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Para Dechan Frase, los jardines eran lo más maravilloso por su composición ingeniosamente salvaje. Cada arbusto se escogía, plantaba y podaba para conseguir algún efecto. Aquí se veía un enredo de matas y flores silvestres que en cualquier otro planeta podría haber sido una selva si no se advertían las solitarias floraciones de azucenas de fuego kiambenses; allí se veía un trozo de Alshain en el que una aglutinación de fina roca recordaba los chapiteles y minaretes de la capital de aquel planeta. Durante sus años en el Condominio Draconis, Dechan había aprendido a apreciar la tradición artística en la que un lugar o, mejor dicho, el ambiente de un lugar se adivinaba por una forma, una silueta o una sombra. Incluso había empezado a entender cómo era posible que algunos de los mejores arquitectos de esos oasis fueran guerreros.

El Condominio estaba dominado por la Casa Kurita, y los kuritanos mantenían la tradición guerrera al estilo de los antiguos samurais. Como aquellos antiguos samurais, lo mejor y más destacable del Condominio eran tanto los temibles guerreros como los sutiles artistas. Aquel jardín, diseñado por Takashi Kurita, era parte de la tradición. Takashi era el Coordinador del Condominio, su absoluto gobernador y la reencarnación del mítico Dragón. Aunque había dejado a su hijo Theodore, el Gunji-no-Kanrei, a cargo de los aspectos militares de su gobierno, Takashi había sido un formidable MechWarrior en su juventud. De hecho, todavía era un MechWarrior, ya que hacía poco que había dirigido a sus guardias de élite en la crucial batalla contra los invasores de los Clanes en el asedio a Luthien. Pero Takashi también era un artista. El jardín era una sutil expresión del control impuesto por la humanidad sobre el caos de la naturaleza, además de una insistente pero también sutil afirmación del dominio del Coordinador sobre los numerosos planetas del Condominio.

El camino que seguía Dechan descendía hasta una hondonada y cruzaba un puente de madera con arcadas. El murmullo de la corriente le pareció un sonido tranquilo y reconfortante mientras subía la rampa y rodeaba un montículo cubierto de musgo y rocas de cuarzo rosado. El camino continuaba alrededor del saliente. Dechan caminaba lentamente, reacio a abandonar la calma del pequeño valle. Al girar la esquina, vislumbró algo que lo hizo parar en seco.

A pesar de lo asombrosa que era, la inmensidad del BattleMech al principio no parecía estar fuera de lugar. Su descomunal estructura casi humanoide estaba rodeada por un arco de ramas. La sombra de sus hojas salpicaba la brillante superficie azul de la máquina. Un ribete de oro destacaba algunos segmentos de la armadura del ’Mech y perfilaba los componentes seleccionados. La pesada cobertura de la lanzadera estaba envuelta en una lista dorada, que otorgaba a la máquina su característico perfil encorvado de hombros hasta la inclinación de la parte frontal del torso central. Era un Archer, un BattleMech de setenta toneladas diseñado principalmente para servir de apoyo en el ataque, aunque también era un formidable luchador en otros sentidos.

Dechan no necesitaba ver el disco rojo con la cabeza negra del lobo en el muslo izquierdo para reconocer el ’Mech. A pesar de que algunos detalles no se correspondían con sus recuerdos, las diferencias no eran muy relevantes. No le cabía la menor duda de quién era el propietario del Archer. Jaime Wolf.

Pensó que tal vez eran ciertos los rumores de que Takashi se estaba volviendo a obsesionar con los Dragones.

El mensajero de Takashi le había dicho a Dechan que siguiera ese camino, lo que significaba que el Coordinador quería que viera el Archer. Si Takashi había citado a Dechan por su antigua relación con los Dragones, ¿por qué no había invitado también a Jenette? Dechan suponía que las Fuerzas Internas de Seguridad (FIS) del Condominio estaban contentas de que él y Jenette hubiesen roto todo vínculo con los Dragones hacía tiempo. Pero si Takashi volvía a perseguir a los Dragones, tal vez ni siquiera la seguridad de las FIS fuera suficiente protección.

¿Los ayudaría Theodore? Se suponía que Dechan y Jenette formaban parte de su shitenno, el círculo interno de consejeros. Pero ¿podría Theodore protegerlos de su padre si el Coordinador decidía que eran espías de los Dragones e insistía en matarlos?

La amenaza resultaba irónica.

Años atrás —más de los que Dechan podía recordar— él y Jenette habían ido con Michi Noketsuna en busca del caudillo kuritano Grieg Samsonov. Este había sido un ingeniero importante de los acontecimientos que condujeron al borde de la aniquilación a los Dragones de Wolf en 3028. Michi, en un intento de vengar la muerte de su mentor, Minobu Tetsuhara, había puesto a Dechan y Jenette en contra del señor de la guerra y los había conducido por el camino que los llevaría finalmente a Takashi Kurita. Jaime Wolf lo había aprobado y había apartado a los dos MechWarriors de sus funciones habituales. El camino, largo y retorcido, había desembocado en una repentina frustración tras un encuentro casual con Theodore Kurita. El por aquel entonces joven Kanrei había convencido a Michi de que su honor de samurai requería que cumpliese su venganza y trabajase junto a Theodore para salvar el Condominio de la inminente amenaza de invasión por parte de sus vecinos. Dechan y Jenette no escondieron la ruptura con su pasado y se convirtieron en consejeros del ejército que Theodore acababa de reorganizar. Stanford Blake, por su parte, lo había denominado un golpe maestro para los Dragones, una oportunidad de oro para espiar a su viejo enemigo, Takashi Kurita. Dechan y Jenette habían trabajado duro para presentar los informes secretos sobre las nuevas posibilidades militares del Condominio, arriesgando constantemente sus vidas en nombre de los Dragones de Wolf. Habían sido buenos espías, siempre al acecho de cualquier movimiento que Jaime Wolf pudiera hacer para poner fin a su enemistad con Takashi. De este modo, pudieron finalmente volver a su casa. Pero no volvieron a llamarlos.

Luego habían aparecido los Clanes.

Posiblemente olvidados, Dechan y Jenette no recibieron noticias a través de la Red de los Lobos en más de cuatro años. Y cuando el Lobo se había encontrado en la necesidad de contactar con Theodore, había enviado a otros hombres, contrario al concepto que tenía Dechan del lugar que él y Jenette ocupaban en las relaciones entre Dragones y kuritanos. A pesar de sus declaraciones alegando que Dechan y Jenette eran fieles consejeros, Theodore no los había llevado a la reunión de Outreach, a la que Jaime Wolf había convocado al Kanrei y a los demás líderes de la Esfera Interior por la amenaza de los Clanes. Dechan ni siquiera se enteró de la reunión hasta una semana después de la partida de Theodore. Jenette llegó a la conclusión de que era pura política, una parte del juego. Él le contestó que su fe en los Dragones era demasiado ciega, que Jaime Wolf seguramente había pedido a Theodore que no los dejasen participar. Estuvieron una semana sin dormir juntos.

Pero, después de casi un año de seguir sin noticias de los Dragones, hasta la fe de hierro de Jenette empezó a decaer.

Siguiendo el camino, Dechan pasó entre los pies separados del Archer, con la mirada fija en unas pequeñas placas que se amontonaban a ambos lados del camino de piedra. Las placas contenían una escritura. Al agacharse a leer, vio que cada placa tenía un nombre. No reconoció la mayoría de los nombres, pero sí algunos de ellos. Todos eran guerreros kuritanos que habían luchado contra los Dragones. En concreto le sorprendió la presencia de un nombre, más por el lugar destacado que ocupaba que por estar ahí.

Minobu Tetsuhara.

Tetsuhara había sido el oficial kuritano de enlace con los Dragones durante su contrato con el Condominio Draconis. Admiraba a los Dragones y había aprendido mucho de ellos, tanto que cuando recibió órdenes de acabar con los mercenarios y regimientos en los que él se había basado, Tetsuhara se quedó a un paso del éxito. A pesar de verse atrapado en un conflicto de giri, su función en el Condominio, y ninjo, sus sentimientos humanos por sus amigos Dragones, había cumplido las órdenes como buen samurai. Y, como buen samurai, había hecho seppuku en desagravio de su fracaso. Tetsuhara y Jaime Wolf se habían hecho amigos íntimos. Aquella amistad se debía tanto a la contienda entre Dragones y kuritanos como a la traición del señor de la guerra Samsonov, que había sido el superior de Tetsuhara. La persecución de Samsonov había unido a Dechan y Michi Noketsuna, el protegido de Tetsuhara, y esa amistad lo había puesto al servicio de la Casa Kurita.

¿Cuánto sabía Takashi?

Sería irónico que ahora los acusasen a él y a Jenette de espionaje. ¿Creería Takashi que la muerte de dos Dragones olvidados afectaría a Jaime Wolf? ¿Pensaba que podría utilizarlos como títeres en el proceso de su contienda? ¡Vaya ironía! Los Dragones no necesitaban a Dechan y a Jenette. Ellos habían olvidado su enemistad, habían empezado a tratarla con el mismo desprecio que mostraban los Guardianes de Waco. La enemistad desaparece cuando sólo una de las dos partes la toma en serio. Dechan y Jenette habían sido abandonados, descartados por su poca relevancia en los planes de Jaime Wolf, del mismo modo que su enemistad de sangre con la Casa Kurita.

Ahora Dechan asistía a una reunión privada con el Coordinador del Condominio Draconis, señor de la Casa Kurita, y le habían recordado a propósito la supuesta enemistad de sangre.

¿También el código kuritano pedía seppuku por los espías olvidados e insignificantes?

Dechan se irguió y se recompuso el uniforme, aquel uniforme kuritano que llevaba desde hacía más tiempo que el atuendo de Dragón. Así pues ¿cuáles eran ahora sus lealtades? Miró al final del camino y vio una parte del Palacio de la Unidad, el palacio imperial, entre los árboles. Allí era donde se decidiría su futuro. No se podía echar atrás.

Dechan se acercó al palacio.

Los guardias apoyados en la baranda llevaban su armadura ceremonial, con los fusiles de boca ancha colgando del brazo. Mirando fijamente al frente, no se inmutaron ante su llegada. Podrían haber sido estatuas, excepto por que respiraban. Al llegar a las barras de la baranda, un panel shoji se abrió tras los guardias. Una preciosa mujer maquillada y vestida con el tradicional kimono se inclinó ante él. Tras devolverle la reverencia, lo condujo al vestíbulo.

La puerta que atravesaron se abrió dando paso a una estancia impregnada de olor a jazmín. Al otro lado de la estancia había un hombre sentado en una silla baja que vestía un kimono con el dibujo de un dragón. Inclinó la cabeza de pelo cano por encima de una lámina de papel de arroz. Igual que los guardias de la entrada, no se movió al ver llegar a Dechan.

A dos metros de distancia, Dechan se detuvo, vacilante. Había oído rumores de que en más de una ocasión Takashi había ordenado la muerte de alguien que no había seguido el protocolo apropiado. ¿Cuál era el protocolo apropiado? Mantenerse a la espera solía ser lo menos arriesgado.

Esperó.

De repente, el hombre se movió e introdujo su pincel en una bandeja de tinta laqueada y esparció tinta con golpes fuertes sobre la lámina. Sacudió la cabeza de un modo seco y afirmativo y farfulló para sí. Dejó el pincel y se giró hacia Dechan.

La cara de Takashi Kurita le resultaba tan familiar como cualquier ciudadano del Condominio. Conocía las cicatrices, la línea firme de la mandíbula y la mirada penetrante de los helados ojos azules. No le eran tan familiares las arrugas de la edad, pero Dechan podía sentir el vigor del espíritu de Takashi. Aquel hombre todavía era peligroso. El Coordinador inclinó la cabeza ante el visitante y Dechan le devolvió una gran reverencia y se arrodilló.

—Ah, tai-sa Fraser —el Coordinador sonreía levemente con una mitad de la cara, como si el otro lado se negase a cooperar—. Honras a un veterano con tu visita.

Dechan tragó saliva, nervioso por la modesta introducción de Takashi.

—El Dragón es más fuerte que nunca —respondió.

Takashi soltó una risita.

—No hay necesidad de ser formal, Fraser-san. Sólo somos dos viejos guerreros. Podemos hablar como dos amigos de toda la vida.

Dechan se puso inmediatamente en guardia. Aunque era uno de los shitenno de Theodore, las relaciones con el Kanrei habían sido siempre de carácter oficial. Durante todos aquellos años en el Condominio, nunca había hablado cordialmente con ningún miembro del clan Kurita, y menos aún con el Coordinador. Pero habría sido un insulto contradecir a Takashi.

—Me honra vuestra benevolencia, Takashi-sama.

El Coordinador mantuvo la sonrisa. Dechan había hecho una buena elección. Hablaron del tiempo y Dechan alabó el jardín, una pequeña charla tradicional kuritana. Dechan estaba casi relajado cuando Takashi preguntó en voz baja:

—¿Cómo está tu viejo amigo Michi Noketsuna?

Dechan se puso tenso. Sabía que el Coordinador notaría su reacción, pero no podía controlarla. Michi había jurado matar a Takashi por haber forzado a Tetsuhara a hacer seppuku.

—Hace muchos años que no hablo con él, Coordinador-sama.

¿Creería Dechan que el Coordinador no sabía nada del juramento de Michi? Las siguientes palabras de Takashi disiparon tal esperanza.

—Si no te hubieses comprometido a ayudarlo en su venganza, no habrías tomado aquella decisión.

Dechan analizó la expresión inescrutable del Coordinador. ¿Era aquello un intento de incriminarlo? ¿Debía mentir? Descartó la idea. Si el Coordinador sabía su historia, descubriría la mentira.

—Eso es cierto.

—¿Y todavía lo ayudas en su venganza?

—Yo sirvo al Dragón.

Takashi entornó los ojos. Su voz se volvió severa al decir:

—Tú sirves a mi hijo.

—Vuestro hijo os sirve a vos y al Condominio, Coordinador-sama.

—Lo que no te implica a ti —repuso Takashi rápidamente. Luego continuó con voz más pausada—. Has aprendido bastante bien nuestra indirección, Fraser-san. Ni se te ocurra engañarme. ¿Sigues con Noketsuna?

—Ha renunciado a mi amistad.

—¿Has renunciado tú a la suya?

Takashi se inclinó hacia adelante como si estuviese ansioso por saber la respuesta de Dechan.

Dechan sintió que una gota de sudor le descendía lentamente por la sien. En aquel momento la franqueza era la elección más segura. ¿Pero cómo podía contestar sinceramente al Coordinador cuando no estaba seguro de tener alguna respuesta?

—Si os referís a si lo ayudaría a mataros, creo que no.

—¿No estás seguro? ¿Dónde está tu lealtad, Fraser-san? ¿Dónde está tu honor si no cumples tu promesa de ayudarlo?

—Era joven cuando juré ayudar a Michi a conseguir su objetivo. Ahora soy mayor. Los tiempos han cambiado, las necesidades no son las mismas. Un buen samurai sabe cuándo debe subordinar su honor a uno mayor, y la amenaza de los Clanes supera las necesidades de cualquier persona. El propio Michi estaba dispuesto a olvidar su venganza, en los años treinta, cuando vuestro hijo Theodore lo convenció de que el Condominio necesitaba el servicio de todos sus samurais. Entonces la única amenaza era la Mancomunidad Federada, una mera inconveniencia comparada con el peligro que suponen los Clanes. ¿Cómo podría pensar en desbaratar ahora el Condominio?

Takashi se echó hacia atrás en la silla.

—¿Entonces ha renunciado a su venganza?

—Eso creo. Hace casi dos años que no se lo ve por el Condominio. Pero, como he dicho, yo no he estado en contacto con él desde hace mucho más.

—¿En contacto? Eso es distinto —gruñó Takashi—. ¿Cuándo fue la última vez que hablaste con él?

—Sólo nos hemos visto una vez desde el final de la guerra con Davion. Yo sabía que no quería seguir siendo señor de la guerra y le pedí que se uniera a la Ryuken. Dijo que no era merecedor de ello, que había fracasado como samurai y se retiraría del mundo. —Dechan se detuvo al recordar el sufrimiento de aquella reunión—. También me dijo que me alejara de su vida.

—Aun así, persistes en vuestra amistad. Eso demuestra lealtad, y la lealtad equivocada es peligrosa. ¿Dónde está él ahora?

Deseando tener otra respuesta, Dechan contestó:

—No lo sé.

—¿Qué harías si te dijera dónde encontrarlo?

—Eso tampoco lo sé.

—Eres honrado. Aunque no lo bastante sutil para ser un kuritano, Fraser-san. —Takashi hizo un gesto hacia el escritorio—. Por tus años de servicio a los Dragones, te concedo la recompensa de la vida.

Dechan miró hacia el escritorio, preguntándose qué habría escrito en el pergamino. No se movió para recogerlo. Fuera cual fuere la prueba, Dechan la había superado. Pero con las siguientes palabras de Takashi, Dechan se dio cuenta de que había empezado una nueva prueba.

—Antes de que entraras al servicio de los Dragones, pertenecías a los Dragones de Wolf.

La honradez lo había salvado antes.

—Nunca he escondido ese hecho.

—Un guerrero no debe esconder sus afiliaciones. En toda la Esfera Interior no hay quien pueda negar que los Dragones son temibles guerreros y, como tales, dignos de respeto. Luchaste en su bando en el pasado, pero no luchabas con ellos cuando los Clanes llegaron a Luthien. ¿Por qué?

Dechan se había planteado cuál sería la respuesta a esa pregunta.

—Luchaba con la Ryuken.

—Me has demostrado ser un hombre que valora la lealtad. Tu ingreso en la Ryuken muestra que eres un guerrero de mérito considerable. La Ryuken era sólo un asalto; la verdadera batalla fue en Luthien.

Dechan estaba enfadado. La insistencia de Takashi le recordó ese lejano sentimiento. Los Dragones habían vuelto al Condominio, pero no le habían dicho nada. Si lo hubieran llamado, él habría dejado la Ryuken, donde no hacía especial falta. Pero una vez más los Dragones no dijeron nada. Él sabía que Takashi percibiría la irritación que escondían sus palabras al decir:

—No me llamaron.

—So ka.

Takashi parecía satisfecho. Dechan lo maldijo por encontrar satisfacción en la vergüenza de otro hombre.

—Sin embargo, todavía guardas lealtad a los Dragones.

La declaración de Takashi era una verdad que Dechan se negaba a admitir, el reactor que fustigaba su dolor. Reconocer cualquier lealtad a los Dragones en presencia del Coordinador podría ser letal.

—No he hecho nada para minar la fuerza de los Dragones —dijo, escondiendo la mentira entre la verdad.

—Esa no es la cuestión —replicó Takashi, haciendo caso omiso del comentario.

El Coordinador se quedó en silencio mientras Dechan se preguntaba cuál era la cuestión. Takashi sentado y Dechan arrodillado. La habitación permaneció en silencio durante largo tiempo. Finalmente Takashi habló distraído.

—¿Cómo definirías a Jaime Wolf, tai-sa Fraser?

—Es un buen jefe.

—¿Bueno? ¿Es eso todo lo que puedes decir sobre un hombre que inspira una lealtad tan obvia en ti que lo odias por ello?

—Yo no lo odio.

—¿No? Os abandonó a ti y a tu mujer. Fuiste su agente durante años. Por él nos observasteis a mí y a los míos. Sí, lo sé. Las FIS son diligentes y ni la mitad de tontas de lo que algunos creen. ¿Cuántas veces te has preguntado por qué el Lobo no te utilizó para transmitir su subversiva invitación a mi hijo? ¿Cuántas veces has pensado en la mancha que su deslealtad ha dejado en tu honor?

Asombrado por la revelación de conocimientos del Coordinador, Dechan balbuceó:

—Yo no…

—Tus peleas con tu mujer no indican lo mismo —dijo Takashi con brusquedad—. ¡No me llames mentiroso!

Gomen kudasai, Coordinador-sarna. Shitsurei shimasu.

—Te disculpas como un kuritano, pero no eres un kuritano. Se te perdona sólo porque eres un bárbaro y es de esperar que hables como un bárbaro. Sin embargo, también eres un guerrero, y un guerrero nunca miente.

Takashi se giró, meditabundo. Desde lejos era evidente la tensión en sus hombros.

—El honor de un guerrero es su vida. Si no tiene honor, no tiene necesidad de vida. ¿Qué lugar ocupas en la contienda entre los Dragones de Wolf y mi Casa?

—No ocupo ningún lugar. Pensaba que la contienda había acabado cuando los Dragones colaboraron en la defensa de Luthien.

—Una respuesta segura, pero no menos falsa —Takashi rió con aspereza—. Si ordenase a las unidades de la Ryuken a las que tanto has entrenado que atacasen Outreach, ¿te pondrías al mando?

Dechan tragó saliva para deshacerse del nudo de miedo en su estómago. La posibilidad de que la resucitada Ryuken fuese utilizada contra los Dragones había sido siempre su peor pesadilla.

—Os pediría que lo reconsideraseis.

—¿Y si no lo hiciera? —preguntó Takashi mirando fijamente a los ojos de Dechan.

Dechan estaba demasiado aturdido para advertir que los años habían socavado su temor al día en que le ordenasen dirigir una acción militar contra los Dragones. De repente, no sabía en qué creer.

—No lo sé.

—Es obvio que te enfrentas a un conflicto. En una ocasión un hombre valiente que estaba a mi servicio se encontró en un conflicto similar. Los Dragones también estaban involucrados en ello. Aquel honorable hombre siguió sus órdenes y luego hizo seppuku. ¿Eres tan honorable como él, Dechan Fraser?

¿Se refería Takashi a Minobu Tetsuhara?

—No soy un samurai.

—Yo podría convertirte en un samurai.

—Soy… era un Dragón. Tenemos nuestro propio código de honor.

—¿Tu honor vale por tu vida?

—Yo… a veces.

Takashi esbozó su media sonrisa.

—¿También cree eso Jaime Wolf?

Dechan estaba confuso.

—No lo sé.

Takashi se levantó y respiró profundamente.

—El Lobo es el líder de sus Dragones, seguro en su lugar como cualquier daimyo gobernando a sus samurais. El entiende las exigencias a las que debe responder todo señor. Es cierto, ¿neh?

—Eso creo.

Takashi asintió bruscamente.

—Eso creo yo también. Puede que tú no entiendas los problemas de un gobernador, pero el Lobo sí. Los Dragones son su feudo, y él es su gobernador. No lo envidio.

»Una vez fui el gobernador indiscutible del Condominio Draconis. Yo estaba al frente del estado y del ejército. Ahora mi hijo me ha quitado algo de ese poder. No sólo dirige el ejército, sino también una parte considerable del estado. Él está en la flor de la vida, mientras yo me hundo en la vejez. Cada año son más los contemporáneos que atraviesan el umbral del drama de la Esfera Interior. Hasta Hanse Davion se ha ido. Con el Zorro muerto, ¿qué otro señor de la Esfera Interior es un oponente equiparable? Se me acaba el tiempo.

Takashi pareció envejecer de repente, lo que perturbó a Dechan de algún modo.

—Todavía sois el Coordinador —dijo.

El fuego iluminó los ojos de Takashi.

—¡No me tengas lástima! No soy un viejo tembloroso al que haya que consentir. Mi espíritu no es tan débil como para tenderme en el suelo y morir. ¡Soy un samurai!

Dechan creyó aconsejable no decir nada. Hizo una gran reverencia, intentando no ser tan tonto como para apartar la mirada del Coordinador.

—Un samurai no puede morir si su honor está manchado —afirmó Takashi con una especie de fervor religioso.

—El honor del Coordinador está limpio. Sois el héroe de Luthien. La carga de vuestros guerreros Izanagi puso fin al ataque de los Clanes.

—¿Sí? —Takashi dio un resoplido—. ¿Qué papel desempeñaron entonces los Dragones de Wolf y los Demonios de Kell?

—Sólo desempeñaban el papel de las fuerzas que luchaban para salvar Luthien.

—Son mercenarios. ¡Escoria mercenaria! Por su participación en la defensa de la capital del Condominio Draconis disminuyó el honor de la Casa Kurita. —Takashi caminó hacia el otro lado de la estancia y abrió la pantalla, mirando hacia fuera—. Sólo hay una cosa que pueda limpiar tal mancha. ¿Sabes qué es?

—La sangre.

Era la respuesta a todo.

—Tus deducciones te ennoblecen. Me alegra ver que los Dragones tienen algo de honor.

Dechan empezó a sentirse molesto, otro signo de que su lealtad a los Dragones todavía arrastraba una carga emotiva. Con tono desafiante, añadió:

—Ya habéis tenido bastante.

El Coordinador sonrió.

—Así lo esperaba.

Por primera vez, Dechan miró hacia fuera. Vio lo que Takashi observaba embelesado: el azul y dorado Archer. Dechan no entendía qué veía el Coordinador al contemplar el ’Mech, pero ahora sabía que los rumores de la obsesión de Takashi eran algo más que simples rumores. Inseguro sobre cuál de sus lealtades lo asaltaba, Dechan sintió la necesidad de saber qué pensaba el Coordinador.

—Perdonad mi impertinencia, Coordinador-sama, pero ¿puedo haceros una pregunta? —Un leve gesto con la mano fue todo lo que obtuvo por respuesta—. ¿Qué hace ese BattleMech en vuestro jardín?

El Coordinador permaneció en silencio durante tanto tiempo que Dechan pensó que no había entendido la señal de la mano, que no le había dado permiso para hablar. Dechan se levantó, suponiendo que aquello era un despido. Justo cuando estaba a punto de atravesar el umbral de la puerta, oyó la voz de Takashi en un tono tan débil que Dechan se preguntó si sus palabras iban dirigidas a él.

—Ahora que se ha ido el Zorro —dijo el Coordinador—, el Lobo es todo lo que me queda.