mi cuerpo,

y vuelvo a ser contigo

la tierra que tú eres:

eres en mí profunda primavera:

vuelvo a saber en ti cómo germino.