La Juez De Marco advirtió en seguida el nerviosismo de su interlocutor; que la visita le resultaba ingrata era tan evidente como su destemplado estado de ánimo, lo cual le hizo pensar que, fuera cual fuese la razón de su presencia en el juzgado, no era por causa grata.

—Veamos qué es eso tan urgente que tiene que decirme —comenzó ella.

El hombre hizo un verdadero esfuerzo de voluntad para sobreponerse a lo que, a todas luces, le resultaba muy penoso.

—Verá usted, señoría —empezó a decir con voz entrecortada—. Lo que me trae aquí es relativo a… a la custodia de la niña…

—De su nieta —precisó la Juez, por tranquilizarle.

—Sí… No… —el titubeo alcanzó de lleno a línea de alerta de la Juez—. Verá usted —volvió a repetir el hombre—, de lo que se trata es… de que tenemos una información muy… Una noticia sorprendente que nos ha dejado conmocionados… Una noticia inesperada que…

—Veo que le está resultando muy difícil y quisiera ayudarle —la inquietud de la juez estaba subiendo por momentos aunque, como estaba a ciegas, trató de acelerar la declaración de Joaquín Piles—. Vamos a ver: ¿dice usted que tiene que ver con su nieta?

—Sí —contestó el otro, repentinamente abrumado—. Es por la niña. Hoy hemos sabido, hoy a primera hora, que nuestro hijo había solicitado una prueba de paternidad —lo soltó de golpe y pareció que se libraba de una gran carga.

Quien ahora sintió un golpe al corazón fue la juez, pero se rehizo de inmediato, si bien no logró ocultar su sorpresa.

—¿Eso es algo que se puede verificar? —preguntó.

—El médico de cabecera nuestro, de la familia quiero decir, ha hablado con nosotros. Vino anoche a nuestra casa porque tenía un problema de conciencia. Nuestro hijo le explicó que no debía decir nada a nadie, que era un asunto personal. No quiso darle explicaciones, sólo le dijo que quería hacer esa prueba y que le llevaría a la niña. El doctor no llegó a realizar la prueba completa y, naturalmente, guardó silencio, tal y como Cristóbal le había pedido; pero es de toda confianza, nos conoce desde hace años, y no sabía si romper la promesa y contárnoslo. Al final decidió contarlo porque en conciencia pensaba que tenía que hacerlo. Lo que no sé es si también lo sabía Covadonga y el doctor no puede confirmarlo —ahora el gesto del hombre era pesaroso.

La Juez se levantó decidida, casi con violencia, salió del despacho y regresó al punto con el inspector Alameda.

—Haga usted el favor —dijo dirigiéndose a Joaquín— de comunicar al señor inspector todos los datos que corroboren fehacientemente su declaración. Hable con él y ahora proseguiremos usted y yo.

Mientras los dos hombres hablaban, Mariana se retiró al pasillo para rehacerse. ¿Qué era lo que estaba ocurriendo con aquel caso? Sin duda los estaba invadiendo una especie de locura malsana o la locura misma estaba formada por tal cúmulo de ocultaciones que se le hacía insuperable el esfuerzo por digerirlas. ¿Hasta cuándo iban a estar surgiendo mentiras? Todo cuanto había parecido ser el cuadro en que se desarrollaban inicialmente los acontecimientos, desde aquella mañana en la que llegó por primera vez a la «casa del crimen» para encontrar un penoso espectáculo de sangre y abatimiento, se estaba transformando por completo, como una pintura sobrepuesta a la primera la cual, al ir siendo descubierta, mostrara una escena bien distinta pintada por una mano siniestra.

¿Cristóbal Piles solicitando una prueba de paternidad? «Hay veces —se dijo— que la vida se retuerce como una culebra; que al poner el pie sobre ella parece enrabietarse consigo misma como si quisiera castigarnos causando miedo y repulsión a la vez». ¿A qué extremo habían llegado las cosas en esa pareja para que Cristóbal acabase solicitando una prueba de paternidad? ¿Acaso era un matrimonio forzado también por la mentira o se trataba de un acto de absoluta vileza por parte del marido? Recordaba muy bien el momento en que Casio Fernández Valle le reveló que su hija se había casado embarazada, pero dio a entender que su yerno estaba perfectamente al tanto de ese hecho, por lo que ahora se le hacía incomprensible que éste hubiera solicitado una prueba de paternidad, salvo que quisiera quebrar la escasa resistencia psíquica que le quedara a Covadonga.

Ahora bien: ¿para qué?, ¿con qué intención?, ¿era ésta la verdadera causa de la muerte de Cristóbal Piles?