PRÓLOGO

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Conocí a Carlos García Miranda en el año 2008. Él pertenecía al equipo de guionistas de la serie «El internado» en la que yo interpretaba a uno de los integrantes de una pandilla de adolescentes que, para sobrevivir, se veían obligados a desvelar un misterio que amenazaba sus vidas. Lo que comenzó como una aventura incierta dio lugar a cinco años de intenso trabajo y setenta y un capítulos de una serie que sin duda se podría calificar como fenómeno teen. Gracias a sus personajes, «El internado» consiguió sintonizar con una gran masa de adolescentes que semana tras semana seguían la serie con una devoción y una intensidad sorprendentes. Creo que el éxito de «El internado» radicaba sobre todo en el acierto con el que Carlos y el resto de los guionistas compusieron un universo en el que la realidad y la magia iban de la mano. «El internado» se movía en una zona fronteriza, situada entre la oscuridad y la luz, la ensoñación y la vigilia, en la que los puntos de giro y las revelaciones imprevistas se sucedían con velocidad de thriller.

En Enlazados, Carlos García Miranda trabaja sobre el mismo lienzo, pero las pesquisas dramáticas son otras. En este caso la historia se desarrolla en un mundo futurista, postapocalíptico, en el cual la hegemonía político-económica mundial está en manos de un puñado de empresas y es gestionada por una figura oscura conocida como Madre, una especie de Gran Hermano con motivaciones inciertas. En medio de esa atmósfera robótica y computadorizada, once jóvenes son elegidos para participar en un proceso de selección del que tan sólo puede salir con vida uno, el vencedor. El juego atroz y despiadado al que son sometidos estos once chicos y chicas permite a Carlos desarrollar, a través de la mirada de Slo, el joven protagonista, temas como la deshumanización, la condición de víctima y verdugo, las relaciones paterno-filiales, la guerra del hombre frente a la máquina, la amistad, la rivalidad, el amor y la venganza.

Enlazados es una novela muy visual, llena de plasticidad, tejida con múltiples elementos de la cultura y la iconografía pop juvenil y que se alimenta de numerosos referentes del mundo cinematográfico, el cómic y la televisión. Con ella, Carlos vuelve a probar su sensibilidad para captar y ficcionar las inquietudes, las motivaciones y los miedos del imaginario colectivo de los adolescentes.

MARTÍN RIVAS