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Mis manos tratan de agarrarse al aire mientras caigo como un proyectil. Golpeo contra el agua justo cuando el corazón está a punto de salirme por la garganta. Mi cuerpo se hunde a toda velocidad en un abismo submarino, y la presión me tapona los oídos mientras el oxígeno se me escapa por la boca en forma de ráfagas de burbujas. Intento detener el descenso, pero apenas puedo mover los brazos y las piernas. El aspecto de mi avatar es el de siempre, pero me da la sensación de que está relleno de plomo. El agua que me rodea está más oscura y fría cuanto más me hundo, y mis pulmones se están quedando a medio gas. Utilizo la potencia cinética de mi avatar y consigo dar brazadas hacia la superficie, pataleo en el agua y mi cabeza acaba saliendo al exterior.

Respiro con ansia mientras muevo los brazos para mantener el cuerpo a flote, agotado por el peso desmesurado. Veo a mis compañeros, que están a mi alrededor y también boquean como peces. Comprendo que todos compartimos esa sensación de que nuestros avatares pesan el doble. No sé qué nos ha preparado Madre en la simulación, pero está claro que quiere que, si queremos superarlo, nos esforcemos el doble de lo habitual. Tratamos de alcanzar una barca de madera que flota a la deriva, pero el único que parece disponer de las fuerzas suficientes para llegar a ella es GΔr©on, a quien veo de espaldas en la distancia. Se me disparan las alarmas cuando descubro que uno de nosotros aún no ha salido a la superficie: =Data. Frenético, doy vueltas en círculo en el agua que se lo ha tragado. Voceo a nick con todas mis fuerzas, pero ni me responde ni lo encuentro. Justo cuando voy a hundirme de nuevo para buscarlo oigo su voz; me llama a gritos. =Data ha sido el primero en llegar hasta la balsa, donde está recuperando el resuello. Nunca me habría imaginado que fuera él quien encabezase el grupo, y no GΔr©on. Los demás competimos, con grandes esfuerzos, por llegar cuanto antes hasta el bote. Sabemos que no va a haber espacio para todos, pues nuestro peso desmesurado lo haría volcar. BabO:), muy asustado porque ni siquiera sabe nadar, grita y patalea sin control. Dana trata de ayudarlo, pero él, nervioso y presa del miedo, la golpea con tanta fuerza que la deja inconsciente y hace que se hunda.

—¡Sube a la barca, Slo! —me grita =Data mientras me ofrece la mano para que me una a él.

En lugar de hacerlo, lleno de aire los pulmones y me sumerjo en el agua. Busco entre la niebla azul que rodea el falso mundo marino hasta que veo el avatar de Dana; se hunde sin freno. Doy brazadas, consigo alcanzarla y le rodeo la cintura con un brazo. Su larga melena rubia y rizada, propia de su avatar, me cubre la cara mientras tiro de ella hacia arriba. Chasqueo los dedos para activar la potencia cinética, pero ni aun así soy capaz de alzarla, porque ambos pesamos demasiado. Abro la boca de Dana, junto mis labios con los suyos y le paso casi toda la vida que me queda dentro. Dana abre los ojos de repente, su cuerpo reacciona, y subimos juntos hasta la superficie. Cuando sacamos la cabeza del agua descubrimos que ya no queda ningún hueco en la balsa. BabO:), Wort:s y Thorò_ó también se han quedado fuera; se amarran a los extremos para mantenerse a flote. BabO:) lo consigue a duras penas, pero Dana ya no lo ayuda. Parece haber tomado conciencia de que sólo debe pensar en sobrevivir. Asentado sobre la balsa, =Data me mira desconcertado y algo receloso. Le insistí en que no tuviéramos más aliados que nosotros mismos, pero parece como si yo acabase de firmar una tregua con Dana. La realidad es que ella me mira como si me odiara por haberle salvado la vida.

—Si lo he hecho es porque Madre nos advirtió de lo importante que es el trabajo en equipo para superar esta simulación —le digo a =Data cara a cara después de asirme al astilloso borde de la barca. Me aparto el flequillo con un golpe de cabeza—. Es mejor que no perdamos a nadie aún, y después veremos lo que podemos aprovechar de cada uno.

Justificarme sólo me hace parecer más culpable, aunque sí es cierto que Madre nos advirtió de que deberíamos trabajar en equipo para superar la simulación. Ante nosotros se abre la inmensidad del mar y no se avista ningún destino hacia donde dirigirse, aunque esta nada tampoco parece un lugar donde quedarse. Si esto es una simulación de objetivo no podremos salir hasta que lo cumplamos, aunque tal vez sea una simulación de recorrido, al final de la cual exista una puerta de salida. Tendremos que averiguarlo, puesto que Madre no nos dijo nada al respecto. GΔr©on, que continúa con su mandato como líder del grupo, decide que en cualquiera de ambos casos debemos avanzar, así que eso será lo que hagamos. No discuto sus órdenes porque me parece acertado que nos dividamos en dos grupos, y unos vayan en la balsa mientras los otros pataleamos en el agua amarrados a los extremos. Nos turnaremos para equilibrar el esfuerzo. A pesar de la seguridad que trata de transmitir, GΔr©on no es capaz de decidir qué dirección debemos tomar.

—Yo sé hacia dónde hay que ir, pero quiero un hueco en tu grupo —le dice #France# a GΔr©on, cuyo avatar tiene unos ojos más oscuros que los de su cuerpo real.

Asegura que es capaz de encontrar el norte con sólo ver la posición del sol que arde en lo alto del cielo sin nubes, pero que no compartirá sus conocimientos con el grupo si el adalid no le promete un puesto a su lado. Sabe, igual que lo sabemos todos, que quienes estén de su parte pasarán más tiempo en la barca. Al contrario de lo que cabría esperar, el atrevimiento que demuestra la chica al chantajearlo le hace ganarse la admiración de GΔr©on. Le promete que será uno de los suyos si le dice qué dirección tomar.

—Hay que ir en diagonal a la corriente. De lo contrario, apenas avanzaremos unos metros y nos agotaremos.

Además de quedarse con #France#, GΔr©on también se queda con todos los miembros de alta categoría, excepto conmigo. =Data quiere que estemos en el mismo equipo e insiste en renunciar al puesto que le ofrece.

—Es mejor que te quedes en la barca —le digo—. Si te quedas sin fuerzas y estamos en el mismo equipo, no podré cubrir tu puesto.

—No te olvides de que aquí dentro todo el mundo puede sorprenderte, Slo. —Molesto por mi actitud protectora, me recuerda que él fue el primero en llegar al bote—. Incluso yo.

=Data aparta la mirada, aunque al final se queda en la balsa cuando comenzamos el viaje bajo un sol de justicia que nos quema la piel de la cara. Thorò_ó y Wort:s empujan el bote cada uno por un lado, mientras BabO:), Dana y yo lo hacemos desde atrás. Al principio utilizamos la potencia cinética, pero pasa el tiempo y a la mayoría de los avatares les resulta imposible seguir haciéndolo. La poca energía de sus cuerpos engranados en las consolas ya no se lo permite, y sólo Dana y yo podemos exprimir nuestras fuerzas.

Tiempo después llega el relevo y, tal y como esperábamos, el reloj corre más de prisa cuando el equipo de GΔr©on está en el agua. Nos exige que achiquemos el agua que se cuela por entre las maderas de la barca y que amenaza con hundirla.

Un par de turnos después, soy el único de mi grupo que todavía puede utilizar la potencia cinética. Los músculos se nos han desgarrado como gomas estiradas que ya no vuelven a recuperar su forma, y tenemos la piel fría y arrugada. Además nos han salido ampollas en las manos, de tanto agarrarnos a la madera astillada de la balsa.

—Pez, pez, pez —repite BabO:), asustado al descubrir un pececillo del tamaño de mis dedos.

Asomó por la superficie mientras me limpiaba las manos, cubiertas de sangre por las ampollas reventadas. Es la primera representación de un ser vivo que vemos desde que entramos en esta simulación, en la que ni siquiera hay pájaros en el cielo. Sé que no es ninguna casualidad, y que esto lo ha tenido que diseñar el pincel fino de los mejores trabajadores de Ingeniex. Todo parece real en esta simulación, excepto la ausencia de fauna y el hecho de que el mar no tiene ni fondo ni costa.

Al caer la noche, el agua se vuelve oscura como el carburante, y helada, aunque sigue sin soplar viento que avive la corriente. Los compinches de GΔr©on duermen como pueden sobre la balsa —dado que la simulación es de tipo orgánico, los avatares se agotan como lo haría un cuerpo humano—, pero él no cierra los ojos porque quiere asegurarse de que nos mantenemos activos en el agua. La realidad es que mis compañeros están derrotados y congelados. Apenas patalean, excepto Dana, la única que aún parece conservar algo de energía. El avatar de esa chica es más fuerte de lo que cabría esperar para alguien que no había estado en el mundo virtual hasta ahora. Ya no puedo utilizar la potencia cinética, tirito sin parar, y siento la mente nublada por el cansancio y el hambre. El frío amenaza con pararme el corazón, y me detengo a recuperar un aire que ya no llega hasta el fondo de mis pulmones, también helados. Me siento aliviado unos minutos después, cuando escucho los gritos con los que GΔr©on anuncia el relevo.

—¡Vamos, espabila! —le exige a =Data.

Lo intenta, pero se desmorona antes de poder bajar de la barca: está agotado. Sus compañeros apenas colaboraron la última vez que estuvo en el agua, empujó la tabla prácticamente solo, y agotó la potencia cinética. Sus piernas aún no se han recuperado, y además no para de temblar por el frío. Sabe que, en cuanto ponga un pie en el agua congelada, su cuerpo se hundirá. Tirado sobre la balsa encharcada, todos lo miran mientras salivan como perros hambrientos frente a la presa. Una muerte podría ser determinante para que concluyera la simulación: la balsa no nos está llevando a ninguna puerta de salida, y cabe la posibilidad de que el objetivo sea descubrir cuál de los miembros del grupo tiene menos resistencia.

—¡Déjalo!, ¡yo cubriré su turno! —le grito a GΔr©on, con la boca llena de escarcha por el frío.

GΔr©on sonríe, consciente de que el cuerpo apenas me responde, y de que mi muerte sería un premio mejor que la de =Data.

—No, lo haré yo —anuncia Dana para sorpresa de todos—. Cubriré el turno de =Data.

Después me susurra, con los labios morados por el frío, para asegurarse de que sus palabras quedan entre ella y yo:

—Lo hago porque no quiero deberte nada —me dice, con una nube de vaho helado—. Con esto quedamos en paz, ¿de acuerdo?

Me deja claro que, aunque le salvara la vida, no somos aliados ni vamos a serlo. Impotente, acepto el trato y subo a la balsa. Me quedo encogido sobre el charco de agua. No puedo dejar de temblar. Temo lo que puedan hacerme mis enemigos, pero estoy al borde de la extenuación y se me cierran los ojos.

—¡Slo, despierta!

Los gritos de entusiasmo de =Data me obligan a despegar los párpados. Descubro entonces el sol de la mañana y un viento cálido de levante que hace que la tabla navegue sin apenas esfuerzo. Mis contrincantes miran hacia el horizonte con una sonrisa de alivio dibujada en los rostros. Allí nos espera una puerta negra rodeada por un marco brillante que se eleva sobre el agua.

Es la salida de la simulación.

A pesar del contagioso entusiasmo que impera en el grupo, tuerzo el gesto con desconfianza porque tengo la sensación de que Madre aún nos guarda alguna sorpresa más. Nos advirtió de que en esta simulación morían la mitad de los kaibiles en formación, pero, hasta ahora, todos los seleccionados hemos sobrevivido, y la fuerza y la resistencia de los avatares de algunos no se aproximan ni por asomo a las de esos soldados.

—Slo, la puerta está allí mismo. Ya no hay de qué preocuparse —insiste =Data, tras notar mi inquietud—. ¡Lo hemos conseguido!

Arqueo las cejas, confundido. Puede que =Data tenga razón y lo hayamos conseguido. En realidad Madre no tiene motivos para querer eliminar a ningún candidato antes de tiempo y dejar a una empresa sin su representante en la Selección. Además, la simulación ya ha sido efectiva, aunque sea por el esfuerzo físico que ha supuesto, y que servirá de entrenamiento a nuestros avatares. Tal vez Madre nos advirtió de que podíamos morir para que lleváramos nuestras capacidades más allá de sus límites. Los experimentos de Cognex, realizados en trabajadores de Alimentex a quienes se les hicieron falsas amenazas de muerte durante sus jornadas laborales, demostraron que la productividad aumentaba.

—Los dedos no paran de sangrarme, y me escuecen —le solloza BrΨna a =Data tras acercarse a él; quiere romper la frontera que los separa.

=Data se ofrece a ayudarla, y le limpia las heridas con suavidad. Mientras lo hace, me mira de un modo que me advierte de que, después de cómo me he comportado con Dana, no puedo prohibirle que se acerque a BrΨna. Aparto la mirada, incómodo, y dejo que mis ojos se pierdan en la sangre que se lleva el agua mientras pienso en cómo debo comportarme con mi mejor amigo. No podré protegerlo en la Selección si lo tengo en contra de mí.

—¡¿Qué ha sido eso?! ¿Lo habéis visto?

La alarma cunde en el grupo cuando oye los gritos de BrΨna, quien se mueve ansiosa hasta el centro de la balsa: ha sentido cómo una cosa de inmensas proporciones y piel fría rozaba sus manos sumergidas en el mar.

—¡Peces, peces, peces! —grita BabO:), asustado.

Aguardamos a que algo asome en la superficie, pero no lo hace. GΔr©on les exige a gritos a quienes están en el agua que sigan pataleando hacia la puerta de salida:

—¡Basta de tonterías! ¡Sólo son esos peces pequeños!

Rememoro la imagen de aquel pececillo que nadó a mi alrededor. Asomó a la superficie mientras me limpiaba la sangre de las manos, igual que hacía BrΨna ahora.

Más tarde, cuando sólo estamos a unos metros de la puerta, veo el círculo de sangre roja que se forma alrededor de las manos de Urda8(i cuando las moja en el agua. Es entonces cuando ato cabos.

—¡Son tiburones! Vienen por la sangre… ¡Huelen la sangre!

Termino la frase justo cuando un monumental tiburón blanco sale a la superficie y se lleva a Urda8(i entre sus fauces repletas de monstruosos dientes afilados. La superficie del agua que nos rodea se vuelve roja al instante. Los que están en el agua quieren subirse a la balsa, y nosotros peleamos para conservar el puesto. La batalla concluye cuando otro tiburón, más grande aún, golpea con su cola la barca. Lo hace con tanta fuerza que la parte en pedazos.

Ahora nos encontramos todos en el agua, rodeados de sangre y miles de pequeños escualos como el primero al que vimos. Nos mordisquean los cuerpos. Amenazados por la inminente llegada del tiburón más grande, tratamos de utilizar los trozos de madera como flotadores. Peleamos por alcanzar la puerta de salida, pero el terror y el peso desmesurado de nuestros cuerpos apenas nos permiten avanzar.

—¡Sujetadlo!

Doc.Cordob@ y #France# me retienen con fuerza por los hombros mientras GΔr©on elige, de entre los trozos de la balsa destruida, la estaca más afilada.

—Córtale justo ahí.

Doc.Cordob@ le ha señalado, con el mentón, un punto en mi cuello.

GΔr©on me raja la cara desde la mejilla hasta el pescuezo. Los pequeños escualos, avivados por la sangre que se me escapa del cuerpo a borbotones, se olvidan del resto de posibles víctimas y me rodean. Me han convertido en el cebo que el grupo necesita para escapar.

Mientras el resto llegan a la puerta de salida, =Data trata de taponar mi herida con sus manos. Es inútil: Doc.Cordob@ le dijo a GΔr©on dónde tenía que cortarme para asegurarse de que me abría una arteria. El agua que me rodea se oscurece con mi sangre, tan negra como se torna mi conciencia.

—¡Slo! ¡Aguanta!

Me sujeta por los hombros. Intenta arrastrarme, pero su cuerpo sigue destrozado, y el mío le pesa demasiado.

—Márchate, =Data —le exijo con un vibrante hilo de voz.

—No, no te voy a dejar —insiste, pese a que por mi culpa apenas puede mantener la cabeza fuera del agua.

—Creo que sé cómo salir de aquí… Y no lo voy a conseguir si, además, tengo que preocuparme por ti. ¡Márchate! ¡No quiero morir por tu culpa!

Aunque no se lo confesaría nunca, sé que el único modo de que =Data no arriesgue su vida por mí es despreciarlo, tanto a él como a su ayuda. Confío en que, si consigo salir de la simulación con vida, sabré curar la herida que le provoco en el orgullo, y que muestran sus pequeños ojos azules. Le da un golpe lleno de rabia al agua roja que nos rodea, nada hacia la puerta de salida y su avatar se desmaterializa al atravesarla, al igual que los del resto de los seleccionados.

Me quedo solo en la simulación.

Aún consigo mantenerme a flote sobre un trozo de madera, aunque ya no me queda en el cuerpo sangre suficiente como para dar una brazada. La aleta de un imnenso tiburón asoma por encima del agua. Veo otra, de un tiburón que llega por detrás de mí, y las de dos más que me acechan por los lados. El plan que tenía en mente se desmorona al ver que son cuatro tiburones los que se acercan.

Van a devorarme.