31

31

Dechan Fraser se detuvo en la calle de la mansión que había sido la recompensa dada por Theodore Kurita por su servicio leal. Al principio pensó que sus cansados ojos se confundían bajo la luz del anochecer. Reconoció la melena y la barba grises y la silueta baja y fornida. Aunque no llevaba uno desde hacía muchos años, también reconoció el uniforme de paseo de los Dragones. No podía estar equivocado. El imprevisto invitado que lo esperaba a las puertas de su casa era el coronel Jaime Wolf.

Había oído el rumor de que el duelo se había aplazado, pero nunca se imaginó que Wolf incluiría en su itinerario una visita a Dechan Fraser. Con curiosidad, confusión y bastante enfado, Dechan se aproximó a su antiguo comandante en jefe:

—¿Busca a alguien?

—Tiene buen aspecto, Dechan —dijo Wolf, examinándolo.

Dechan hizo caso omiso de la mano tendida de Wolf y dijo:

—Es de mala educación recibir a las visitas en la calle. Entre, por favor.

Dechan abrió el candado y, cuando la puerta se abrió, hizo un gesto a Wolf para que pasara primero. El coronel entró y entregó su abrigo al criado que apareció y de inmediato desapareció de forma igualmente silenciosa. Dechan lo condujo a la sala de estar, donde los criados habían servido té y una bandeja de pasteles. Había una tercera taza junto a la suya y la de Jenette; los sirvientes sabían que el visitante estaba esperando fuera.

—Espero no molestarlo —dijo Wolf en una pálida imitación de la cortesía kuritana. Buscó una silla y, al no encontrar ninguna, se arrodilló torpemente a la manera kuritana.

Do itashimashite —dijo Dechan, imitándolo. Al hacerlo, se dio cuenta de la facilidad con que adoptaba el papel de anfitrión y empezaba a hablar en japonés. El estilo kuritano ya formaba parte de él; la cortesía ocultaba los sentimientos personales para que todo fuese más suave y guardar las apariencias.

Wolf tomó la respuesta de Dechan como una invitación y continuó con las cortesías en japonés. Lo hablaba con fluidez y sus comentarios eran típicos pero sonaban más sinceros. Dechan sirvió té para su invitado y para sí mismo. Hablaron del tiempo y del viaje de Wolf, pero había tensión por debajo del carácter protocolario de la conversación. Por fin, Wolf interrumpió la cháchara protocolaria y di jo:

—¿Vendrá pronto Jenette?

Hai. Esperaba que hubiese llegado ya.

—Bien. Quería hablar con ambos.

Wolf pareció satisfecho y no dijo nada más. Dechan permaneció en un incómodo silencio, mientras los viejos rencores corroían la apariencia cortés. Extendió la mano hacia la tetera para volverse a llenar la taza, pero calculó mal y, cuando su piel tocó el metal caliente, la apartó con brusquedad. Quería chuparse la quemadura para enfriarla, pero no quiso hacer una demostración de debilidad ante aquel hombre. No ahora, después de tanto tiempo. La creciente frustración tomó forma de palabras.

—¿Por qué ahora? Esperaba oír algo de usted cuando estuvo por última vez en Luthien.

Si aquella reacción sorprendió a Wolf, no lo demostró. Dejó la taza sobre la bandeja con cuidado y dijo:

—No habíamos venido para poner fin a la disputa.

—Pero usted luchó por Kurita —lo acusó Dechan.

—Estábamos bajo contrato con Davion.

—Así que un contrato era más importante que una disputa de sangre —comentó Dechan, meneando la cabeza en señal de incredulidad.

—Un contrato es un vínculo bajo juramento.

—¿Más importante que sus votos bajo juramento?

—En ese momento, sí —respondió Wolf en voz baja.

—Muy oportuno.

Wolf tomó un sorbo de té y volvió a dejar la taza sobre la bandeja. Su gesto puso el comentario de Dechan a cierta distancia.

—No se refiere a que combatimos por Kurita, ¿verdad?

—Sí. Pero tiene razón, hay más.

Wolf aguardó.

Si Wolf estaba dispuesto a oírlo, Dechan lo estaba para decírselo.

—Como muchos Dragones, yo lo idolatraba —empezó a decir Dechan—. Creía que usted sabía todo lo que podía saberse sobre la vida de los mercenarios. Todos creíamos que era un hombre de honor. Habría dado mi vida por usted. ¡Diablos, lo hice! Di mi vida a Kurita para ser un buen espía suyo. ¿Y para qué, Jaime Wolf? ¿Es usted un hombre para quien un puñado de billetes C es más importante que un voto de honor?

—Nadie lo obligó.

—Estaba en Misery, ¿recuerda? Vi morir a los Dragones. Aquella imagen se grabó en mi alma de una forma que ni los fríos vientos de aquel lugar infernal habrían podido hacer. Lo recuerdo. Oía las voces de los muertos todos los días que estaba delante de los aprendices de la Ryuken y todas las veces que conducía a una unidad kuritana a la batalla. Muchas personas murieron en Misery, y no sólo Dragones. ¿Recuerda al Hombre de Hierro?

—Sí.

—Yo no puedo olvidarlo. Cuando trabajamos con la Ryuken, yo lo admiraba. Nadie podía igualar su dedicación, coraje y destreza. Salvo usted, o eso creía yo. En Misery, los Dragones lucharon contra la Ryuken y casi fueron derrotados. Al final, yo combatí contra él y vi cómo mataba a mis compañeros de lanza. Cuando derribé su Dragón, pensé que era el día más glorioso de mi vida. Era un muchacho. No entendía el honor de observar su ceremonia de seppuku, pero los años que he vivido en su mundo me lo han enseñado. ¿El dinero también ha borrado sus recuerdos de Tetsuhara? —Wolf miró su taza sin decir nada. Dechan preguntó entonces—: ¿Y bien? —Wolf siguió en silencio—. Creía que era un hombre honorable.

Un fuego ardió en los ojos de Wolf y su expresión se volvió más severa.

—Actué como creí conveniente. Era el comandante en jefe.

—¿Esa es su excusa?

—Es el único motivo que tuve. Creí que necesitábamos tener a alguien cerca de Kurita que pudiera alertarnos.

—Pero entonces venció a todo lo que Takashi envió contra usted y recibió un planeta entero de manos de Davion. Todo muy sensato y razonable. No tenía que preocuparse de sus antiguos protectores. No tenía por qué hacerlo y podía olvidarse de ellos.

—No me olvidé de usted. Las comunicaciones no eran seguras.

—¿Seguras? —Dechan se rió con amargura—. Utilizábamos sus códigos de la Red de los Lobos, pero dejamos de recibir respuestas. Nos abandonaron.

—No.

—¿No?

Dechan se puso en pie de un brinco. Sacudió la bandeja al levantarse y su taza se tumbó y se rompió sobre el suelo de madera.

—Entonces, ¿por qué envió a Lang a ver a Theodore? Se suponía que Jenette y yo formábamos parte de su círculo íntimo. ¿Por qué no nos dijo que lo lleváramos a Outreach?

—Había otras consideraciones. No creí que fuera el mejor momento para revelar su misión. Si los líderes de la Esfera Interior no aceptaban trabajar juntos, todavía podíamos necesitarlos como agentes secretos. Si Kurita se hubiese negado a cooperar, ustedes podrían haber estado en peligro.

—Podría ser. Tal vez. También podría habernos dicho lo que pensaba, en lugar de dejarnos desamparados, sin tener ninguna noticia de los Dragones.

—Los habría puesto en grave peligro —insistió Wolf, y empezó a recoger los pedazos de la taza rota.

—¿Y su visita no nos pone también en peligro?

—Ya no. —Wolf colocó los fragmentos sobre la bandeja—. Todavía no es de conocimiento público, pero hay algo que debe saber: Takashi Kurita ha muerto.

Dechan pensó en el duelo tan anunciado.

—¿Lo ha matado usted?

—El duelo no se llevó a cabo.

Takashi, muerto. Y no en un duelo con Wolf. Era una situación que Dechan no había considerado.

—Entonces, Theodore es el Coordinador.

—Sí. Ya no es necesario que ustedes sigan aquí.

—¿No es necesario? He servido a Theodore y a la Ryuken por más tiempo que a los Dragones. Querrá decir que los Dragones ya no son necesarios.

Wolf suspiró y se incorporó lentamente.

—Lo entiendo —dijo.

—¿De verdad?

—Déjeme que le diga que estaba orgulloso de su servicio con los Dragones. Y estuve aún más orgulloso cuando aceptó vigilar a Kurita de incógnito. Sé a lo que renunció.

Dechan no le creía.

—¿Cómo?

—Una vez abandoné mi hogar para dar vida a una mentira. Y la viví durante más tiempo del que usted ha vivido la suya.

—Lo lamento. Debí saber que el gran Jaime Wolf era mejor que lo que yo pudiera hacer.

Wolf parecía sorprendido.

—Lo siento. No quería decir eso.

La inmediata réplica de Dechan fue interrumpida por el ruido de un portazo. Jenette llegó apresuradamente, quitándose la chaqueta del uniforme sobre la marcha.

—Dechan, ¿te has enterado? ¡Takashi ha muerto!

Se quedó estupefacta al ver al visitante. La chaqueta cayó al suelo y ella hizo una rápida reverencia.

—Lo siento, no me había dado cuenta… ¡Coronel Wolf!

Se puso firmes y saludó.

—Es una reunión informal, Jenette —dijo él.

—¿Por qué ha venido? —preguntó ella con los ojos muy abiertos.

Wolf lanzó una rápida mirada a Dechan y luego sonrió a Jenette.

—He venido a pedirles a ambos que vuelvan a casa.

—¿A casa? —repitió ella con expresión confusa.

—Sí. A Outreach. Hay puestos para ambos en los Dragones que los están esperando.

—No hubo sitio para nosotros durante el asedio de Luthien —dijo Dechan, todavía con amargura.

—Los tiempos han cambiado y he modificado mi punto de vista sobre ciertas cuestiones desde entonces.

—¿Ah, sí? ¿Un nuevo contrato?

—¿Dechan? —Jenette, que desconocía la conversación previa, estaba perpleja por la dureza del tono de Dechan.

—No importa, Jenette —dijo Wolf.

—Claro que sí. Está siendo grosero.

—Justo, en mi opinión.

—Muy amable —se burló Dechan.

—¡Dechan!

—No importa, Jenette. Dechan y yo tenemos algunos desacuerdos —dijo Wolf, dando un tono cortés a sus desavenencias—. Les he hecho esta oferta y estoy seguro de que ambos tienen mucho de que hablar. Ahora sobro aquí. Si quieren volver a casa, pueden hacerlo. Serán bienvenidos. Si no lo hacen, lo entenderé. Les agradeceré que me comuniquen su respuesta, cualquiera que sea. La Chieftain está en el espaciopuerto del palacio y yo estaré a bordo. Partiremos dentro de una semana, después del funeral.

—Nosotros…

—Lo pensaremos —dijo Dechan, que contuvo a Jenette tocándole el brazo—. ¡Meshitsukai! Acompaña al coronel Wolf a la salida.

El criado se acercó entre una lluvia de corteses reverencias. Wolf lo siguió y salió de la habitación. Jenette esperó hasta que oyó cerrarse la puerta de salida. Entonces se revolvió contra su marido con el rostro enrojecido de ira.

—¿Qué ha pasado aquí?

—No me gusta ser un eslabón indigno de confianza en los planes de otra persona. Wolf dijo que no podía confiarnos lo que estaba pasando en Outreach.

—No hizo tal cosa —dijo ella con incredulidad.

—Sí lo hizo. Le entregamos nuestras vidas para nada. Quiere que volvamos para acallar su mala conciencia.

—Estoy segura de que el coronel hizo lo que creyó necesario —repuso ella ceñuda—. No es que no confiase en nosotros. Las FIS siempre nos han vigilado. Un mensaje, o incluso un mensajero, podía haber sido interceptado. Ninguna forma de contacto habría sido segura.

—Siempre hay maneras de hacerlo. Él las encontró en el pasado, cuando creyó que era importante.

Ella se volvió hacia la pared.

—Estás exagerando —lo acusó.

—Y tú lo estás defendiendo —replicó él con igual aspereza.

Jenette estaba rígida, en actitud desafiante. Dechan inspiró hondo. Cada uno había sido el único amigo verdadero del otro durante años, pero ahora él veía que ella se alejaba. Recordaba con toda claridad que ella había pertenecido a los Dragones originales; era una niña cuando llegó con ellos desde los planetas de los Clanes. Se apartó de ella, temeroso de que su herencia fuese más fuerte que el amor que los unía. Con la cabeza gacha, fue hacia la puerta que conducía al interior de la mansión, pero no sentía deseos de marcharse. Se detuvo en el umbral. Su ira y su sentimiento de haber sido traicionado lo apremiaban a seguir adelante, pero su amor por ella no se lo permitía. Permaneció enzarzado en esta lucha interior.

Notó que la mano de ella le tocaba suavemente la espalda. Como él no se apartó, ella deslizó los brazos a su alrededor y lo abrazó con fuerza. Le daba calor y temblaba un poco. Dechan notó también una gota húmeda sobre su cuello.

—Dechan, quiero volver a casa.

Él se volvió y la rodeó con su brazo derecho, mientras con la mano izquierda le levantaba la barbilla para poder mirarla a los ojos.

—¿Y si yo no quiero ir?

—No me pidas que elija.

—Tú me estás pidiendo una elección parecida.

Ella hundió el rostro en su hombro y lo abrazó con fuerza. Dechan sabía cuál sería su decisión. Ella era más importante para él que cualquier cosa que Wolf o Theodore pudieran ofrecerle. Regresarían.

Pero él no tenía por qué ser un Dragón.