Desde hacía mucho tiempo, la simulada iluminación del cielo había aliviado a Aidan. Significaba que su turno había acabado. Que había pasado otro día. Podía subir la colina hasta su casa y tratar de olvidarse de que los días interminables que tenía ante sí serían iguales que el anterior.
Pero hoy, el paso gradual del tiempo hizo que su corazón bombeara de forma irregular. Se paseaba por su porche de un lado a otro como un animal enjaulado.
Tic-tac, tic-tac, como los relojes que había visto en la memoria de las Soñadoras. En cuestión de horas, Lyssa se quedaría dormida de nuevo y enviarían a alguien para que fuera a verla. Cuando ella le negara la entrada, haría que el conjunto de los Ancianos se pusieran en marcha y fueran a por ella en masa.
Tenía que encontrar una puerta entre su mundo y el de Lyssa y tenía que hacerlo ya.
Los posibles riesgos no podían disuadirle. Aidan estaba decidido. No quedaba otra opción ni alternativa. Si no lo hacía, Lyssa moriría.
¿Por dónde empezar? La curiosidad de Aidan le había conducido a meses de investigación de datos en la Sala de Conocimiento y sólo había encontrado vagas referencias a la creación de la fisura en algunos de ellos.
Aidan no contaba con meses.
—Tienes esa mirada en la cara —murmuró una voz detrás de él.
Aidan volvió la cara y vio a Connor subiendo los escalones del porche.
—Creo que he encontrado lo que algunos podrían considerar que es la Llave.
Connor llegó a la plataforma y agitó la túnica para quitarse las briznas de hierba húmedas que se le habían enganchado al dobladillo.
—Creía que habías dicho que la Llave no existía.
—Y no existe. —Aidan negó con la cabeza—. No existe. Y de hacerlo, estoy completamente seguro de que no es Lyssa.
—Vale…
—Lyssa puede verme —le explicó Aidan.
Connor entrecerró los ojos.
—¿Estás seguro?
—Ha hecho un dibujo de mi cara.
El suave silbido que se oyó en la tranquila mañana iba cargado de cosas que no necesitaban decirse en voz alta: sorpresa, preocupación y una alta dosis de correctivo.
—Espero que tengas pensado retirarte y dejar que los Ancianos se hagan cargo. Deberías abandonar esta misión en manos de otro.
Aidan detuvo su paso y la túnica descansó alrededor de sus tobillos.
—Ella no va a morir.
—Cross, deja de pensar con la polla —le advirtió Connor con tono grave.
—Sabes que ella no es la Llave —gruñó Aidan—. No hay modo alguno de que Lyssa pudiera abrir la Puerta de Entrada. Ni siquiera es posible que hubiese llegado allí. ¿Por qué tiene que morir por perpetrar un mito?
—¿Puedes decir con absoluta certeza que se trata de un mito? —Connor se pasó la mano por el mentón—. Antes creías que nunca encontraríamos a ninguna persona de esas características, así que por supuesto que todo era una tontería. Pero ahora has encontrado a una. Si ella es real, quizá la profecía también lo sea. ¿Estás dispuesto a poner en riesgo todo y a todos los que conocemos por un pedazo de carne?
Aidan se quedó mirando a su amigo con los puños apretados y sintió el verdadero peso de sus convicciones sobre sus hombros. Si no contaba con el apoyo de Connor, estaría completamente solo.
—No es un pedazo de carne. Vuelve a decir eso y verás lo que pasa.
—Vaya, hombre. —Connor se estremeció y negó con la cabeza—. Nunca le has dado ninguna oportunidad a las demás mujeres. Es la primera vez que pasas más de unas cuantas horas con una. Confía en mí. Todas son estupendas. Si quieres a alguien fijo con quien follar, cualquiera de las Guardianas solteras se ofrecerá voluntaria. Joder, la mayoría de las que tienen pareja también lo harían.
—Estoy harto de follar.
Connor se quedó inmóvil, mirándolo con verdadera estupefacción.
—¿Quién eres tú y qué has hecho con mi mejor amigo?
Aidan soltó una fuerte carcajada.
—Tú me conoces, Bruce. ¿Pondría a alguien en peligro sin una buena razón?
—Los hombres no son iguales cuando están encoñados. Ya lo has visto antes.
Caminando hacia el extremo del porche, Aidan colocó las manos sobre la barandilla de madera y vio cómo el cielo se iba volviendo más claro. Tic-tac. Aún no se había bañado y el olor del sexo duro seguía aferrado a su piel. Aquello exasperaba lo que en él había de primitivo, mientras se le clavaba más adentro el atractivo único de Lyssa. El tiempo que habían pasado juntos no era algo que desapareciera con un baño y se olvidara.
—Mira a tu alrededor —dijo Aidan, recorriendo con su mirada las ondulantes montañas—. Nada de esto es real. No es más que una ilusión para mantenernos cuerdos en este conducto.
—¿Y crees que lo que tienes con esta Soñadora es real? —preguntó Connor con brusquedad—. Es un sueño, Cross. Todo está en tu cabeza. Nunca la has tocado, ni la has besado, ni te la has follado. Estás viviendo en dos mundos diferentes. Al menos, éste está lleno de personas que sabes que son de verdad.
¿Cómo podía explicárselo? ¿Cómo podría expresar con palabras que las caricias soñadas de Lyssa estaban mucho más vivas para él que las de cualquier otra Guardiana?
—Es veterinaria —Aidan miró a su amigo—. Sabe cómo tratar a los animales y a las almas heridas. Le encanta la pasta, sobre todo si lleva nata y tomates secos. Conduce muy deprisa y le ponen muchas multas, pero no le importa. «Sólo se vive una vez». Ése es su lema. Le encanta la playa y los cócteles margarita y está tremendamente atractiva cuando se pone el biquini. Está saliendo con un tipo que se llama Chad y le gusta, pero es a mí a quien quiere. —Esto último le hizo sonreír.
Connor se sentó pesadamente en el escalón superior y dejó caer su rubia cabeza entre las manos.
—¿Por qué me cuentas esto?
—Porque no se trata simplemente de una Soñadora. Es real. Y cuando estoy con ella, yo mismo me siento real.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Connor soltando un resoplido de frustración—. No puedes sacarla de su mundo y esconderla.
Aidan apoyó la cadera en la barandilla y se cruzó de brazos.
—Tengo que evitar que Lyssa entre en el Crepúsculo.
—¿Cómo coño…? —exclamó Connor frunciendo el ceño—. ¡Ni hablar! ¡Para nada! Ni siquiera sabes cómo provocaron los Ancianos la grieta.
—Ellos lo saben. No me queda otra alternativa. No tengo tiempo suficiente para hacer nada productivo aquí. En el Exterior, podría…
—¿Podrías qué? Las respuestas que necesitas están aquí dentro, no fuera.
—Sí —admitió Aidan en voz baja—. Eso es cierto.
Connor abrió los ojos de par en par.
—¿Quieres meterme en esto?
—No te estoy pidiendo nada. Sólo tu discreción. Pero si te sientes altruista y decides ayudarme, no te diría que no.
—Corta el rollo. —Connor le lanzó una mirada de reojo feroz—. Siempre te he apoyado. Que me cuelguen si dejo de hacerlo ahora. Eso sería una cagada mía, no tuya. Y ésta… Ésta, amigo mío, es toda tuya.
La boca de Aidan dibujó una sonrisa de agradecimiento.
Bajaron los tres pequeños escalones hacia el césped de delante de la casa y Connor empezó a rondar con un claro gesto de frustración. Se movía con la elegancia de un guerrero, a pesar de su enorme tamaño y de que su peso aplastaba la hierba bajo sus pies y dejaba un rastro al pasar.
—¿Qué necesitas que haga?
—Cuando me haya ido, busca el modo de entrar en el Templo de los Ancianos y accede a la base de datos. A ver si puedes encontrar un modo de traerme de vuelta. Tengo una idea que me permitirá investigar esto mientras no estoy, pero tienes razón. La mayor parte de lo que voy a necesitar estará aquí.
—¿Cómo tienes pensado llegar hasta tu Soñadora?
—No es un plan muy bueno, pero es el único que tengo.
—¿Vas a contármelo?
—Bueno, supongo que simplemente cogeré a algún Anciano y lo tendré como rehén hasta que me cuente lo que necesito saber.
Connor se detuvo ahogando un grito.
—¿Ése es tu plan? Tío… Sí que tiene que follar bien esa mujer.
—¿Tienes una idea mejor, listillo?
—No. —Connor dio una patada en la hierba—. Pero es un plan estúpido. No tienes ni idea de si los Ancianos saben o no lo que tramas.
—Bueno, pues estoy a punto de descubrirlo —contestó Aidan encogiéndose de hombros.
***
Vestido para la batalla con pantalones anchos y una guerrera, Aidan se escabulló en el interior del Templo de los Ancianos con paso silencioso. Se movía entre las sombras, consciente de las cámaras que grababan a todos los visitantes.
El pecho se le elevaba y hundía con un ritmo constante y el corazón le latía lento y seguro. Había visto salir a la mayoría de los Ancianos, dejando atrás al único centinela que debía permanecer en retiro y meditación. El único guardia que estaba en la puerta se distrajo fácilmente con los ruidos sospechosos que provocó Connor y Aidan se escabulló detrás de él y entró en el frío y oscuro haiden.
Tic-tac. En el silencio sepulcral de aquel edificio de piedra, el implacable decrecer del tiempo era ineludible.
Aidan atravesó el largo pasillo que llevaba al honden, una parte separada del complejo del Templo que dudaba que jamás hubiese sido pisada por un Guardián. El suelo bajo sus pies empezó a oscilar, volviéndose traslúcido y mostrando un caleidoscopio de colores que se arremolinaban. La parte de él que lo cuestionaba y lo investigaba todo quería detenerse a mirar, pero el corazón le instó a seguir adelante.
Se detuvo un momento en el umbral de una entrada arqueada y el vello del cuello se le puso de punta mientras aguzaba los sentidos. Aquel aviso era claro y él nunca había dudado de sus instintos. Cuando entró en la habitación redonda estuvo preparado para la espada que le embistió, y la apartó a un lado con un bloqueo perfecto.
Sólo tuvo una fracción de segundo para ver las paredes cubiertas de libros forrados en piel y la gran consola que dominaba el amplio espacio antes de que la figura vestida con una toga gris volviera a embestir contra él.
—Has infringido la norma de no pasar, capitán —siseó la voz desde las sombras de su capucha. Con sus anchas mangas cayendo hacia atrás y dejando a la vista unos brazos pálidos pero musculosos, dio una estocada hacia adelante; el Anciano luchaba con una sorprendente ferocidad.
Aquello no disuadió en absoluto a Aidan. Concentrado y decidido, actuaba con frialdad. No tenía ni idea de qué era lo que impulsaba al Anciano, pero, en su caso, era la desesperación. Como el fracaso no era una opción, no tenía nada que perder.
Dando pasos adelante y atrás, girándose y arqueándose para esquivar las relucientes espadas en una danza macabra, ninguno de los dos llevaba ventaja. Aidan se maravillaba de ello mientras su pecho jadeaba sólo ligeramente por el esfuerzo, pues su cuerpo estaba bien en forma como para sentir siquiera un indicio de fatiga. Necesitaba al Anciano vivo, pero éste no tenía un motivo apreciable para devolverle el favor.
Enseguida, el Anciano, aunque muy diestro, empezó a cansarse. Simplemente no podía compararse con un oponente que sostenía una espada en sus brazos la mayor parte de las horas y días de su vida. Tropezó con el dobladillo de su túnica y cayó hacia atrás. Al agitar los brazos, la espada se le cayó de la mano y se deslizó por la piedra. Tratando de mantener el equilibrio, golpeó con la palma de la mano la superficie de la consola central y ésta se iluminó con centelleantes luces.
Aidan se quedó inmóvil al ver la cara que quedó al descubierto cuando se le cayó la capucha gris.
—Maestro Sheron —susurró mientras dejaba caer el brazo que sostenía la espada.
Entonces, lo volvió a levantar rápidamente, presionando la punta mortal contra la carótida del Anciano que bombeaba a toda velocidad cuando se disponía a tocar el teclado táctil.
—¡No!
—Tienes que dejarme.
—No. —Aidan estudio a su antiguo profesor con los ojos bien abiertos.
Su piel pálida, su pelo completamente blanco y las pupilas tan abiertas y oscuras que ocupaban el blanco de sus ojos, hacían que el mentor a quien había conocido pareciera el cadáver del hombre vital que había sido antes.
—Si no me dejas arreglar lo que acabo de hacer, moriremos todos, incluida tu preciosa Soñadora —insistió Sheron con voz áspera.
Aidan se quedó inmóvil, entrecerrando los ojos mientras un ruido sordo le atravesaba la suela de sus pies y se extendía hacia arriba a través de los huesos.
—¿Qué coño…?
—Si me dejas continuar te contaré lo que has venido a buscar aquí —dijo Sheron levantando el mentón con silencioso desafío.
Dejando escapar un suave suspiro y consciente de que no tenía tiempo para discutir, Aidan asintió y dio un paso atrás para retirar la espada. El Anciano se giró de inmediato y empezó a manipular frenéticamente la consola, pulsando por fin una combinación de teclas que hizo que las luces dejaran de parpadear, después se volvieran azules y, finalmente, se apagaran.
Dejando las manos en el filo, Sheron se derrumbó visiblemente aliviado.
—No tienes mucho tiempo.
—¿Tiempo para qué?
—Para llegar al lago antes de que se percaten de tu ausencia.
—Explícate —le ordenó Aidan bruscamente.
—Quieres cruzar al otro lado. —Sheron echó la mano hacia atrás y se levantó la capucha, volviendo a ocultarse tras el velo de las sombras—. Hemos visto claramente que tu insatisfacción ha ido en aumento en las últimas décadas y llevamos semanas escuchando rumores sobre tu encaprichamiento de esa Soñadora. Tu forma de actuar de hoy sólo puede significar una cosa, que prefieres estar con ella antes que cumplir con tu deber aquí.
Levantando el brazo, Aidan deslizó su espada dentro de la vaina que llevaba cruzada a la espalda. Dejó escapar un profundo suspiro mientras se preguntaba si Sheron sospechaba el verdadero motivo por el que deseaba marcharse. Sin poder contar con la interpretación de la expresión facial del Anciano, no tenía modo de saberlo. Aquella voz carente de matices y emoción no revelaba nada.
—¿Qué tengo que hacer?
—Buscar en tu conciencia. Eres nuestro mejor guerrero. Tu pérdida alterará considerablemente el equilibrio entre los Guardianes y las Pesadillas. La moral caerá en picado. Una decisión egoísta, ¿no te parece?
—Vete a la mierda. —Aidan se cruzó de brazos—. He dado de mí más que suficiente. Me niego a sentirme culpable por desear algo para mí solo. No habéis vacilado en chuparme toda la sangre. ¿Y soy yo el egoísta?
El rápido movimiento arriba y abajo del pecho de Sheron fue la única señal de que había tocado la fibra sensible.
—Tendrás que atravesar la Puerta de Entrada —espetó el Anciano—. Tras la loma encontrarás un lago.
—Sí, lo he visto. —Aidan notó cómo su mentor sonreía.
—¿Por qué no me sorprende? Siempre has sido demasiado curioso.
—Continúa. No tengo tiempo para recuerdos.
—Cuando llegues al lago, sumérgete en él. Verás una luz que procede de una cueva. Hay una gruta allí, protegida por dos Ancianos.
—¿Qué hacen ahí abajo?
Sheron extendió las dos manos con las palmas en paralelo.
—En el espacio que hay entre la vigilia y el sueño está el lugar donde algunos humanos entran a la fuerza. Merodean por ahí, más despiertos que dormidos, pero no lo suficientemente conscientes como para comprender. Hubo una vez en que pensamos que la Llave acudiría a nosotros de este modo. Ahora simplemente evitamos que se adentren demasiado por este conducto. Las Pesadillas son depredadoras. Harían uso de este tenue enlace si pudieran.
Aidan frunció el ceño y, a continuación, abrió los ojos con sorpresa.
—¡Hipnosis!
—Sí —admitió Sheron—. Así es como lo llaman los Soñadores.
—¿Así es como entramos nosotros por primera vez?
—No.
Hubo algo en el tono del Anciano que le hizo detenerse.
—¿Existe más de una forma de hacer ese viaje?
—Sólo hay una forma que permitirá que un Guardián recorra ese camino —fue la respuesta evasiva.
—¿Cómo sé que me estás diciendo la verdad?
—¿Cómo sé que no me vas a matar ahora que ya lo sabes?
Hubo ocasiones en que había tenido que actuar basándose en información incorrecta o dudosa, pero a Aidan nunca le había gustado eso. Esta vez, lo odiaba. Si le enviaban en la dirección equivocada…
Agarró al Anciano por el codo.
—Vas a venir conmigo.
—No puedes…
—Sí que puedo. —Lo sacó a rastras de la sala y por el pasillo, haciendo una rápida pausa en la biblioteca privada del Anciano.
—¿Qué estás haciendo? —protestó Sheron cuando Aidan fue directo a los libros de historia que se habían ocultado al público en la Sala del Conocimiento completamente electrónica.
—Llevarme algunas respuestas. —Pasó los dedos por los lomos de los libros hasta que llegó al lugar donde debía haber encontrado el texto que relataba los dos años anteriores y posteriores al descubrimiento de aquel conducto—. ¿Dónde está?
—Se perdió.
—Tonterías.
—Lo perdí —insistió Sheron secamente—. No tengo ni idea de dónde está.
Aidan levantó la mano para coger la empuñadura de su espada y la sacó lentamente.
—Te necesito vivo, pero no sano.
—¿Estás echando por la borda siglos de vida con Guardianes que te admiran y respetan por un par de horas con una Soñadora?
—Vosotros habéis permitido con vuestros secretos que mi descontento se encone. —Aidan presionó la punta de su espada contra el pecho de Sheron—. Ahora dime, Maestro, ¿dónde han escondido los Ancianos los libros que estoy buscando?
—Nunca te lo diré. Puede que tú hayas abandonado a tu gente, pero yo no lo haré.
—Como quieras. —Aidan agarró a Sheron y lo arrastró al pasillo y, de nuevo, hasta la sala de controles.
—¿Qué haces?
—Vamos a dar unos cuantos golpes a la consola, a hacer que esas luces se enciendan y que suenen las alarmas. Después, nos dirigiremos al lago.
—¡No puedes hacer eso! —Sheron empezó a revolverse con los ojos abiertos de par en par—. Vas a destruirlo todo.
—Oye, eres tú el que ha dicho que he abandonado a mi gente. ¿Qué me importa a mí si salís todos por los aires como una supernova o lo que demonios sea que pase? Yo estaré en la Tierra con mi Soñadora.
—Maldito seas.
Aidan lo miró sorprendido.
—¿Qué me dices?
Sheron tomó aire con fuerza y, a continuación, hizo una señal hacia la biblioteca con una fuerte sacudida de la mano. Una vez que volvieron a la amplia sala, el Anciano se acercó a una estantería que contenía antiguos textos de medicina y sacó varios de ellos, dejando al descubierto una pequeña puerta detrás que, una vez abierta, dejaba ver el libro que Aidan estaba buscando.
Cogiéndolo de la mano extendida de Sheron, Aidan lo introdujo en el morral que llevaba sujeto a su muslo y lo cerró.
—Muy bien. Vámonos.
Salieron juntos al haiden, donde dio un suave silbido que se elevó para caer después con un ritmo pausado y, a continuación, recibir el mismo sonido. Connor lo seguiría a una distancia discreta.
—Sois más de uno —comentó Sheron con tono inexpresivo.
—No. Sólo yo. —Aidan llegó al patio exterior y saltó al interior del Crepúsculo, tirando detrás de él de Sheron, que trataba de zafarse. Se deslizó rápidamente entre la neblina y empleó todas sus energías en conseguir avanzar a la mayor velocidad posible.
El cielo empezaba a oscurecerse cuando llegaron al lago. Aidan se sumergió hasta el fondo de aquel agua helada que no se calentó por mucho que lo deseó. A su lado, Sheron permanecía quieto, atravesando el agua como si fuera la hoja de una espada. Tardaron un momento en encontrar la gruta y, después, emergieron, jadeantes.
Lo primero que vio Aidan fue roca negra cubierta de musgo, pero una inspección más atenta le mostró que allí no había subterfugio. Subió a un saliente superficial y tiró de Sheron para sacarlo del agua, recorriendo rápidamente con la mirada la consola circular que manejaba un sorprendido Anciano en prácticas. En un escritorio cercano, otro Anciano aprendiz se puso de pie de un brinco. Por encima de sus cabezas, se proyectaban escenas como si fuesen películas, atisbos del interior de las mentes abiertas de miles de personas hipnotizadas.
Aidan se puso de pie, con su rehén goteando agua, y se dirigió hacia los otros hombres con rápidas zancadas, casi corriendo. Empujó a Sheron contra el hombre que estaba en el escritorio y consiguió tirarlos a los dos al suelo y dejar libre su brazo para lanzarlo hacia delante con una fuerza demoledora.
El tremendo golpe de su puño contra la mandíbula del aprendiz que estaba en la consola resonó con fuerza e hizo que el otro diera un grito y arremetiera contra él. Una rápida flexión y un empujón de su cuerpo hacia arriba lanzaron hacia atrás al hombre, que cayó sobre la pared de roca, donde quedó tan inconsciente como su compañero.
Movió los hombros y se colocó bien la ropa. Lanzó a Sheron una mirada glacial.
—En marcha.
Sin inmutarse, el Anciano se acercó a la consola y se sentó en una silla giratoria metálica que estaba anclada al suelo de piedra.
—Tenemos que alcanzar a un Médium cuando estén en su estado más profundo. Tú debes sujetarte a su subconsciente y recorrer su estela hacia el interior de su plano de existencia. Una vez allí, la alteración temporal provocada por tu aparición causará una… pequeña interrupción en el tiempo. Una pausa breve que te permitirá salir de allí sin ser visto. De todos modos, ésa es la teoría.
—¿La teoría? —preguntó Aidan arqueando una ceja—. ¿Eso es todo lo que puedes hacer?
—No lo he hecho nunca en persona —aclaró Sheron.
Aidan asintió con seriedad.
—¿Hay algún modo de escoger a un Médium que esté cerca de ella? —preguntó. Si llegaba al otro lado del mundo, podría tardar varios días en encontrarla. No llegaría hasta ella antes de que se volviese a quedar dormida. La idea de ver a Lyssa enfrentándose a los golpes de la puerta y a aquellas siniestras criaturas engatusándola le puso furioso e hizo que se le despertaran unos sentimientos de posesión que nunca pensó que sería capaz de albergar.
—¿Dónde está tu elogiada paciencia, capitán?
—Agotándose —le advirtió Aidan.
Sheron negó con la cabeza reprendiéndolo en silencio.
—Por suerte para ti, la Soñadora a la que quieres encontrar vive en una zona llena de excéntricos. Hay una alta concentración de Médiums en California. Ten en cuenta una cosa: una vez que vayas, no hay forma conocida de volver.
—Déjate de charlas y hazlo.
Aidan empezó a caminar a un lado y a otro, sujetándose las manos por detrás de la espalda y mirando a todos lados. Esparcidos por el escritorio de al lado había papeles sueltos y libros abiertos. Estaba a punto de darse la vuelta cuando un resplandor extraño llamó su atención. Escondido bajo la esquina había un libro delgado que mostraba una llamativa cubierta adornada con piedras preciosas. Con una rápida mirada a Sheron, vio que el Anciano estaba ocupado y que no lo miraba.
Cogió el libro y lo hojeó en silencio, reconociendo el idioma de los Antiguos escrito a mano. Le faltaba práctica, pero pudo descifrar las suficientes palabras como para saber que aquel libro era uno de los que quería llevarse. Una página en particular le hizo detenerse en ella y la referencia al «espacio abreviado en pausa» le despertó un enorme interés. Cogió un improvisado marcapáginas del escritorio y se guardó el libro en la pretina, donde podía ocultarlo con la túnica.
—Aquí —murmuró Sheron—. Puedes engancharte a este flujo. —Se giró y se colocó ambas manos en las rodillas. Con la capucha hacia atrás y el pelo blanco mojado y pegado, constituía una rara visión. Pero sus facciones le eran conocidas, a pesar de la falta de color. Al ver aquello Aidan recordó la época en la que habían sido tutor y alumno y él era un joven idealista con grandes esperanzas en el futuro. Aquel muchacho no habría podido prever nunca esta situación.
—Te suplico que lo pienses bien, capitán. No eres el primer Guardián que desarrolla un cariño antinatural por una Soñadora. Se puede resolver con el tiempo.
Por un momento, Aidan se quedó quieto, concediéndole a su corazón y a su mente una última oportunidad para oponer alguna objeción.
Al final, supo que estaba tomando la decisión correcta. Esperaba tener en su posesión los secretos que había estado buscando. O bien descubriría que los Ancianos tenían razón y él podría retomar su lucha con renovada determinación, o descubriría que no la tenían, en cuyo caso informaría a los demás. Ayudaría a su pueblo de cualquiera de las dos formas. Quería creer en los Ancianos, de verdad, pero Aidan no veía motivo para que ocultaran información que no fuera de alguna u otra forma incriminatoria.
Y luego estaba Lyssa, una mujer dulce y maravillosa que no merecía que la arrastraran a aquella lucha. Una mujer que ya había sufrido toda una vida de enfermedad y desasosiego por culpa de sus sueños.
¿Pero qué es lo que encontraría él en su dimensión? Un mundo que sólo conocía por los sueños y por una amante que no lo recordaría.
Pero las posibilidades… la oportunidad de estar con Lyssa y explorar el indefinido vínculo que los unía… tocarla, besarla, hacerle el amor de verdad. Piel con piel. Aquel pensamiento era un oasis en una existencia infinita que desde hacía mucho tiempo era tan estéril como el desierto.
—No tienes por qué hacer algo tan drástico —le aconsejó Sheron con un tono grave e insistente.
—Sí —contestó Aidan con una irónica sonrisa—. Tengo que hacerlo.
***
Sheron vio al capitán Cross ir tras la consola hacia las varias estelas que formaban pilares de luz que conectaban el suelo de la caverna al techo. Sin vacilar, Cross se metió en la corriente a la que se había dirigido y desapareció, entrando en el estado de semisueño del Médium al que había elegido con aptitudes natas y mucha experiencia.
Cuando Sheron se quedó solo, pulsó una serie de teclas e informó.
—El capitán Cross se ha ido.
—Has hecho bien, Sheron —resonó la voz conjunta de los demás Ancianos—. Lo has hecho a la perfección.
Tras inclinar la cabeza agradeciendo el elogio, fue a ayudar a los aprendices que estaban en el suelo. Cuando se agachó, fijó su atención en el escritorio que tenía al lado.
—Se ha llevado el libro.
La sensación de satisfacción era palpable.
—Estupendo.
Se guardó para sí la información sobre el otro libro.