42

42

Dentro de un BattleMech siempre tienes el miedo del copiloto. No siempre piensas en ello, pero a veces no piensas en nada más. Pero pienses o no, el miedo siempre está ahí, metido en las tripas.

Un BattleMech debe de ser la máquina de lucha más formidable que haya diseñado el hombre, pero no es invulnerable, sobre todo cuando se confronta con otro ’Mech. Como MechWarriors, te entrenan con simuladores y en la dura escuela del combate hasta que eres muy bueno, pero tu oponente puede ser mejor. El equipo, la destreza y el coraje pueden mejorar tus posibilidades, pero no siempre salvarte. A veces es simplemente una cuestión de suerte y, no importa cuán bueno seas, tu suerte puede acabarse.

No podía evitar preguntarme si tenía la suerte de mi parte mientras los ’Mechs de nuestro grupo de combate despegaban desde el hangar situado fuera del centro de operaciones. Yo tenía un OmniMech, Franchette tenía una de nuestras máquinas nuevas, y Hans y Grant pilotaban diseños clásicos mejorados, pero la tecnología en los restantes ’Mechs no era tan buena. No sabíamos a quién nos enfrentaríamos, pero su tecnología probablemente sería más alta. Claramente eran más numerosos. No éramos ni cuatro lanzas, una compañía reforzada, enfrentándose al doble de enemigos.

Conocía mi propia instrucción y experiencia, y no estaba muy satisfecho con los refuerzos. Algunos de ellos habían combatido con anterioridad, pero para la mayoría de los MechWarriors de ese grupo de combate ésa sería la primera batalla. Aquellos a quienes íbamos a enfrentarnos eran, casi con seguridad, veteranos; raras veces se destina a novatos para descensos orbitales. En cuanto al equipo y la destreza nos encontrábamos en desventaja, pero no podía desdeñar el coraje de nuestros antiguos guerreros, niños de sibko e instructores. Conocían la situación y nunca titubeaban.

Hans y Franchette tomaron el mando de dos lanzas y se desplazaron hacia el flanco izquierdo. Grant y yo estábamos a la cabeza del resto. Dos de nuestras máquinas eran pilotadas por veteranos, pero conducían Chameleons. El Chameleon es un ’Mech de entrenamiento, ideado para simular una gran variedad de adversarios utilizando numerosos sistemas de armas. Es un ’Mech medio, pero no siempre lo parece. Se le pueden añadir láminas extra con el fin de modificar su apariencia, y lleva un circuito electrónico especial para falsificar su signatura; estas particulares habilidades le permiten parecer y examinar como algo que no es, hecho que da origen al nombre de la máquina. Los nuestros estaban configurados para aparecer como ’Mechs pesados; queríamos parecer lo más amenazadores que fuera posible. Yo sólo esperaba que nos aseguraran la victoria en el combate; los Chameleons no están diseñados para viajes de larga distancia.

Como tenía una categoría superior a la de Grant, yo estaba al mando de nuestro contingente. Cuando nuestro canal de conexión con el centro de operaciones empezó a fallar, mi copiloto invisible me agarró por los testículos. Ya es lo suficientemente peliagudo cuando sólo tienes que preocuparte por ti mismo.

Nuestros ’Mechs devoraban los kilómetros. Gracias a la superior capacidad de dominio del terreno de los BattleMechs, en poco tiempo dejamos atrás a las unidades blindadas de la Guardia Nacional. No estaba excesivamente preocupado. Esperábamos que la oposición estuviese dispersa para no tener que hacer frente a todas sus fuerzas de una vez. También debían de estar sufriendo la misma falta de información que nosotros, y necesitarían llevar a cabo un reconocimiento del terreno, lo que implicaba más división de sus fuerzas. Si nos metíamos en problemas, Hans entraría desde el flanco. Si teníamos demasiados problemas, todas las fuerzas se concentrarían sobre el blindaje.

No habíamos interceptado transmisión alguna de los ’Mechs que se acercaban, ni durante su descenso ni después de él. Esperaba que esto significara que eran una fuerza de reconocimiento y, por lo tanto, que la mayoría de ellos, si no todos, fuesen ’Mechs ligeros. Si el tonelaje de las dos fuerzas era igual, su número superior no sería una ventaja. La carencia de transmisiones sugería otra cosa: los ’Mechs representaban a una fuerza hostil; si hubieran sido amistosos habrían llamado.

Nos habíamos estado moviendo por las Montañas Hannovassian durante un cuarto de hora cuando Jeremy, que se encontraba en el Griffin, informó sobre un contacto en su esfera de acción.

—Extraños, jefe. A un kilómetro por el flanco izquierdo. Se mantienen a poca altura. Debe de haber un par más, pero no estoy seguro. Demasiado hierro en las rocas.

—¿Alguien puede confirmarlo? —No hubo respuesta afirmativa alguna—. ¿Está en movimiento, Jeremy?

—Neg.

—Pues, adelante.

Había mucho metal en las montañas. No creía que fuese una unidad enemiga; todavía estábamos lejos de su zona de descenso. Además, un enemigo hubiese reaccionado ante nuestra presencia. Esperaba no equivocarme y que Jeremy sólo estuviese inquieto.

Al cabo de veinte minutos, Jeremy informó de otra nave extraña, pero esta vez hubo muchas confirmaciones. Teníamos cinco BattleMechs moviéndose dentro de una trayectoria de interceptación. Cuando salieron de un peñasco, accioné mi amplificador para obtener una identificación visual y sentí cómo mi estomago se retorcía.

Los ’Mechs que se aproximaban eran negros con bordes rojos, cada uno pintado con el emblema de una araña negra dentro de una telaraña blanca. El batallón de la Telaraña. Y no habían llamado para anunciar su llegada.

No me sentía mal sólo porque esa unidad —que había sido de MacKenzie Wolf— era aparentemente hostil, o porque dos de las máquinas eran OmniMechs, aunque esto ya era más que suficiente para que mi copiloto se alborotara. Mi preocupación era más personal: Maeve había formado parte de ese batallón. Me preguntaba si todavía estaba con ellos, como miembro de la lanza que se nos aproximaba.

Los introduje en mi ordenador de combate, dándole a cada uno un código de objetivo. Mi Loki me dio una señal cuando el primero entró en la zona efectiva exterior de mis misiles de largo alcance. En nuestro bando, sólo el Archer de Grant y el Griffin de Jeremy tenían MLA, pero estaba seguro de que los Omnis del otro bando podían igualarnos. Esperaba que abrirían fuego, pero no lo hicieron. En lugar de eso se detuvieron.

—Abran la formación —ordené mientras reducía la velocidad.

En cuanto hube dejado atrás la línea de nuestro avance, ordené que la lanza también moderara la marcha. Grant siguió mi ejemplo, y redujo el paso incluso antes de que diera la orden. Esto hizo que tuviéramos dos de nuestras plataformas de largo alcance en posición de apoyo. Si los guerreros de la Telaraña se asustaron por nuestra respuesta, o si simplemente no les gustaban los novatos, no lo sé. Pero empezaron a moverse de nuevo, a retroceder.

—Síganlos —ordené. Retirarse de un combate sin hacer siquiera un intento de vencer resultaba extraño, demasiado para no investigar.

Los seguimos hacia lo más profundo del cañón; su vector los acercaba a Hans y sus lanzas. Mis temores de que fuera una trampa amainaron, pero no desaparecieron. ¿Por qué? Las altas colinas y los estrechos valles entre las erosionadas montañas ofrecían demasiados lugares para ocultarse. Miré los mapas y examiné el progreso del resto de la compañía. Hans pronto estaría en posición de atravesar la trayectoria de los negros ’Mechs en retirada. Tan pronto como los hubiésemos acorralado, les sacaríamos varias respuestas a estos guerreros.

Entonces fue cuando la situación cambió radicalmente.

Un estruendo parecido a un trueno lejano resonó a través de esas tierras erosionadas. Como si fuera la señal de su entrada en escena, los negros ’Mechs que estábamos siguiendo cerraron su extendida formación, reuniéndose a la sombra de un alto peñasco, donde se giraron y se encararon a nosotros. Más ’Mechs negros aparecieron de los cañones a cada lado de nuestra posición. Mientras ordenaba la inversión de la marcha, Jeremy gritaba por el otro canal que los teníamos a nuestra espalda. Al menos veinte ’Mechs nos estaban rodeando. Todos los ’Mechs que habían descendido debían de estar ahí, pero no podía estar seguro. Los negros ’Mechs no dispararon, aunque una única descarga combinada habría devastado nuestras filas. Se oyó una voz en el canal de comunicaciones.

—Bienvenidos a la telaraña, pilotos. Hans no vendrá aquí hasta dentro de un rato. El cañón en el que entró solía tener una salida en la parte posterior, pero ya no la tiene. O sea que es una cuestión entre vosotros y nosotros, y es el momento de hablar. Si no nos gusta lo que oímos, no volveréis a ver a vuestros amigos nunca más.

Reconocí la voz enseguida aunque no la había oído durante meses, excepto en sueños.

—Maeve…

—Hola, Brian. —No parecía sorprendida, ni especialmente contenta—. ¿Dónde está Wolf?

Yo tampoco estaba seguro de sentirme contento.

—Ese es su Archer, a mi lado.

—Lo sé, pero él no se encuentra dentro.

—¿Qué te hace pensar eso?

Hubo una pausa, como si estuviera pensando qué decir. Quizás estaba enfadada. Yo casi esperaba ver abrirse las cubiertas protectoras de las armas de su ’Mech. Cuando finalmente respondió, su voz sonó tranquila, conciliadora.

—La máquina no se mueve como la de Wolf. ¿Dónde está?

Quería decírselo. Quería que formase parte de nuestro bando, pero tenía la responsabilidad de no dejar que mis sentimientos personales pusieran en peligro al coronel Wolf. Hasta que no supiese de qué lado estaban ella y sus camaradas, no podía confiarle el paradero del coronel. Nuestra posición era demasiado precaria.

—En otro sitio —respondí con la garganta seca.

Se rió.

—Muy cauteloso, Brian. ¿Te mostrarías tan cauteloso si te dijera que estamos aquí para luchar a su favor?

—¿De veras?

—Respuesta a una pregunta con una pregunta. Has merodeado con Stan Blake demasiado tiempo. Por cierto, ¿está con Wolf?

—El coronel Blake se quedó en el Mundo.

—¿Para hacer de espía?

Su tono era locuaz, y la moderación mostrada por los guerreros de los ’Mechs negros era una declaración en sí misma. Decidí arriesgarme.

—No sabemos qué le pasó.

—Parece que las cosas no están muy bien.

No necesitaba que me dijeran eso.

—¿Has venido a luchar a favor del coronel?

—Es posible.

—Ahora tú estás siendo cautelosa.

—Con razón. Nos enteramos de la noticia de la muerte de Mac por la red, pero no dijeron nada de Wolf. No es su estilo. Entonces supimos que Alpin era el nuevo jefe de los Dragones y que se había autonombrado Khan. Esto hizo sospechar a algunas personas, pero no obtuvimos buenas respuestas a nuestras preguntas, nada lo bastante claro como para llegar a pensar que realmente había un problema. Cuando oímos que Elson y Fancher dirigían gran parte de la función y que Kelly Yukinov ni siquiera se encontraba en Outreach, unas cuantas personas se exaltaron. Tuvimos una… una salida en falso, pero lo corregimos y nos pusimos en marcha. No hacía ni treinta segundos que nos encontrábamos en el espacio cuando la capitana de la flota Chandra nos llamó para decirnos que lo mejor sería que nos alejáramos del planeta. Intentó convencernos de que nos uniéramos a sus naves en órbita, con el fin de esperar hasta que la situación se calmara, pero no es así como hacemos las cosas en este batallón. Descendimos aquí porque sabía que éste es el lugar al cual Wolf iría si saliese de Harlech.

—Pero descendisteis como si vinieseis a luchar.

—No lo sabía.

—Podíais haber transmitido vuestras intenciones. O al menos vuestras preguntas. Os podíamos haber dicho qué pasaba y si habíais aterrizado en el centro de operaciones.

—Por supuesto —dijo ella sarcásticamente—. Por si no lo habías notado, no todas las personas involucradas en este asunto han dicho la verdad. Si hubiésemos llegado y divulgado a quién apoyamos, y Wolf todavía no hubiese estado aquí, no habríamos sido muy populares entre los jefes. Con esta clase de descenso, siempre podíamos exigir prudencia y no revelar nuestras preferencias por ninguna de las partes.

Quería oírselo decir.

—Así pues, estáis aquí para luchar a su favor.

—Vosotros lucháis a su favor, ¿no?

Podía imaginar la sonrisa que acompañaba a esa pregunta. Yo mismo sonreí al responder:

—Sí.

—¡Ja! Sabía que desafiaría el Juicio. —En la voz podía notarse su alegría. Vagamente, oí otras voces, una filtración a través de su micrófono desde los canales a los otros ’Mechs negros—. Supongo que nosotros también.

No puedo expresar el alivio que sentí. No hay palabras que lo describan. Sin embargo, era para el bien del coronel. El batallón de la Telaraña era elemento adicional muy importante para nuestra capacidad de lucha. Personalmente, estaba un poco aturdido. Maeve había vuelto a mi vida y no sabía muy bien si me apetecía.

—¿No sería mejor que hablaras con Hans, antes de que nos ataque? —sugirió ella.

Lo hice. Al cabo de una hora ya nos habíamos unido y no dirigíamos de vuelta al centro de operaciones. Tan pronto como estuvimos dentro del radio de alcance de una de nuestras estaciones retransmisoras, anuncié la buena noticia.