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En la semana que el Stingray nos pilló con la guardia baja, tuvimos muchos roces con el regimiento Gamma. Según el plan del coronel Wolf, estábamos ganando tiempo, intentando dañar las fuerzas de Alpin tanto como nos fuera posible y reduciendo al mínimo nuestras pérdidas. Habíamos tendido muchas emboscadas y nos estábamos convirtiendo en expertos.

Ahora estábamos desplegados en el lago Silone y alrededor de él. Escondido bajo el agua, yo esperaba y observaba.

Mi Loki no estaba caliente, pero seguro que los otros ’Mechs del destacamento sí lo estaban. Eran de tecnología antigua y habían estado luchando mientras yo esperaba en el lago. No servirían de mucho hasta que tuvieran la oportunidad de dejar que sus radiadores se descargaran.

La señal de vídeo de la cámara que flotaba por encima de mí atravesó la línea de fibra óptica. La calidad de la imagen no era muy buena, pero servía para mostrarme a los ’Mechs que se aproximaban al lago. La mayoría cortaba a su izquierda y aceleraba a lo largo de la playa. Un Vindicator y dos Wasps accionaron sus retrorreactores y navegaron por el agua. Los ’Mechs sufrieron graves desperfectos.

Un Fenris, el primero de los perseguidores, se aproximó. El OmniMech se movía de manera uniforme, y rápidamente disminuyó la distancia que lo separaba de su presa. Dejé que se fuera. Habría más.

A continuación llegaron dos Blackhawks. Los habría atacado, pero activaron sus propulsores y se elevaron por encima del lago. El destacamento tendría que ocuparse de ellos como pudiese. Aunque no estaba muy contento de que los tres Omnis que habíamos identificado de la compañía de Ansell continuaran operando, me satisfacía ver que también habían recibido un duro golpe.

Apareció otra docena de ’Mechs, el resto de la compañía de Ansell. Me alivió comprobar que eran diseños más antiguos; nuestro limitado servicio de inteligencia no nos había informado sobre el tiempo de reemplazos que tomaría el regimiento Gamma. Los ’Mechs que nos atacaban componían la formación cerrada que esperábamos de los guerreros de dicho regimiento, sobre todo de los que se hallaban bajo las órdenes del mayor Ansell. Para mantener el espacio necesario, algunos ’Mechs tuvieron que entrar en el lago; no tenían bastante sitio en la playa.

Era el momento de accionar el dispositivo de los retrorreactores del Loki, que me envió a mi ’Mech fuera del lago sobre una nube de vapor. El cable espía se rompió mientras subía, pero ya no lo necesitaba. En cuanto las armas del Loki estuvieron fuera del agua, disparé los dos láseres grandes contra el más voluminoso de los ’Mechs hostiles. Dos rayos gemelos de color escarlata dieron en la parte trasera de un Marauder, incidiendo debajo del depósito de calor de babor. El carapazón del Marauder estalló en una serie de explosiones que le volaron el brazo izquierdo en una trayectoria arqueada. Incluso antes de que el ’Mech de setenta toneladas cayera al suelo, yo ya me dirigía a otro objetivo.

El Archer de Grant ascendió desde su acurrucada posición en las profundidades del lago como un leviatán buscando a su presa. Las cubiertas blindadas de los veinte lanzamisiles se abrieron como garras cuando el Archer disparó una ráfaga doble de misiles de largo alcance. Grant mantuvo firme la gran máquina bajo las vibraciones del lanzamiento, mejorando así sus posibilidades de acertar. Cuarenta misiles rugían mientras se dirigían hacia un Axman de sesenta y cinco toneladas, que era la máquina más devastadora de la compañía enemiga. El ’Mech se balanceó bajo el impacto y después osciló con movimientos lentos y agitó los brazos mientras el piloto luchaba por recuperar el control. Los misiles que habían fallado se amontonaron en una gran confusión, mientras cada uno buscaba un segundo blanco. Los destellos de los impactos sobre los dos ’Mechs más cercanos al abatido Axman me informaron de que las cabezas explosivas habían sido una buena elección para esta emboscada.

Aterricé en la pendiente que bajaba hasta la playa, a lo largo de una hilera de árboles donde los densos bosques esconderían mi silueta. Ocultándome entre los árboles más pequeños de un extremo, giré el torso del Loki para mantener sobre el blanco las trayectorias de disparo de ambos brazos. Cuando pudiera, dispararía al Axman, que forcejeaba por avanzar entre el barro de la orilla del lago.

Nuestros Vindicator y Wasps volvieron, según el plan establecido; su retorno provocó una gran confusión entre los pilotos de Ansell. Su formación se rompió, pero no huyeron.

El sonido del sistema antimisiles del Loki me advirtió de que llegaban misiles. Una ojeada a la pantalla de valoración de amenazas señaló a un Sentinel como plataforma de lanzamiento. Un Sentinel estándar sólo llevaba misiles de corto alcance. Modifiqué mi modelo de disparo para compensar el calor que generaría el sistema antimisiles y recé para que les diera a todos. La barra de municiones AM se contrajo y no sentí ninguno de los fuertes golpes de los impactos del MCA. El sistema antimisiles no funcionó contra el cañón automático del Sentinel. Los proyectiles acribillaron la parte frontal del Loki y arrancaron fragmentos del blindaje en un intento inútil por alcanzar la estructura interior de mi ’Mech.

De mala gana, abandoné mi ataque sobre el Axman con el fin de manejar la amenaza más inmediata del Sentinel. Disparé el láser del brazo izquierdo y observé cómo su luz hacía explotar el último blindaje que quedaba en el muslo derecho del Sentinel. Las chispas saltaban de la herida, y el piloto del Sentinel cambió el rumbo de su máquina hacia la derecha para proteger el área expuesta. Dejando un rastro de humo, pasó por mi lado corriendo a lo largo de la playa. Intenté otro disparo, mientras esperaba abatirlo, pero el nivel de calor de mi Loki estaba aumentando y afectaba a los sistemas de objetivos. Fallé.

Grant tenía al Axman cubierto. Arrastrándose en tierra, el Archer giró y le dio otra dosis doble. Estallaron explosiones en el brazo derecho y el pecho del Axman, triturando la armadura ferrofibrosa y abriendo cráteres en sus vulnerables entrañas. Los misiles que no consiguieron dar al ’Mech herido rugieron buscando en vano otros objetivos.

—¡Ken ha caído! ¡Que alguien lo ayude!

Esta llamada podía oírse desde el canal de mando. Ken Shiamatsu pilotaba un Dervish, la máquina más pesada que había en nuestro destacamento. Si había caído, estaban en problemas.

Un láser atravesó la pierna de mi Loki mientras yo intentaba evaluar la situación. Perdí blindaje, pero no recibí ningún aviso de brecha abierta. Disparé como venganza, pero con todo el humo y vapor, no sabía contra qué había tiroteado, si es que había dado a algo.

El Vindicator de Wus aterrizó a mi derecha tras un salto. Cayó al suelo con poca destreza y su pierna derecha se derrumbó. Un Jenner enemigo cruzó un banco de humo a cien metros y atacó al Vindicator con un cuarteto de láseres. Los rayos royeron el blindaje y después lo atravesaron para vaporizar el seudomúsculo de miómero que movía los huesos de titanio de la máquina. El Vindicator quedó fuera de combate.

Habíamos causado daños. El Marauder estaba definitivamente inutilizado y el Axman probablemente también, pero teníamos demasiadas naves abatidas.

—¡Alto! ¡Alto!

Los hostiles continuaban atacando mientras nos retirábamos, pero sólo utilizaban armas energéticas. Alimentadas por el reactor de fusión que impulsaba al BattleMech, estas armas tenían suministros de municiones inagotables. Los pilotos de Ansell no utilizaban sus armas, y este hecho me preocupaba. Habitualmente, habrían descargado todo lo que tuviesen con la esperanza de abatir a algunos más de nosotros, pero estaban ahorrando municiones para algún fin.

Al menos no nos seguían. Quizá temían otra trampa. O, tal vez, habían aprendido finalmente qué era el respeto.

Las pérdidas del batallón Iota estaban siendo sufridas más mercenarios derrotados ansiosos por una oportunidad en nombre de los Dragones. Dechan se preguntaba si sabrían lo que les había pasado a sus predecesores; Elson restringía las noticias que llegaban al Mundo. Los pilotos de Iota pronto descubrieron por qué habían sido los primeros.

La Telaraña se había marchado de la línea de avance de Fancher a través del sector Verde, para ser reemplazada por otra fuerza de BattleMechs que, según algunos informes, era dirigida por el mismo Jaime Wolf. Este cambio hizo que Alpin y Elson reconsideraran sus planes. La gente del servicio de inteligencia de Svados predijo que Jaime Wolf estaba escondido en algún lugar del sector Rojo, pero el famoso Archer azul y dorado había sido visto entre los Mechs enemigos del sector Verde.

Quienquiera que fuera el que dirigía las fuerzas de Wolf, éstas estaban siendo efectivas. Sus engaños y trampas estaban causando bajas, y no sólo en las tropas de la línea frontal del batallón Iota y del regimiento Beta. La moral de las fuerzas restantes también había sufrido un duro golpe. Lo que se suponía que era una campaña relámpago se había empantanado demasiado tiempo. Wolf, pese a estar a la defensiva, había robado la iniciativa. Los supuestos cazadores bailaban su melodía.

Cazadores.

El apodo había empezado a ser utilizado cuando supimos que los rebeldes se autodenominaban la Manada de Lobos. Dechan supuso que habían adoptado este nombre como muestra de lealtad a Jaime Wolf. No pensó que fuese coincidencia que el nombre simultáneamente implicara su rechazo a Alpin. La referencia a las fuerzas de Alpin como cazadores había empezado a utilizarse en el Regimiento Beta. El Khan lo legitimó cuando puso una recompensa por la cabeza de su abuelo.

Esta recompensa entusiasmó a muchos de los mercenarios. Hablaban de cazar a Wolf ellos mismos, pero sus palabras eran tan inconexas como su táctica. No se ponían de acuerdo en nada y cada uno intentaba sobrepujar a los otros. Elson realmente había convocado a lo peor.

Dechan había oído discursos similares entre su propio batallón Kappa. Los interrumpía en cuanto empezaban, llegando incluso a prohibir el tema en las reuniones del personal. Sin embargo, sabía que no podía ocultarlo para siempre. Ahora que se sabía que Wolf dirigía las fuerzas de la oposición, ni siquiera los mercenarios relativamente más disciplinados, como los Caballeros, sentían el aliciente de una recompensa lucrativa.

Dechan dudaba que Wolf estuviera presente en el sector Verde. No era que sus tropas no estuvieran bien lideradas; lo estaban. Pero estaba seguro de que Alpin nunca se habría marchado para encabezar las fuerzas de Parella en el sector Rojo si hubiese pensado que Jaime Wolf estaba allí, en el sector Verde. Además, Elson no se había ido, ni cuando el regimiento Gamma se desplazó para sustituir a Beta y empezó a ceder el terreno que Beta había ganado. Cuando se reducía a eso, nunca se sabía quién se encontraba en el BattleMech hasta que se inspeccionaba la carlinga.

Carter abrió la puerta de la tienda de Dechan.

—Tenemos órdenes.

—¿De Elson o Alpin?

—De Elson.

—Reunión en diez minutos.

Carter asintió. Extendió el brazo para alcanzar la puerta, y la cerró. Dechan oyó los crujidos de sus pasos sobre la grava. Pasó entre las otras tiendas y despertó a los oficiales.

Hasta ahora el batallón Kappa se había mantenido fuera de la batalla. Dechan se lo había tomado como una señal de que Elson tenía en mente algo especial para ellos. Si Elson abandonaba la máscara de estar trabajando a través de Alpin, el momento decisivo llegaría pronto.

Michi sabía que lo seguían, pero no tenía tiempo de hacer nada. Caminaba por la avenida Lafayette entre la multitud del mediodía. Había demasiados ojos para que sus perseguidores representaran una amenaza, pero esta situación era provisional. Pronto tendría que abandonar la avenida. Entonces tal vez intentarían atraparlo, si lo sabían; o tal vez esperarían, si sospechaban. No podía decir cuántos eran. Si eran demasiados, y no lo sabían, quizá lo atraparían.

Salió de la avenida.

En la esquina, empezó a correr.

Había recorrido dos bloques cuando oyó unas maldiciones que indicaban que los perseguidores habían girado la esquina. Ahora también correrían.

Era afortunado por no tener que ir muy lejos. Eran más jóvenes y estaban más en forma para correr. Oía cómo se acercaban sus pasos.

El acólito de ComStar se sorprendió cuando Michi apareció por la puerta; estaba demasiado asustado para detenerlo, lo cual era bueno. Oyó a la mujer llamando a los guardias mientras corría por el pasillo hacia el patio interior. Los guardias llegaron a tiempo para topar con los perseguidores de Michi; oyó el principio de la lucha, y entonces la puerta se cerró.

Él era el único alboroto en la paz del jardín mientras corría por él. Pero sólo por un momento. Unos gritos rompieron la tranquilidad; los guardias de ComStar sólo habían podido demorar a los perseguidores. Era de esperar; los guardias no estaban preparados y los perseguidores eran profesionales.

Michi corrió a lo largo de la hilera de pequeñas casitas. Llegó a la que buscaba y, sin parar, convirtió su última zancada en una patada. La puerta se abrió, rebotó en la pared y lo golpeó mientras entraba.

El aire dentro de la casa era más cálido que en el jardín. La única luz que entraba era la de la puerta. Los únicos muebles que había eran una silla, una cama y una mesilla de noche que soportaba una estación de trabajo con un ordenador. La cama estaba ocupada.

El hombre agarró un arma de detrás del monitor del ordenador, cayó rodando de la cama y apuntó a Michi. En sincronización con el destello de reconocimiento de los ojos del hombre, Michi le tiró el cilindro de plata.

—¡Vete! —ordenó.

Stanford Blake agarró el cilindro con su mano libre, y gritó:

—¡Cuidado!

Michi se giró, sacó la espada y golpeó con un único y suave movimiento. La afilada espada partió al perseguidor en dos por la cintura. El mayor Sean Eric Kevin adoptó una expresión de sorpresa al morir. Blake disparó a través del chorro de sangre de Kevin y mató al segundo hombre.

Había más gente corriendo en el jardín.

—¡Vete! —exclamó Michi de nuevo mientras cerraba la puerta—. ¡Ahora!

Blake asintió con la cabeza bruscamente. Se puso el cilindro en el cinturón y abrió la puerta trasera.

—Gracias —dijo mientras escapaba.

Michi lo vio correr por el jardín. La casa impediría que los perseguidores lo vieran en cuanto dejase la línea directa entre las puertas delantera y trasera. Michi cerró la puerta trasera, se paró y sacó la pistola de la funda de Kevin. Caminó contra la pared al lado de la puerta, lejos del marco.

Esperó.

Eran cautelosos, quizá creían que estaba atrapado. Esperaba que continuasen cautos; cada segundo que perdían era útil. Sin embargo, sabía que no esperarían mucho. Si antes sospechaban, ahora él había confirmado sus temores.

Una descarga de disparos hizo agujeros en la puerta y la pared a ambos lados de aquélla. Michi se movió hacia adelante mientras la puerta se abría, esta vez liberándose de sus maltratados goznes. Dio un fuerte mandoble en el brazo al primer comando mientras entraba. Chillando, el hombre se dobló y rompió la empuñadura de la espada de Michi. Dos disparos acabaron con el segundo comando, pero llegó otro por la ventana frontal mientras su compañero moría. Retrocediendo debido a los tiros de los dos que todavía quedaban fuera, Michi fue incapaz de detener a la mujer mientras ésta rodaba hasta sus pies y salía por la puerta trasera.

No sabía si los había entretenido suficiente tiempo. Empezó a correr detrás de la mujer, pero su movimiento no fue inesperado. Los compañeros le dispararon cuando pasó el borde de la casa. Sintió un golpe en el brazo y se retorció a causa del impacto del tiro, entonces cayó al suelo. Se apartó rodando y disparó mientras uno de los comandos daba la vuelta al edificio persiguiéndolo. El hombre recibió el primer tiro y dos más antes de desplomarse.

Michi sabía que su misión estaba cumplida cuando oyó los potentes latidos del generador de hiperpulsación con el sonido de una pulsación de salida.

Su alivio casi le costó la vida. El último comando había dado la vuelta por el otro lado del edificio y sólo el ruido de la grava reveló su presencia. Michi empezó a rodar antes de que el hombre disparara el arma; el disparo chocó contra el suelo en lugar de dar a Michi. Su tiro de respuesta fue abierto, pero el hombre lo esquivó. Desgraciadamente para él, se movió hacia la trayectoria del último disparo, sin objetivo, de Michi.

Karma.

Un tiro retumbó desde la dirección del edificio generador Michi se forzó a ponerse de pie. Tenía la pistola descargada. La tiró y paró para recoger otra de uno de los comandos. Casi se desmayó cuando se enderezó. Demasiada sangre perdida y falta de concentración. Reprimió el dolor, desterrándolo bajo la claridad del propósito.

Corrió hacia el sonido del disparo.

La puerta que daba a la cámara de control del generador estaba abierta cuando llegó. Entró despacio, con la intención de rodar hasta una posición de fuego. Se quedó helado.

Había guardias de ComStar con armas preparadas para dispararle. Estaban muy nerviosos. Uno atendía a un acólito a quien habían disparado en la pierna. El comando de sexo femenino y Stanford Blake estaban tirados en sendos charcos de sangre separados que se extendían uno hacia el otro.

—Tira el arma —ordenó un guardia.

Michi obedeció.

Stanford Blake había conseguido transmitir los planes para el ataque final de Elson. Jaime Wolf tendría la información que necesitaba para trastocar esos planes. El papel de Michi había terminado.

Se desmayó.