Nota

Si bien el oficio de maestros y profesores de instituto es uno de los más afectados por el acoso de la depresión —cuando el daño se vuelve contra uno mismo—, en cambio, entre sus miembros hay poca gente que se haya saltado la ley —cuando el daño es dirigido contra los otros—. En general, es un oficio de gente apacible, una profesión donde no ha habido apenas delincuentes, y a nadie del gremio se le pasa por la cabeza la idea de usar la violencia para conseguir sus propósitos.

Dicho esto, es casi superfluo añadir que la historia y los personajes que aparecen en esta novela no tienen ninguna correspondencia con la realidad y que todas las situaciones planteadas son fruto exclusivo —aciertos o errores— de la imaginación del autor.

Me resulta gozoso manifestar mi agradecimiento a Paloma y Maite Osorio, a José Antonio Leal, a Marciano de Hervás y a Fernando Alonso, que leyeron el manuscrito y lo mejoraron; a Miguel Costero Cortón, por su asesoramiento en todo lo relativo a las armas; a Tomás Alegre, por su paciencia y sus enseñanzas sobre el sonido y uso del clarinete, y a María Antonia de Miquel, por la sabiduría de sus consejos.

Para escribir esta novela conté con la ayuda de una beca de la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura.