9
Cerca del horizonte vislumbramos los BattleMechs del batallón Telaraña en dirección a los caballones. MacKenzie Wolf, el hijo de sangre de Jaime Wolf, dirigía su unidad contra el flanco de la posición de los Halcones de Jade. Desde su situación avizora por encima de las pendientes de la montaña Ziggilies, oímos vagas explosiones y vimos los destellos distantes de los relámpagos artificiales.
Aquél era el primer día de Jaime Wolf después de un año de suspensión. La Lanza de Mando había aterrizado en Morges, en la frontera de la zona de ocupación del clan de los Halcones de Jade. Habían aparecido de la cima de la montaña Ziggilies al amanecer. El regimiento Beta y el batallón Telaraña ya estaban en el planeta, contratados por la Mancomunidad Federada para un contraataque contra la fuerza ocupante de los Halcones de Jade. Estos intentaban expandir su territorio ocupado, y los Dragones ayudarían a detenerlos. Las unidades ManFed estaban atacando en solitario a los Halcones, pero los Dragones les proporcionarían refuerzos para asegurarse de que éstos volvían a casa, y que volvían acribillados. Era el contrato más importante que los Dragones tenían entre manos. Por supuesto, el Lobo quería participar en la matanza.
No me cabía duda de que Jaime Wolf se alegraba de estar allí.
—Aquello les llamó la atención —dijo. El reconocimiento había revelado que los Halcones estaban arremetiendo contra la Telaraña con un número significativo de fuerzas. El comandante en jefe de los Halcones de Jade no tardaría en darse cuenta de que el frente había sido reforzado—. Brian, libera el espacio aéreo. Los Halcones lanzarán refuerzos pronto. Démosles una cálida bienvenida.
—Aeroespacio en camino —respondí al recibir la orden de la nave de mando en órbita—. El comandante Baracini les promete un movido asalto de descenso.
—Y mantendrá la promesa.
—Brian —intervino Maeve—, diles que dejen pasar algunos. No queremos que esos aeropilotos acaparen toda la diversión.
Soltó una leve carcajada de ansiedad por el inminente combate. Aunque yo también me sentía impaciente, tengo que reconocer que estaba atemorizado. Si los refuerzos de los Halcones de Jade llegaban en masa, la lucha sería mortal, y los Dragones no abandonarían fácilmente.
El Lobo nos ordenó que abandonásemos nuestras posiciones. Las lanzas de BattleMechs de Mando y de Guardaespaldas descendieron en dirección al llano esquivando las traicioneras pendientes. El vector que seguíamos nos conduciría a una nueva posición a unos cuatro kilómetros detrás de las líneas, desde donde podríamos ver la evolución del combate. Sólo habíamos cubierto la mitad de la distancia cuando Alicia Fancher, la comandante en jefe de Beta, envió una llamada de prioridad.
—Llamada Delta, coronel —retransmití—. Beta informa de una incursión de los Halcones de Jade a veinte kilómetros al norte de Josselles.
—Soporte visual —ordenó.
—En proceso.
Comprobé la pantalla de mi monitor intentando adivinar la respuesta de Wolf. El ataque Halcón había alcanzado las defensas del flanco derecho de Beta y amenazaba con abrir una brecha entre los Dragones y las fuerzas ManFed. Peor aún, el centro de mando que coordinaba la operación estaba en Josselles. Si los Halcones conseguían llegar allí, detendrían nuestro ataque. Si desmantelaban nuestra coordinación, podrían arremeter contra las tropas de la ManFed y acabar con ellas mientras nos mantenían a nosotros al margen. El mapa mostraba claramente que las fuerzas de ’Mechs de Beta no podrían interceptar a los Halcones a tiempo para impedirles llegar al centro de mando. Nadie había imaginado que la fuerza del clan desviase el rumbo de la contraofensiva con tanta rapidez.
—Vector sobre mí —el Lobo condujo su Archer en dirección a Josselles—. Brian, anuncia Código Blanco.
Había otras órdenes, pero en aquel momento estaba tan ocupado que olvidé su importancia. Manipular el volumen del tráfico de comunicaciones inherente a una batalla de multirregimiento era una tarea a tiempo completo. Intenta añadir a esto la dificultad de pilotar un BattleMech que viaja a cincuenta kilómetros por hora sobre un terreno agreste y comprobar el tiempo del que tú dispones para decidir sobre sutilezas tácticas. Volví de repente a la realidad cuando el Víctor de Vordel lanzó la primera ráfaga de disparos.
El Víctor se balanceaba bajo el impacto de una descarga de misiles de largo alcance, pero seguía moviéndose, meciéndose de un lado a otro hasta conseguir apartarse del blanco enemigo. Al tiempo que levantaba el brazo derecho, disparó su rifle Gauss con un silbido que cruzó el viento. Rápidamente el resto de la Lanza de Guardaespaldas se unió al combate. Los misiles explotaban en el campo, mientras las nubes de humo procedentes de los tubos de escape se iluminaban con los brillantes destellos azules de los rayos proyectores de partículas.
En aquel momento vi que el Thunderbolt de Maeve lanzaba un par de pesados disparos de láser. Los misiles explotaban a su alrededor levantando una cortina de polvo que me impedía verlos. Mi corazón se detuvo cuando unos pedazos de armadura fundida surgieron de la oscura nube en una lluvia de metralla. El pulso del brazo incorporado Blackwell de veinte láseres de su ’Mech me indicó que había sobrevivido al ataque incluso antes de que su T-bolt se liberase de la nube de vapor y humo. El blindaje del brazo derecho del ’Mech estaba destrozado y pude ver el brillo de su estructura interna. Los cráteres provocados por los disparos de láser se extendían por el torso inclinado, pero el T-bolt se movía sin reducir la velocidad. Volví a respirar.
Una Estrella de cinco BattleMechs enemigos, tres Thors y dos Mad Cats surgieron de la arboleda buscando refugio en dirección a la ciudad arrasada. No era Josselles. Todavía nos quedaban varios kilómetros hacia el norte. Los ’Mechs de los Halcones disparaban a medida que avanzaban, sin duda esperando que redujésemos la marcha, para conseguir protección entre los escombros de los edificios quemados e impedir a la vez nuestro acceso. En cuanto alcanzasen los edificios, podrían dispararnos a nuestro paso por los campos abiertos y forzar la retirada. Y tendríamos que retirarnos, ya que normalmente sus armas estaban fuera del alcance de las nuestras. Si intentábamos un duelo de largo alcance, yo sabía que los otros ’Mechs de su destacamento habrían iniciado su avanzada entre los árboles, dejando Josselles atrás.
Los Halcones debían de estar confiados. ¿Y quién podía culparlos por ello? Inteligencia había informado de que la mayoría de los BattleMechs de los Halcones de Jade del planeta eran modelos de segunda línea, ’Mechs similares a los diseños de la Esfera Interior pero equipados con armas, motores y sistemas electrónicos de los Clanes. Esas máquinas ya eran lo bastante peligrosas, pero esta Estrella estaba formada por OmniMechs, máquinas de combate tan superiores a los modelos de segunda línea de los Clanes como aquellos modelos lo eran para los ’Mechs de la Esfera Interior.
Los Omnis eran una de las grandes ventajas de los Clanes, y los Halcones sabían cómo usarlos. En nuestras dos lanzas contábamos sólo con tres Omnis.
A través de las ondas de radio se oían los desafíos de los guerreros del clan. Pedían combate singular, ’Mech contra ’Mech. El honor de los Clanes y el suicidio de la Esfera Interior.
—No hagáis caso a los desafíos —ordenó el Lobo—. Que la Lanza de Guardaespaldas se concentre en el ‘Mech que hay al frente. Que la Lanza de Mando arremeta contra el remolque.
Maeve protestó pidiendo el duelo contra su oponente. Aunque odiaba tener que hacerlo, tuve que cerrar su circuito. El Lobo había dado órdenes y ella se encontraba fuera de la línea. Si concentrábamos nuestros disparos podríamos derribar uno o dos de los OmniMechs e igualar las posibilidades.
A pesar de su protesta, acató las órdenes de Wolf. El láser del T-bolt lanzó irisadas gotas de energía contra la pierna del ’Mech que iba al frente de los Halcones, un Thor. Los disparos de sus compañeros de lanza dieron justo en el blanco haciendo un agujero en él. El Thor se tambaleó para luego incorporarse, pero sólo por unos instantes. Las setenta toneladas de peso doblaron la pierna herida y empezaron a verse los huesos de titanio espumoso. El Thor perdió el equilibrio. Un segundo Thor saltó junto a él mientras caía, siguiendo la trayectoria de los Halcones hacia la ciudad en ruinas.
La Lanza de Mando hirió su objetivo, un Mad Cat, pero el Omni siguió moviéndose. Nuestro ataque no había reducido la velocidad de la Estrella y no teníamos tiempo para una segunda ronda antes de que los Halcones en cabeza se pusiesen a cubierto. Parecía obvio que tendríamos que ir tras ellos y que esto nos perjudicaría, incluso hasta el punto de perder algunos de nuestros ’Mechs. Esperaba que el de Maeve no fuera uno de ellos.
La situación empeoró repentinamente cuando Hans anunció:
—Estrella a las cuatro en punto.
Una nueva Estrella emergió del bosque, descargando contra nuestro flanco. Los Halcones nos habían tendido una trampa, congregándonos para atacarnos desde ambos lados. Los primeros Omnis de la Estrella llegaron a la ciudad y pude oír cómo nos abucheaban por la frecuencia abierta.
El tono de sus gritos cambió cuando los pilotos de los Omnis toparon con nuestra trampa.
El Thor Halcón de Jade que iba a la cabeza rodeó la ciudad sin problemas. Su piloto tomó posición en un extremo de la ciudad y abrió fuego contra Antón Benjamín. El enorme cañón automático del Omni rugió con un chasquido entrecortado, mostrando las habilidades de un modelo ultra capaz de descargar dos veces más que cualquier arma de su clase. Por desgracia, el Thor acertó en el Black Hawk de Benjamín, abriendo un boquete en la armadura y destruyendo el seudomúsculo de miómero y los miembros estructurales de titanio casi con la misma facilidad. El Black Hawk retrocedió y dejó de moverse mientras empezaba a salir humo del torso despedazado.
Fue entonces cuando activamos la trampa.
Los Elementales Dragones salieron de su escondite, lanzando mortales MCA a quemarropa. Al ser pillados por sorpresa, los Halcones fueron gravemente heridos. Uno de ellos, un Thor, expelió una columna de aire sobrecalentado en un intento de deshacerse del Punto de Elementales que se le venía encima. Los Elementales saltaron, sirviéndose de sus equipos de salto para aterrizar sanos y salvos. Mientras corrían en busca de refugio, dispararon a los Omnis que quedaban en la ciudad.
La huida del Thor por el aire fue como una señal para el resto de la estrella enemiga. Los Omnis supervivientes se retiraron de los edificios infestados de Elementales. El Mad Cat que había sido el objetivo de la Lanza de Guardaespaldas no lo consiguió. Los otros tres ’Mechs enemigos se alejaron, intentando esquivar nuestra descarga. Seguimos disparando hasta alcanzar al segundo Mad Cat. Los Thors restantes escaparon con grandes daños.
Cuando nos empezaron a llegar los primeros disparos de la segunda estrella, el Lobo dio la orden de entrar en la ciudad. Quería servirse de los edificios para ganarle terreno a la nueva estrella. Y así lo hicimos. Recibimos más disparos antes de llegar a cubierto. El Ostsol de Shelly tenía un brazo destrozado como consecuencia de la hendidura en el torso. Shelly surgió de la inservible máquina, así que nos quedamos con seis efectivos, todos ellos dañados.
Los Halcones tomaron precauciones. Tal vez pensaban que en la ciudad teníamos más naves de las que había en realidad o simplemente se trataba del habitual desagrado de los Clanes por la lucha cuerpo a cuerpo. Debían de tener muy claro lo que los Elementales podían hacer en un cuerpo a cuerpo.
Con el fin de reducir nuestros efectivos, iniciaron un bombardeo de largo alcance. Respondimos lo mejor que pudimos. El propio Lobo lanzó un disparo tras otro desde las lanzaderas de misiles de su Archer.
Cuando empezamos a quedarnos sin munición y se redujo nuestro cargamento de largo alcance, los Halcones reaccionaron como si hubieran sabido que casi no teníamos reservas. Iniciaron una avanzada, rodeándonos como si los lobos fueran ellos. Continuaron con una mortífera descarga manteniéndose fuera del alcance de los Elementales. El menos dañado de nuestros Omnis, el Loki de Kara, se encontró en medio de un ruinoso edificio al moverse para detener un ataque contra nuestro flanco. Aquella especie de fortín le impedía maniobrar. Los Halcones se alejaron dejándola fuera de combate. El Rifleman de Franchette fue disparado y empezó a mecerse en su peligrosa posición. El T-bolt de Maeve sufrió una sobrecarga de calor y se desactivó. Haciendo caso omiso de las órdenes de Wolf, permaneció en el interior intentando volver a poner el motor en marcha.
Los Halcones detuvieron el ataque, dándome así un respiro para organizar los canales de comunicaciones y observar alrededor intentando encontrar una respuesta. Las ondas de radio colapsadas y el humo que salía del bosque en dirección este hablaban por sí solos. Las reservas de Beta habían llegado. Nuestra interceptación de la punta de lanza de los Halcones de Jade los había retrasado lo suficiente para que las fuerzas convencionales de la ManFed bloqueasen el paso y detuviesen a los Halcones, momento que las reservas de Beta aprovecharon para interponerse. El contraataque estaba en marcha; ni siquiera los Omnis eran invencibles.
Los Halcones se retiraron.
Nosotros sobrevivimos.
Mientras transportábamos a nuestros pilotos batidos en los asientos de salto de los ’Mechs operativos, las lanzas llegaron a Josselles. El Lobo descargó en el remolque de mando de los Dragones, dejando allí su ’Mech para que la unidad tech móvil lo recargase y reparase. Ayudé a Shelly a salir de mi Loki y me aseguré de que recibía atención médica antes de seguir al Lobo. Quería ver cómo estaba Maeve, pero tenía otras obligaciones. La batalla todavía no había acabado.
El remolque no disponía de las instalaciones de la Chieftain, la Nave de Descenso de mando de Wolf, pero estaba bien equipado y se adaptaba a sus funciones. La coronel Fancher se encontraba en una posición más avanzada, pero Martin Reed, su oficial ejecutivo, ya había llegado y hablaba con el Lobo. Me dirigí a la plataforma de comunicaciones y transferí la comunicación de mi Loki al centro. Empezaron a llegar informes. La batalla se estaba poniendo a nuestro favor, aunque se mantuvo inestable durante horas, como si fuera un fuego latente.
No sé qué hora era cuando Maeve apareció y me trajo algunas raciones. Comí en mi consola mientras ella me frotaba los hombros. Esta demostración de afecto me aseguró que se alegraba de que hubiésemos sobrevivido. En aquel momento, ya era suficiente.
Supongo que el regreso de MacKenzie Wolf y los comandantes de su compañía marcaron el final de la batalla. La Telaraña había asegurado sus objetivos y volvía para la revisión. Los Halcones abandonaron todas sus posiciones en el frente. Fancher pudo abandonar a Beta y adoptar la posición de reserva como refuerzo para los ManFeds y el Cuarto de Guardianes de Skye. Todavía habría lucha, pero la campaña ya se había decidido. La gloria, lo que había de ella, de expulsar de Morges a los Halcones de Jade sería para las tropas ManFed. Los Dragones del remolque estaban exhaustos, pero todavía había trabajo que hacer. Llegó el turno de mañana sin que los techs y oficiales que habían estado fuera de servicio hubiesen podido recuperar la energía para volver a sus puestos. Cansados y medio dormidos, se arrellanaban por los rincones, donde sorbían café e ingerían barras de raciones con un ojo puesto en las pantallas del depósito holográfico.
La luz del crepúsculo se infiltró en el remolque y apareció un hombre. Era obvio que pertenecía a la línea de sangre de los Elementales, ya que apenas cabía por la puerta. También parecía que le faltaban horas de sueño. Supuse que era Elson, el jefe de la Estrella de infantería que había participado en la trampa, ya que no recordaba haberle enviado la orden de acudir a informar al remolque.
Elson se movía entre las apretadas hileras de consolas con una agilidad que encontré sorprendente. ¿Cómo era posible que tal masa de músculos se moviese con tanta seguridad y delicadeza? Incluso cuando uno de los de comtechs bloqueó repentinamente el camino del Elemental con su silla, el enorme hombre la esquivó y pasó por el estrecho pasillo sin llegar a tocar la silla ni reducir el paso. Se detuvo junto al círculo de miembros de la Lanza de Mando, adoptando una postura relajada pero dispuesta que me dio la impresión de que podría mantener durante horas.
No tuvo que esperar mucho. Jaime Wolf congeló la pantalla holográfica y se giró. Sonriente, extendió la mano al soldado de infantería, que ahora lo empequeñecía.
—Ha hecho un buen trabajo, capitán Elson.
El Elemental pareció no inmutarse tras el halago de Wolf, sino que le estrechó la mano y contestó educadamente.
—Gracias, coronel.
—Parece hacer honor a lo que Grif Nikkitch me ha dicho de usted. Es un hombre difícil de complacer.
—Para ser un soldado de infantería —añadió MacKenzie Wolf.
Muchos de los MechWarriors que se encontraban alrededor del depósito holográfico rieron la gracia de Mac. No era una risa aduladora. Todos nosotros éramos MechWarriors. No entendíamos muy bien cómo alguien podía estar dispuesto a tomar parte en una batalla sin disponer de un ’Mech. Como pilotos de ’Mechs, no creíamos que hacer broma a costa de un soldado de infantería indicara menosprecio. Era bien sabido que ellos también hacían comentarios despectivos sobre nosotros. Elson seguía sin inmutarse.
—El coronel deseaba verme —dijo en un tono neutro.
—Así es, teniente —Jaime Wolf se cruzó de brazos—. Tengo entendido que sus ambiciones van más allá de estar al mando de una Estrella.
—Serviré como pueda, coronel.
—Bueno, le daré una oportunidad. ¿Cree que podrá superar las pruebas para el mando de una Trinaría? ¿Está preparado para dirigir tres Estrellas?
—Soy un guerrero. Lo haré lo mejor que pueda.
—¿Y eso será lo bastante bueno?
—Yo soy lo bastante bueno —Elson hizo una pausa. Me dio la impresión de que iba a añadir algo más al simple «señor» que pronunció a continuación.
—Muy bien, entonces —el Lobo asintió—. Pero hoy no estamos en Outreach y yo necesito un jefe de Trinaría ahora mismo, capitán Brevet Elson. Quédese por aquí. No tardaremos en recibir instrucciones.
—A sus órdenes, coronel —dijo Elson.
Se llevó la mano a la frente y, bajando el brazo a la altura de la cintura, se inclinó hacia adelante. Era una consabida aprobación formal que quedaba fuera de lugar en la relajada atmósfera del centro de mando del campo.
Jaime Wolf volvió a centrar su atención en el depósito holográfico. Iba por la tercera revisión de la acción del día cuando Stanford Blake decidió que había llegado el momento de ocuparse de otros asuntos.
—Coronel, la Sala ha enviado una señal.
—Pensaban, y yo les di la razón, que tal vez quisieses considerar esta oferta.
Stan introdujo un disco de datos en la consola del depósito. Una ventana con las especificaciones de contrato cubrió la diminuta visión del campo de batalla. Desde mi posición, no podía leer las palabras, pero sabía lo que decía. Había visto la señal. Stan esperó hasta que el Lobo levantó la vista.
—Como puedes ver, la Casa Kurita ofrece la contratación de dos regimientos para luchar contra los Gatos Nova en Meinacos. El informe no incluye su oferta de compensación. Supongo que poner precio a una operación militar es una especie de violación de su honor samurai, pero la Sala dispone de todos los detalles. Ofrecen casi el doble de nuestras tarifas habituales y pleno derecho de salvamento.
El Lobo se mantuvo en silencio. MacKenzie habló por él.
—Diles que rechazamos.
Stan se golpeó el muslo con el puño.
—¿No crees que ya ha durado bastante? Yo también estaba allí, pero estoy dispuesto a aceptar.
—No aceptaremos —repuso Mac con firmeza.
—Pensaba que dirigiríamos esta operación según criterios económicos —dijo Stan enfadado—. Kurita ofrece el doble de nuestras tarifas normales. ¿Cómo podemos permitirnos pasar por alto esta oferta?
Mac se disponía a responder cuando el Lobo levantó una mano. El hijo cedió la palabra al padre.
—Aunque no fuera Kurita, ese contrato no auguraría nada bueno. Meinacos está cerca de la capital del distrito en Pesht. Será un duro combate.
—Los Dragones nunca han evitado un duro combate —intervino la capitana Winnie Harding. Era una adoptada, una esferoide cuya buena reputación le había permitido unirse a los Dragones después de Luthien. Tras ser jefe de batallón de los Guardianes de Skye de la Casa Steiner, había renunciado a su puesto para servir como comandante de compañía del batallón Telaraña de MacKenzie Wolf. Todavía estaba en proceso de aprendizaje con los Dragones—. Es porque se trata de las Serpientes, ¿no?
Nadie vio la necesidad de responderle.
Stan lanzó un suspiro.
—Jaime, no podemos continuar con esto. Para ser alguien que ha dado la espalda a su herencia, tienes un extraño apego al pasado.
—Es una decisión práctica.
—¡Práctica! ¡Yo te diré lo que es práctico! Práctico es vivir con la realidad de que tenemos que apoyar más acciones militares que si fuéramos cinco planetas con los recursos de uno. Necesitamos contratos bien pagados. Has pasado un año fuera de combate para salvar la preciosa reputación de los Dragones y proteger la reputación de imparcialidad de la Revista de Mercenarios. Has hecho muchos discursos sobre imparcialidad y justicia. Dijiste que no había favoritos. Los Dragones están para ser contratados, para apostar por el mejor contrato. ¿Qué ha pasado con los servicios equitativos e imparciales a todas las Casas y todas las unidades políticas?
El Lobo le lanzó una mirada feroz. Era una muestra de emoción que no se habría permitido en presencia de desconocidos. Era la misma licencia que le permitía a Stan gritar a su superior. Aunque estábamos entre Dragones, Jaime Wolf no dijo nada.
Stan se giró hacia mí y me preguntó con un hilo de voz:
—Brian, ¿quién aparece en el contrato como patrocinador?
—Theodore Kurita.
Stan volvió a dirigirse al Lobo.
—¿Ves, Jaime? No es Takashi, sino Theodore, el Kanrei que invitaste a Outreach.
Elson dio un paso hacia atrás, tapando uno de los paneles iluminados. Su sombra cubrió el depósito holográfico, interponiéndose entre Stan y el Lobo.
—Deje en paz al Lobo, coronel Blake. Esto es un asunto personal.
—¡Al infierno con los asuntos personales! —Stan se giró hacia el Elemental—. Esto es un negocio. No podemos proclamar nuestra imparcialidad si rechazamos un contrato de una de las Casas. No podemos permitirnos dejar pasar contratos lucrativos sólo porque alguien relacionado con el cliente tiene un asunto pendiente con nosotros. ¡Por la Unidad! Si siempre actuásemos así, nadie nos daría trabajo.
Sin inmutarse por el fervor de Stan, Elson sacudió la cabeza lentamente.
—Esta es una cuestión de honor.
—Mire, Elson…
—Déjalo, Stan.
—Jaime… —Stan balbuceó al ver la inquebrantable resolución que mostraban los ojos de Wolf. Se detuvo un momento, se concentró y se dispuso a enfocar su discurso de otra manera.
—He dicho que lo dejes —dijo el Lobo en voz baja.
El oficial de inteligencia respiró profundamente y lanzó un lento suspiro. Se encogió de hombros y cruzó el remolque hasta llegar a su consola. Jaime Wolf volvió al estudio de los informes de tácticas locales. Miré a Maeve para ver qué impresión le había causado el enfrentamiento, pero la enorme masa de Elson me impidió ver cómo se alejaba. Elson se quedó de pie, con una expresión pensativa. Puede que se tratase de los negocios de siempre.
Pero todavía se respiraba tensión en el ambiente.