Todos contra la URSS
Durante los años de la Segunda Guerra Mundial, España se convierte en un hervidero de espías. Las tramas urdidas por alemanes, soviéticos, británicos y norteamericanos, principalmente, se entrecruzan en un enloquecido mercado de información y contrainformación. La OSS, precursora de la CIA, comienza a desarrollar con relativa libertad sus actividades en nuestro país a principios de 1943. Serrano Súñer, declarado partidario del Eje, ha sido destituido del cargo de ministro de Asuntos Exteriores un poco antes, en septiembre de 1942. En ese momento, las cosas empiezan a ponerse mal para los nazis en Europa y el régimen de Franco considera que hay que llevarse bien con Estados Unidos, que cada vez tiene más papeletas para convertirse en el nuevo «padrino» del mundo occidental. «Con lo bien que íbamos», dicen los falangistas en los cafés. El servicio de inteligencia norteamericano creado por William J. Donovan empieza a sentar las bases de una red de información que seguirá ampliándose hasta hoy.
«Antes de finalizar 1945, un año y ocho meses después de empezar su labor en España, el contraespionaje norteamericano ya había fichado en Madrid, Barcelona y Bilbao a 28 000 “agentes enemigos y sospechosos”», escribe Eduardo Martín de Pozuelo.[14] «Pese a esta labor de control, el responsable de este operativo secreto protestó a Washington por falta de libertad de acción para hacer trabajos sucios y de dinero para comprar confidentes en un país al que consideraba hostil para su cometido».
A lo largo de todo el período que va desde la caída de Francia, en junio de 1940, hasta su liberación, más de cuatro años después, el territorio español es utilizado por los servicios de inteligencia aliados como base de operaciones de espionaje dirigidas contra los alemanes en los territorios franceses ocupados. «Estas operaciones difícilmente habrían podido llevarse a cabo sin, al menos, la colaboración pasiva de ciertas autoridades españolas», se señala en un memorándum secreto norteamericano.[15] «Eran, además, de la mayor importancia para el desarrollo de la guerra, dado que se convirtieron en la fuente principal de inteligencia en lo referente a las disposiciones militares alemanas en el sur de Francia, sobre las que se basaron los planes de invasión aliados».
Durante los primeros años cuarenta también actúa aquí Harold «Kim» Philby, posiblemente el agente más famoso de la historia del espionaje. Llega por primera vez a España en 1937, con la Guerra Civil en todo su apogeo, y de inmediato empieza a bombardear a The Times con artículos escritos desde el lado franquista. Así se convierte en un reportero respetado por los sublevados, mientras trabaja para la NKVD (Narodnyi Komissariat Vnutrennik Del) soviética y, tres años después, se infiltrará como agente doble en el servicio de inteligencia británico. Paradójicamente, Franco llega a recibirle personalmente, el 2 de marzo de 1938, y le prende en el pecho la Cruz Roja al Mérito Militar, tras haber sobrevivido, con heridas leves, a un bombardeo republicano.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Philby vuelve a España al frente de la Sección Ibérica del MI-6, que todavía en ese momento tiene más fuerza que la estación española de la recién nacida OSS norteamericana. A lo largo de los años siguientes se vivirá el proceso de traspaso de hegemonía de un servicio a otro, dentro del mundo del espionaje occidental. Philby relata que, durante su misión en España, un día recibe un mensaje interceptado «Ultra» donde se revela que el jefe del servicio militar de inteligencia alemán, el almirante Canaris, va a visitar Madrid. Después, se desplazará en coche hasta Sevilla con una parada prevista para pasar la noche en una localidad manchega, Manzanares. «Yo conocía aquel pueblecito bien, por mi estancia en España durante la Guerra Civil», relata Philby.[16] «El único sitio donde podía alojarse Canaris era en el Parador. Envié un memorándum a mis jefes por si deseaban montar una operación de asesinato contra Canaris. Por lo que recordaba del Parador, no habría sido demasiado difícil arrojar un par de granadas a su dormitorio». Pero no se da el visto bueno a la operación. «Sólo después me enteré de que Canaris estaba en contacto con nuestro servicio a través de una conexión con Suecia», añade Philby.
La antigua agente Aline Griffith, condesa de Romanones, que trabajó para la OSS y después para la CIA, también apunta que Canaris tenía conexión con los servicios occidentales. En su libro La espía que vestía de rojo[17] escribe: «Himmler está tratando de desacreditar a Canaris ante Hitler, asegurando que el almirante tiene influencia sobre Franco y éste no se une al Eje. Canaris respalda conspiraciones contra Hitler. ¡Tenemos que proteger al jefe del servicio de inteligencia de nuestro enemigo!».
Finalmente, el almirante Canaris participa en el atentado fallido contra Hitler que ejecuta el coronel Klaus von Stauffenberg. Y todos los implicados en el plan son asesinados con saña por orden del Führer. Canaris muere ahorcado en el campo de Flossenbürg el 9 de abril de 1945.
En esos momentos, los servicios británicos y norteamericanos ya están tendiendo redes hacia los alemanes que ven acercarse la hecatombe del Tercer Reich y quieren olvidar su filiación nazi. Al final de la guerra, muchos de ellos se alinearán en las filas de Estados Unidos. Tras la rendición de Alemania, las confesiones de los miembros de los servicios de información nazis permitirán a la inteligencia angloamericana conocer con precisión los entresijos de los servicios secretos de Hitler. La información proporcionada por tan experimentados agentes y su propia integración en Occidente serán de excepcional utilidad para luchar contra el enemigo común: la Unión Soviética.
Philby es el primero en darse cuenta de lo que va a ocurrir. Deduce que los alemanes enfrentados con Hitler no desean detener la guerra contra la URSS. Pretenden eliminar al Führer, firmar la paz con los aliados y luego completar la invasión de la Unión Soviética. Todas las piezas van encajando: Europa acabará dividida en dos bloques. Aline Griffith, tan preocupada por la salud del almirante Canaris, tiene otra actitud muy diferente cuando habla de sus propios compatriotas de la Brigada Lincoln: «Resultaba confuso pensar en americanos ayudando a comunistas».
La relación cada vez más cercana entre los anglonorteamericanos y Franco deja numerosas víctimas por el camino. Antiguos colaboradores útiles. A raíz del desembarco norteamericano en Marruecos, en mayo de 1942, y del control de las costas norteafricanas por los aliados, los servicios de información de Estados Unidos inician una campaña de espionaje previa a una posible invasión de España. Este plan conduce a la creación de escuelas de preparación guerrillera entre los exiliados españoles, básicamente comunistas y anarquistas, tanto en Marruecos como en Argelia.[18] Las escuelas están controladas por los servicios secretos norteamericanos a través de la OSS y la OWI (Office War Information). Los españoles seleccionados desembarcan en las costas de Málaga, en las playas de Cantarriján y La Caleta, con el objetivo de recoger información para los servicios de inteligencia estadounidenses. Éstos, a cambio, favorecen el contacto entre los republicanos y los grupos de huidos de la costa andaluza. Además, introducen armas en España. Las acciones acaban de forma brusca en febrero de 1944, como resultado de una importante caída de comunistas en Málaga que se extiende por toda España. Muy posiblemente, los propios norteamericanos dan el chivatazo que permite a los franquistas acabar con unas operaciones que ya no le interesan a Washington.
Mientras tanto, el embajador del Reino Unido en Madrid es Samuel Hoare, un simpatizante de Franco que se opone a que los servicios de inteligencia de su país desarrollen en España operaciones contra los alemanes y, peor aún, conspiraciones para derrocar al Caudillo. Consigue vetar un plan del SIS (Secret Intelligence Service) de su país que consiste en abrir una oficina en Madrid para interrogar a los prisioneros aliados que hayan escapado a España de los campos de concentración alemanes. Hoare protesta con fuerza y el SIS se ve obligado a trasladar la oficina a Lisboa.
Desmond Bristow, uno de los principales agentes británicos que actúan en España durante esos años, revela que Franco ayuda en secreto a los aliados, contra los nazis, y que el Reino Unido y Estados Unidos conspiran, desde antes del final de la Segunda Guerra Mundial, para mantener a Franco en el poder.[19] «Franco nos vendía mineral de hierro, volframio y mercurio. Sin estos productos no habríamos podido colocar ni un solo tanque en el desierto para hacer frente a Rommel», escribe el veterano agente, que elige la localidad malagueña de Nerja para residir en ella tras jubilarse de su ajetreada carrera de espía. Al principio de la guerra, el volframio que se produce en el interior de Galicia sale asiduamente hacia Alemania desde el puerto de Vigo. Pero, a medida que avanza el conflicto, el Gobierno de Franco acuerda exportar también este mineral a los ingleses, en asociación con el Gobierno portugués.[20]
No obstante, los servicios británicos elaboran el proyecto «Relator», con el general Aranda y otros militares monárquicos afines a los aliados, para apoyar el regreso de don Juan al trono español. Una estrategia frustrada, organizada por el MI-6, que se desvanece con el mismo secretismo con el que comenzó a fraguarse. Una conspiración «de baja intensidad», como la que, unos años después, encabezará el general Beigbeder.
Desmond Bristow también recuerda las excelentes relaciones que mantiene el SIS británico con los servicios de inteligencia del PNV. En su libro, señala: «Los vascos nos estaban proporcionando muy buena información sobre los españoles decepcionados que volvían de la URSS. Envié a uno de ellos a la CIA, donde hizo un magnífico trabajo».
Desde antes de 1936, el PNV mantiene fluidos contactos con Gran Bretaña, y esa relación se estrecha desde que comienza la Guerra Civil. Posteriormente los «servicios» de los nacionalistas vascos conectarán también con la OSS norteamericana y acabarán cerrando filas en torno a la CIA. Durante la Guerra Civil, la OSS tiene en Bilbao a uno de sus mejores agentes, Earl Fuller. Y Arthur P. Dyer, del MI-6, también actúa en la capital vizcaína.
«La centralización de las rudimentarias redes de información nacionalistas que se han ido creando durante los primeros meses de la Guerra Civil se produce a principios de 1937, mediante la fusión de todos los pequeños grupos que ya están actuando. El servicio secreto vasco es bautizado oficialmente como Servicio de Información y Propaganda», señala Mikel Rodríguez en su exhaustivo trabajo sobre los «espías vascos».[21] Antón Irala, abogado y comerciante amigo del lehendakari José Antonio Aguirre, y el diputado José María Lasarte son sus primeros responsables. Pero Pepe Mitxelena, fundador del embrión de los servicios, sigue desarrollando un papel relevante y es quien toma la mayoría de las decisiones.
Durante la Guerra Civil, los nacionalistas intentan conseguir una paz por separado con Franco para Euskadi. Juan Ajuriaguerra, presidente del Bizkaia Buru Batzar del PNV, negocia a espaldas de Aguirre, contando con el soporte «logístico» de los «servicios». Se intenta llegar a un acuerdo con los fascistas italianos, buscando la intervención del Vaticano. «Alberto Onaindía, canónigo de Valladolid, se presenta en Roma para gestionar una mediación del Papa entre los sublevados y los jelzales. Justifica la oposición del PNV a la sublevación debido a que ni las derechas ni los militares le habían participado sus planes de rebelión ni invitado a tomar parte del movimiento.»[22] En mayo de 1937, Aguirre rechaza la propuesta de rendición condicional.
Pero la situación militar empeora en el Frente Norte y Ajuriaguerra ordena iniciar de nuevo los contactos. Se llega a un acuerdo: la entrega debe disfrazarse de captura militar para evitar las represalias republicanas. Para ello, se sugiere que los italianos ataquen por Reinosa y El Escudo, cercando a los vascos contra el mar. Los batallones vascos se niegan ya a aceptar las órdenes del Ejército del Norte. El 23 de agosto se apoderan de la Academia de Oficiales de Santoña y liberan a los dos mil quinientos presos franquistas encarcelados en el penal del Dueso. No sospechan que pronto ocuparán su lugar. En el siguiente contacto con los italianos, las condiciones de la entrega han cambiado: a los vascos se les exige la rendición incondicional. Franco sabe que el Frente Norte se hunde y que la desmoralización cunde entre las tropas nacionalistas, así que no está dispuesto a hacer ninguna concesión. Tras la rendición de agosto de 1937 en Santoña, muchos gudaris del PNV acabarán frente al pelotón de fusilamiento. Para frenar la matanza, los hombres de los servicios que tienen hilo directo con los británicos se ponen en contacto con ellos, pero éstos rechazan realizar ninguna mediación. Tras los sucesos de Santoña y la caída definitiva de la franja cantábrica en manos de las tropas sublevadas, casi todos los miembros de los «servicios» vascos escapan a Francia o son capturados.
«Hubo episodios que todavía no se han contado a fondo. Porque la gente sabía que existía ETA y que existía el PNV, pero no sabía —y muchos siguen sin saberlo— que había también una línea distinta, que nosotros llamábamos “Los Servicios”, los Servicios Vascos, que era una red que funcionaba en la más absoluta clandestinidad», explica Xabier Arzalluz en sus memorias.[23]
Y continúa el histórico dirigente nacionalista:
El PNV espiaba. La cosa empezó en el período de la guerra de Franco. Se organizó una muy buena comunicación entre la cárcel y el exterior, hasta París. Había que hacer saber al público lo que sucedía en las cárceles: malos tratos, condenas, fusilamientos, etc. Siguió durante la Segunda Guerra Mundial: información sobre el régimen de Franco y el Eje, sobre todo los nazis, especialmente en la Francia ocupada y en Sudamérica. La tercera fase fue lo que quedó funcionando en el marco de la Guerra Fría. Información a los americanos frente a la Unión Soviética.
Arzalluz habla del «anticomunismo primario de la gente vinculada a los Servicios y su empeño en vigilar a los comunistas para tener informada a la CIA». Antón Irala, delegado de los servicios en Nueva York y secretario personal de Aguirre, es un antiizquierdista llamado a hacer el papel de McCarthy entre los vascos.
¿De dónde partía ese fanatismo pronorteamericano? Pese a algún hecho anecdótico, como el telegrama de Sabino Arana a McKinley por su victoria sobre España en 1898, el ala más liberal del PNV siempre ha mirado hacia Londres. Y durante la Guerra Civil, en todo momento busca una mediación británica. Pero al final, Aguirre se afinca en Estados Unidos. Allí se distancia, desde su llegada, de los republicanos españoles y estrecha lazos con el Departamento de Estado. No obstante, al principio continúa cultivando su querencia por los británicos y no deja de tener contactos con los agentes del MI-6. Pero, por fin, son los servicios norteamericanos los que captan la red de espionaje del PNV para sus propios intereses. Aguirre comienza a despachar con Allen Dulles, representante de la OSS y futuro primer director de la CIA, a partir de 1947. Su hermano, Foster Dulles, será secretario de Estado.
«Los servicios tenían una red organizada desde París por el Gobierno Vasco y dirigida, muy bien, por cierto, por Pepe Mitxelena», explica Arzalluz.[24]
Era una red importante, que empezó a forjarse ya antes de la Segunda Guerra Mundial, en las cárceles y los campos de prisioneros. Luego la red fue creciendo, volcada en la lucha contra los nazis, sobre todo en Sudamérica.
Los barcos que viajaban a Sudamérica aseguraban el contacto con la gente de allí. En los barcos españoles, el puente, la oficialidad, era fascista, pero en las máquinas había muchos vascos y, por tanto, contábamos con bastante gente para llevar y traer informes y mensajes. José Antonio Aguirre se apoyó en la eficacia de esa red clandestina de contactos en América Latina para hacerse valer ante las autoridades norteamericanas y conseguir su apoyo.
Los alemanes tenían también redes importantes de espionaje en Argentina, Chile, Colombia, que rivalizaban con la que había organizado el PNV y financiaban los Estados Unidos.
Mientras, el embajador británico en España, el conservador sir Samuel Hoare, siente simpatía por el PNV Pone en marcha la Operación Azor, la creación de una organización secreta que cierre los pasos fronterizos en caso de invasión nazi. Durante el verano de 1942, los servicios vascos organizan redes clandestinas de paso a través de los Pirineos y vigilan las navieras Trasatlántica y Aznar, que en sus viajes desde América hacen contrabando de materiales estratégicos y trasladan información a agentes nazis. También en Bilbao comienzan a actuar los norteamericanos, a través de Earl Fuller. La OSS se instala en España bajo la tapadera de la American Oil Misión, y su sede está en la calle de Alcalá Galiano, en Madrid. Fuller es su responsable en Bilbao.[25]
A la OSS le interesa, sobre todo, que el volframio español no llegue a Alemania. Este escasísimo elemento, que ha alcanzado precios desmedidos en el mercado negro internacional, proporciona el toque final de dureza a la aleación de los aceros alemanes. Los servicios controlan todos los camiones cargados con ese mineral que pasan a Francia. También en el país vecino se establece la red vasca, que funciona cada vez con mayor eficacia hasta la liberación, con un correo semanal para Londres a través de España. Hay flecos de la red que colaboran en las operaciones de evasión aliadas y consiguen rescatar, evacuar y poner a salvo a varios centenares de pilotos derribados. Estos antifascistas sufren la terrible represión de los nazis.
«Hubo algunas historias muy curiosas», continúa relatando Arzalluz.[26]
Me contó Jesús Intxausti, «Uzturre»,[27] que también estuvo en los «Servicios», que una vez recibieron orden de enterarse del paradero y de la vida y milagros de Léon Degrelle, aquel belga nazi al que Franco dio cobijo.
Los Servicios se movieron rápidamente y descubrieron que Degrelle vivía en Madrid y que tenía una amante que era marquesa, condesa o no sé qué, que poseía una finca en Extremadura. Localizaron al chófer, investigaron qué gente vivía en los alrededores de la finca… Al cabo de un cierto tiempo comunicaron a París: «Lo tenemos localizado. Si quieren, lo atrapamos y se lo entregamos en Hendaya». Habían estudiado cómo secuestrarlo y llevarlo fuera. Pero recibieron un mensaje urgente en el que les decían que lo dejaran, ¡que los belgas no lo querían! Se ve que las autoridades belgas temían lo que ese tipejo pudiera sacar a relucir.
Los servicios vascos cumplen con mucha eficacia los encargos de los norteamericanos. La mayor parte de ellos están relacionados con el seguimiento de los comunistas españoles, en el exterior y el interior. Sólo el PCE y los vascos disponen de redes seguras para pasar clandestinamente la frontera. Los hombres del PNV son buenos conocedores del Pirineo. Incluso los socialistas recurren a ellos para introducir documentos y dinero en España. En un determinado momento se produce una ruptura entre los nacionalistas del interior y los servicios, cuando Ajuriaguerra, harto, dice que su misión política no consiste en vigilar a los comunistas, que para conseguir la libertad de Euskadi hay que luchar contra Franco. Los miembros de los servicios son anticomunistas convencidos. Incluso tiene un enfrentamiento fuerte con el lehendakari Aguirre. A partir de esa ruptura, los servicios actúan completamente al margen de la disciplina del partido. «Juan Ajuriaguerra me contó que un día de invierno le citaron en una esquina del barrio de Carabanchel o de Usera, en Madrid, y que le quisieron dar un maletín con dinero», relata Arzalluz. «Era el finiquito y no lo aceptó. Me dijo: “Bueno, luego lo aceptó Aguirre”».
En 1942, Aguirre es profesor en la Universidad de Columbia y cada vez más fiel al Departamento de Estado. Propone a los norteamericanos que se constituya una Confederación Ibérica, compuesta por España, Portugal, Euskadi, Cataluña, Galicia y las colonias africanas, alineada en la órbita norteamericana.
Y defiende para Latinoamérica un «panamericanismo democrático», de acuerdo con las consignas de la OSS. Bien preparado para su misión por los servicios de inteligencia norteamericanos, en 1942 realiza dos viajes por Latinoamérica en los que se entrevista con los presidentes de México, Perú, Chile, Colombia y Cuba y con dirigentes de otros países de la zona. José Antonio Aguirre va creando las bases de lo que luego será la democracia cristiana europea al final de la Segunda Guerra Mundial.[28]
Poco a poco, los servicios van dejando de considerar prioritario el seguimiento de las actividades de los agentes nazis en América para centrarse en la militancia comunista exiliada. Dice Aguirre:
El movimiento del Partido Comunista en Latinoamérica es ahora predominante sobre los movimientos falangistas y nazis … En el futuro, los trabajos de los servicios irán encaminados a vigilar las actividades comunistas, porque los comunistas, al igual que los fascistas, tienen por objetivo la destrucción de la influencia norteamericana en Latinoamérica y la creación de gobiernos revolucionarios en la línea soviética … Los vascos tienen especial interés en combatir el comunismo … Los comunistas son los más odiados enemigos de los vascos en España.
Y en un número de la publicación nacionalista Alderdi, de 1947, se puede leer el siguiente disparate:
Aunque parezca mentira, no es Rusia ni el bloque soviético el más interesado actualmente en remover a Franco, cuya sola persistencia les proporciona argumentos en la lucha internacional y en la lucha interna peninsular. Son los Estados Unidos y el bloque occidental los que necesitan removerlo.[29]
Los responsables de los servicios vascos difunden la consigna de que ni el partido ni el sindicato nacionalista deben realizar una labor de oposición a Franco, de acuerdo con el punto de vista de Estados Unidos y Gran Bretaña. Consideran que, en ese momento, oponerse de forma activa contra el dictador resulta beneficioso para Stalin, porque el sur de Europa es inestable y la caída de Franco puede provocar un desequilibrio incontrolable.
En esa línea se sitúan también los llamados «Eladios», un grupo que se acabará escindiendo del PNV. Xabier Arzalluz señala:
Aunque fueran enemigos de la acción, estos «eladios» tenían sus reuniones y sus historias. Sin embargo, la policía no les tocaba ni un pelo. Nosotros vimos en ese fenómeno, de nada de acción y mucha formación, la larga mano de los Servicios. El veterano Ander Barrutia me contó que Irala le decía que no convenía luchar contra Franco, porque era ayudar a Stalin. Y él le contestó: «¿Qué van a decir los gudaris?».[30]
En el orden internacional, los vascos tienen que ayudar a la gestación del movimiento democratacristiano. La respuesta política occidental al comunismo junto con la socialdemocracia. Washington financia a Aguirre para que participe en esa operación. Y a partir de 1946 se crean los Nuevos Equipos Internacionales, germen de la Internacional Demócrata Cristiana.
En París también se estrechan lazos primero con la OSS y después con su heredera, la CIA. Los contactos se mantienen en pisos francos de los norteamericanos. Desde allí se fragua la introducción de topos vascos en los países de Europa del Este: Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría. Con la cobertura diplomática de la República española y avalados por su trayectoria antifascista. Los servicios se financian completamente con ayuda norteamericana.
El agente más conocido de la red vasca es Jesús Galíndez, que será secuestrado y asesinado en 1959 por el dictador dominicano Leónidas Trujillo, para quien había trabajado. Sustituye en Estados Unidos al frente de los servicios a Antón Irala. Documentos desclasificados señalan que se convierte en confidente del FBI en 1950. Su campo de acción incluye al Partido Nacionalista de Puerto Rico, al Comité para la Unidad de Latinoamérica y a sus ex compañeros de la Brigada Lincoln, todos presuntamente filocomunistas para el senador McCarthy y sus seguidores.[31]
En otro capítulo de su libro, Arzalluz relata que, durante la última etapa de la dictadura, el PNV trae a Euskadi a uno de sus militantes, que actúa en Sudamérica conectado con los servicios, para que forme militarmente a algunos jóvenes de la organización:
A ese hombre, al que bautizamos como el Indio, nos costó Dios y ayuda traerlo. Se comprometió pero no vino; posiblemente porque sus jefes le dieron alguna otra misión. Estaba liado con los norteamericanos. Con la CIA y demás.
Él andaba mucho por Panamá, al parecer en la Escuela de las Américas, donde la CIA enseñaba tácticas de lucha antiguerrillera, técnicas de interrogatorio y uso de explosivos.
Nuestra gente se impacientaba. Pasaba el tiempo y el tipo no venía. Tuvimos una crisis interna por su culpa. Al final vino, pero la situación había cambiado y ya no había motivo para dedicarse a entrenar a los jóvenes en esas lides. Necesitábamos gente para la protección de los dirigentes del partido, así que le encargamos formar a algunos militantes para que cumplieran esas funciones en lo que solíamos llamar «la Ertzaintza del partido». No se trataba de que adiestrara a nadie en el uso de armas, sino que difundiera conocimientos básicos en técnicas de seguridad y prevención. El hombre empezó a dar charlas y, por lo que vimos, era un facha de mucho cuidado. Y descubrimos que estaba en contacto con un militar de los servicios de Carrero.
Después de los pactos de 1953, una vez asentados aquí a sus anchas, los norteamericanos deciden que ya no les hacen falta los agentes del PNV y les cortan el grifo de la financiación. Sin respaldo económico ni apoyo político norteamericano, los servicios vascos se desmantelan en 1959. Ya no son necesarios para obtener información sobre España, la CIA ha situado a sus propios hombres en puestos clave del régimen.