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GΔr©on sostiene con una mano la pistola con la que me apunta, y busca con la otra el cuerpo de Dana. Se ancla a su cintura, y tira de ella hasta que sus labios se pegan.

Es el beso más sucio de la historia.

—Lo has hecho muy bien, sirvienta —la felicita por haberme distraído.

Dana, incapaz de aguantarme la mirada, aparta de mí sus ojos podridos, como todo lo que tiene dentro.

—¿Cómo sabes dónde están las minas?

—No lo comprenderías ni aunque te lo explicara —le respondo sin que me tiemble la voz.

—Creo que te conviene conseguir que lo entienda.

Afianza los dedos en el puño de la pistola, ansioso por disparar, aunque necesita justificar un crimen en la Selección. Podrá cometerlo cuando esté preparado para asumir mi función en el tablero, igual que si se tratara de una absorción empresarial. Para sorpresa de todos, les explico, paso a paso, mi método para saber dónde están las minas.

—Comprueba lo que dice —le ordena a #France#.

—¿Yo? ¿Y por qué no lo hace él?

Se muestra temerosa porque puede que les haya mentido, y que ella muera tratando de comprobarlo.

—¡Hazlo! —le exige con un grito.

La pistola apunta ahora a #France#, que deja el mapa en el suelo, tal como él le ordena. Le muestra la dentadura, aunque no está afilada. Sin la protección de GΔr©on, su avatar es sólo el de una chica debilucha de pelo ralo.

—¿Cuál tengo que abrir? —me pregunta, detenida frente a la muralla de casillas.

Valoro el tablero en silencio durante un par de segundos, y le doy mi veredicto. #France# pulsa con manos temblorosas los botones del muro. Vuelve a respirar al comprobar que su cuerpo sigue intacto. Trata de utilizar la potencia cinética para abrir el resto, o puede que lo haga para escapar, pero cuando chasquea los dedos descubre que ya no le funciona. Claudica y abre media docena de casillas que añaden un nuevo pasillo en el laberinto. En el rostro de GΔr©on se esculpe una sonrisa triunfal, que me dedica, mientras que Dana me mira perpleja. Estoy seguro de que habría apostado a que perdería la vida antes de resignarme frente a la supremacía de GΔr©on. La realidad es que, con confesión o sin ella, GΔr©on iba a matarme. Pero tengo un plan para sobrevivir, y ese pasillo en forma de «T» que #France# ha abierto por mí es el primer paso para ponerlo en marcha.

—La absorción de una empresa por otra mayor, al asimilar su producción, supone la desarticulación de la compañía en quiebra.

GΔr©on cita el artículo E-018 de la Constitución Biónica, el que necesita como argumento para justificar mi ejecución. Me apunta de nuevo, esta vez al corazón.

—Ahora me matará a mí, pero vosotros seréis los siguientes…

#France# me escucha mientras se toquetea las manos, nerviosa. Ya no parece sentirse tan segura al lado de GΔr©on. Dana ni siquiera me mira. Esconde los ojos detrás de la cortina que forma el pelo rubio y rizado de su avatar.

—¿Qué pretendes, Slo? ¿Capitanear un motín contra mí? Ya es un poco tarde para eso.

No lo pretendo: tan sólo necesito algo más de tiempo para agacharme y sacar el explosivo que me guardé en el tobillo.

—Ellos están conmigo porque saben que soy el más fuerte y que, cuanto más me ayuden, más escaños para su empresa conseguirán. El único que se ha equivocado eres tú, por no haberte dado cuenta de que eres más débil que yo.

—Tú serás la siguiente. Lo sabes, ¿verdad? —le digo a #France#, la ficha más frágil del grupo, mientras tiro despacio de la pernera para que el explosivo salga por el bajo.

—¿Vas a matarme? —le pregunta #France# a GΔr©on, con miedo.

—¿Por qué no lo dejas de una vez, Slo? —Él desvía el foco de atención hacia mí para no tener que responderle—. Hasta tu padre tiene más dignidad que tú. Y eso que es el presidente que llevó a la República a la ruina…

—¡Tú para hablar de mi padre te lavas la boca! —le espeto.

—No me deja hablar de su papá —se burla mientras mueve la cabeza con la boca caída—. Y si hablo, ¿qué me vas a hacer?, ¿eh?

Tiro hasta el fondo de la pernera, me agacho con rapidez y recojo el explosivo.

—¡Haré que saltes por los aires! —le grito mientras se lo lanzo.

Basta que roce el suelo para que estalle la casilla sobre la que ha caído. Corro a la velocidad del sonido, perseguido por una nube de humo negro y trozos de hierro cortantes que vuelan por los aires. Noto cómo me salpica la sangre de mis enemigos. Logro evitar la onda expansiva al adentrarme en el pasillo que #France# abrió para mí. Aprieto los botones que barren los muros en ambos lados para que no sepan por dónde he escapado. Tomo el que queda a mi izquierda, y echo a correr sin mirar atrás, aunque nadie me sigue. Creo que los he matado. Yo nunca había matado, y jamás pensé que llegaría a hacerlo.

Una voz interior me grita que soy un asesino.

Me detengo frente a una casilla cerrada por rejas, la de una mina que explotó. Dentro hay un cadáver desfigurado, quemado por ácido. El color de los trozos de ropa amarillo deja claro que fue Wort:s quien murió al caer en esa mina. Cuando veo su cuerpo siento una arcada que me golpea la garganta. Nuestro destino no es ser presidentes, sino morir siendo unos críos, sin haber vivido lo suficiente. Me dejo caer en el suelo, torturado porque sé que cuando encuentre a =Data ya estará muerto. Las lágrimas me golpean, pero no las dejo salir. Las cambio por un grito fuerte que hincha las venas de mi cabeza y me hace perder la conciencia.

Me mojan los labios con agua caliente que baja por la garganta, y poco a poco recupero la conciencia. Un segundo sorbo, que bebo con ansia con las manos agarradas a la garrafa, le devuelve la vida a mi cuerpo. Todo está borroso cuando abro los ojos. Mis pupilas absorben la luz amarillenta del laberinto. Sigo en la Selección. BabO:), el gigante de Alimentex, es quien me ha resucitado al darme de beber. Está sucio, la sangre seca ha formado costras negras sobre sus heridas y huele como un animal salvaje. Trato de hablarle, pero mi boca no reproduce las palabras. BabO:) me da de comer un puñado de pienso que escondía bajo su peto. Lo devoro con hambre de perro. Siento que mi estómago se revuelve, porque he pasado tanto tiempo sin comer que ya no sé hacerlo. Lo vomito casi todo, y después vuelvo a desmayarme.

Cuando despierto tengo la conciencia nublada y siento frío. Veo a BabO:) arrodillado en una esquina, meciéndose y dándome la espalda.

—¿Dónde están el resto de los de tu equipo? —le pregunto tras descubrir que mi lengua ha recuperado la movilidad.

En realidad quiero saber dónde está =Data, aunque no estoy seguro de querer oír la respuesta.

—Muertos, muertos, muertos —repite sin establecer contacto visual conmigo en ningún momento.

—¿Quién los mató? ¿BrΨna? —BabO:) sacude la cabeza con violencia, a modo de negación—. ¿Fue =Data?

BabO:) se pone increíblemente nervioso cuando escucha el nombre de mi amigo, se pega aún más al rincón y tamborilea con los dedos sobre la cara.

—No puede ser. —Me incorporo, como si así la noticia pudiera bajar por mis oídos para entrar en mi cabeza—. No pudo matarlos =Data…

A tenor de su discurso entrecortado, deduzco que =Data y BrΨna los obligaban a entrar primero en las casillas para comprobar si había una mina dentro. Me muerdo los nudillos al imaginar cómo manipuló BrΨna a mi amigo, igual que hacen todos los malditos mentores de Cognex. Ella buscó la alianza con =Data desde el principio: sabía que era un peón débil, pero muy útil.

—Tranquilo —le digo mientras me acerco a él. Voy a ponerle una mano en el brazo para calmarlo, pero veo que la mira con miedo y decido no hacerlo—. Ya no estás con ellos.

»¿Cómo te escapaste?

—Rompí, rompí… ¡Rompí la aero… aeromoto! —me cuenta orgulloso.

Había oído que los de Alimentex se lo hacían a los antidisturbios que controlan las revueltas sindicales de la empresa, muy frecuentes allí. Hace unos meses se pusieron en venta las acciones para la aplicación de nutrición e hidratación artificial diseñada por mi empresa, y el futuro de Alimentex peligra desde entonces. Con la salida de nuevas acciones a bolsa más baratas, para que todos los republicanos puedan beneficiarse del servicio, el decreto para frenar la perpetuación de la casta se aprobará en las Cortes. Ya no habrá embarazos ni se crearán nuevos puestos de trabajo. Alimentex desaparecerá para siempre.

—Entonces BrΨna y =Data se estrellaron cuando te perseguían —deduzco de su entrecortado discurso—. ¿Murieron?

BabO:) no contesta. Está muy asustado y evita mi mirada. Le insisto en la pregunta y, al ver su reacción de auténtico miedo, deduzco que siguen vivos.

—Muere, muere… Muere Torò_ó.

Recuerdo su cuerpo sin vida, atravesado por un propulsor, y la aeromoto de =Data tirada en el suelo. Aquello debió de ser la consecuencia del accidente que provocó BabO:).

—Pero =Data no debería estar vivo. Su pronóstico de probabilidades de muerte… —titubeo con la frente arrugada por la confusión—. Él era el segundo después de Doc.Cordob@…

Cabeceo al comprender que mi padre me dijo que =Data estaba en peligro porque sabía que eso me parecería un motivo lo suficientemente poderoso como para volver a la Selección. La realidad es que ya no puedo seguir peleando por encontrarlo. La Selección me ha hecho perder para siempre a mi mejor amigo. Sé que eso ya ocurrió hace tiempo, probablemente desde que los altavoces anunciaron nuestras candidaturas, pero hasta este momento no era más que una idea en mi cabeza. Es ahora cuando la realidad ha bajado por mis venas y arrasado con toda la vida que habíamos compartido. Miro, con los ojos inyectados en sangre, los altavoces que penden sobre nuestras cabezas, y desde los que siempre nos habla Madre. Es todo por su culpa.

—¡Voy a acabar de una vez por todas con esto! —exclamo, enérgico.

Ésta es una aplicación de objetivo, un buscaminas que los avatares en los que se encuentra nuestra conciencia deben resolver. Saldremos del laberinto cuando la partida termine. Voy a encargarme de encontrar todas las minas, marcarlas y acabar con esta pesadilla de una vez por todas. Escucho los pasos cortos de BabO:) detrás de mí. Me sigue en la distancia con el cuerpo encogido y sin dejar de tamborilear con los dedos sobre la oreja.

—No me sigas —le advierto.

Empiezo a despejar muros para resolver el laberinto, pero supiro al ver que BabO:) sigue detrás. Me muestra el puñado de pienso que le queda, y me lo ofrece para poder estar conmigo.

—¿Por qué quieres ir conmigo? Yo también puedo intentar matarte como los otros.

—Dana dijo… Slo bueno —me contesta con su particular modo de hablar.

—No deberías fiarte de lo que te dijera esa chica —le digo y suspiro, dándome por vencido—. Lo único que puedo prometerte es que no pelearé contra ti. Pero el que te mantengas en pie será cosa tuya. No somos un equipo, ¿está claro?

BabO:) cabecea con violencia, a modo de asentimiento.

—Necesitamos el mapa del tablero que dibujó #France#. Hay que encontrarlo y quitárselo.

—#France#… muer… muerta —titubea BabO:), retorciendo la lengua.

Trago saliva al escucharlo. La mirada se me pierde un instante en mi conciencia revuelta.

Fui yo quien la mató.

—Viste la explosión… —Deduzco que nos observó en la distancia, y por eso sabe lo que ocurrió—. ¿Y GΔr©on?

Por el modo en que retuerce el gesto, asustado, deduzco que siguen vivos.

—Dana está con él, ¿verdad? —BabO:) afirma sin mirarme, aunque a juzgar por su ruidosa reacción deduzco que él también está desconcertado—. ¿Y tú? ¿Cómo es posible que hayas sobrevivido tú?

Proviene de la casta más inferior de la República, a la mayoría de la cual se le atribuyen una inteligencia baja y una escasa potencia física. Sin embargo, cuando miro a BabO:) tengo la sensación de hallarme frente al auténtico superviviente de la Selección. Está claro que no ganará, morirá antes de que esto termine, pero al menos puede conseguir los escaños que necesitan los de Alimentex para no extinguirse. Suspiro y dejo que BabO:) me siga por el laberinto de metal. Resulta ser tan silencioso que muchas veces no sé si está o no detrás de mí. Comprendo que haya sobrevivido al ver que jamás arriesga, sólo se mueve por las zonas por donde yo he pisado antes. Los de su casta están acostumbrados a ir siempre un paso por detrás del resto, y eso ha resultado ser una ventaja aquí dentro.

—Están allí —le anuncio con un susurro cuando diviso por fin a GΔr©on y Dana, a lo lejos.

Al ver a Dana separada unos metros del militar, a quien BabO:) no llega a ver desde el ángulo en el que se encuentra, levanta el brazo y abre la boca para llamarla. Salto sobre él y se la tapo antes de que le salga la voz. Se pone tan nervioso cuando lo toco que sus gritos ahogados hacen que se despierten las alarmas de ellos. Tiro de BabO:) y retrocedemos para impedir que nos vean, escondidos entre los muros de las casillas colindantes.

—BabO:), ella no va a ayudarte. ¡Está con él! —le susurro enfadado—. Nos ha engañado a todos, asúmelo de una vez.

Quiero abroncarlo porque han estado a punto de descubrirnos por su culpa, pero no lo hago porque comprendo perfectamente lo decepcionado que se siente con Dana. BabO:) agacha la cabeza, lo obligo a que se ponga las manos enormes en la boca para que no se le escuche ni respirar y volvemos a buscarlos. Parapetados tras un muro de hierro, los observamos en la distancia. GΔr©on lleva la pistola en la mano preparada para disparar; Dana va a su lado, sucia y cansada, con el mapa de hierro bajo el brazo. Los dos sobrevivieron a la explosión, aunque el hambre y la sed los hacen parecer despojos humanos. Van descalzos. Lanzan sus botas agarrando los cordones como si fueran cañas para que, en el caso de que haya una mina, ésta se active antes de que entren ellos.

Nos pasamos varios minutos siguiéndolos hasta que Dana y el militar se detienen a descansar sobre el suelo caliente del laberinto. Escondidos tras la esquina del muro que queda a unos metros de ellos, aguardamos a que se duerman para quitarles el mapa. BabO:) me ofrece pienso, que engullo con ansia.

—¿Adónde vas? —le pregunto al ver que se aleja sin darme ninguna explicación—. ¡BabO:)!

No me contesta, se pierde a lo lejos y ya no puedo hacer nada para evitarlo, porque tengo miedo de que los otros nos oigan. Cuando BabO:) vuelve, unos minutos después, lleva una garrafa de agua que debió de dejar escondida en algún punto del tablero. Una vez más, me sorprende su capacidad de moverse por el buscaminas sin perderse. Acepto la garrafa que me ofrece. Llenar mi cuerpo de agua caliente me devuelve algo de vida. Asomo la cabeza para mirar por la esquina, y veo a GΔr©on y Dana tirados sobre una casilla, aunque no duermen.

—Aún hay que esperar —digo.

Vuelvo a pegar la espalda contra el muro caliente, y noto cómo me invade todo el cansancio que me he esforzado en ignorar. Mis heridas infectadas me han provocado fiebre.

—No los pierdas de vista, ¿de acuerdo? —le pido a BabO:) porque temo no ser capaz de mantenerme despierto.

Cabecea a modo de afirmación, emocionado porque le he encomendado una misión.

—Creo que serías un buen novilunio.

—Novilunio, novilunio, novilunio —repite, sin saber lo que significa.

Me llevo la mano a la marca de mi pecho, y palpo con los dedos las líneas que conforman la rueda. Automáticamente se dibuja una sonrisa en mi boca. Después, sin que pueda evitarlo, me duermo.

Me despierta BabO:) agitándome por los hombros con los pies. No sé cuánto tiempo ha pasado desde que mi conciencia se fundió. Me froto los ojos irritados y, despacio, me asomo desde la esquina del monitor que nos esconde. Veo a Dana y GΔr©on, que duermen juntos sobre el suelo. El mapa está junto a ella. GΔr©on se aferra a la pistola como si se la hubiera llevado a sus sueños. Le indico a BabO:) con un gesto severo que me espere allí sin moverse, y voy hacia ellos. Despacio, amortiguo el ruido de cada uno de los pasos que me dirigen hacia mis enemigos. Siento que un puñal me atraviesa el pecho cuando descubro que GΔr©on duerme abrazado a ella. Me aseguro de que esta imagen, una fotografía de la verdad, quede grabada en mi mente. Doy tres pasos más y llego hasta Dana, cuyo rostro alargado está cubierto por el pelo sucio. Escucho el ruido de mi ropa al agacharme, estiro el brazo, y cojo el mapa y el punzón de metal para dibujar en él. Me levanto, pero antes de desandar mis pasos me encuentro con la mirada de cervatillo de Dana. Rebufo como un toro y cierro los puños, dispuesto a pelear, aunque ella no se mueve ni le da la voz de alarma a GΔr©on. Puede que me esté engañando de nuevo, pero creo que su mirada irradia la vergüenza que siente. Me pide perdón con ella. Le devuelvo un gesto de desprecio, me coloco el mapa debajo del brazo, y deshago el camino sin miramientos. BabO:) retrocede, alarmado: ha visto a Dana despierta, y quiere escapar.

—No dirá nada —le aseguro.

Sé que no lo hará: Dana estaba en deuda conmigo por haberle salvado la vida. Pero ahora ella me la ha salvado a mí, y la deuda está saldada. La próxima vez que nos veamos será para matarnos.

BabO:) y yo nos alejamos dos docenas de casillas, lo suficiente como para que podamos mirar el mapa sin temor a un ataque.

Lo que hizo #France# apenas me sirve de nada, pues murió antes de que hubiéramos recorrido la mitad del tablero. Dibujó venticinco casillas a lo alto, pero nunca llegamos a saber cuántas había a lo largo antes de que el camino se cortara para marcar el límite.

—¡Este mapa no sirve de nada! —grito, rabioso, y lo arrojo contra el muro.

El sonido del metal contra el metal reverbera. Suelto el punzón y me llevo las manos a la cabeza, con ganas de arrancarme el pelo porque no sé ni dónde estamos ni cuántas casillas quedan para poder salir de aquí. BabO:) se arrastra de rodillas y coge el mapa. Lo mira, y veo que empieza a balbucear números. Se dirige a mí con el mapa, coge el puntero de metal y raya el metal con cuidado.

—Deja eso, BabO:). —No me hace caso. Sigue marcando el mapa con el puntero, y me temo que esté destrozándolo—. ¡Que pares!

Se lo quito y, muy sorprendido, descubro que BabO:) ha sabido localizar el punto donde nos encontramos y ha cerrado el dibujo del buscaminas en uno de los extremos, a lo largo.

—Cuarenta casillas de largo… ¿Hay cuarenta casillas hasta allí? —le pregunto mientras señalo el horizonte.

—Cinco…, tres…, tres…, dos…, uno…, dos…, ¡mina! Uno…, cuatro…, tres…, uno…, cinco…, uno…, uno…, ¡mina! Uno…, dos…, muro —dice de corrido, con la mirada perdida en el techo.

Desconcertado, le pido que no se mueva y echo a andar a toda prisa hacia donde le he indicado. Compruebo atónito que los números y las minas que me dijo son los de las casillas por las que paso. Llego a un muro sin botones: es un extremo del buscaminas. BabO:) es capaz de recordar cada casilla por la que hemos pasado. Corro a su encuentro.

—BabO:), ¿qué casillas hay en esa otra dirección? —le pregunto excitado.

Deja la mirada perdida en el techo mientras tamborilea los dedos en la oreja.

—Cuatro…, uno…, dos…, dos…, uno…, ¡mina! Cuatro…, tres…, cinco…, seis…, nada, nada. —Llama así a las casillas despejadas sin ningún número en el suelo; son un total de seis—. Dos…, uno…, ¡mina! Uno…, uno…, muro.

Sumo las casillas que me ha dicho que hay en ambos lados, y suman cuarenta. Ésa es la longitud del tablero.

—Has memorizado todas las casillas por las que hemos pasado… ¡Es increíble!

Su trabajo en los inmensos almacenes de Alimentex consiste en clasificar y almacenar, y allí todo está numerado. Con su extraordinaria capacidad para memorizar, piensa en el laberinto como una enorme nave de almacenaje. Recuerdo que el día en que llegamos a Kaibil se le cayó el pienso al suelo y supo la cantidad exacta de granos con sólo mirarlo. Había oído hablar sobre las capacidades extraordinarias que tienen algunos de los republicanos de Alimentex para recordar detalles visuales. Utilizan sus cerebros de forma distinta de los demás. Algunas de sus áreas están menos activas que las del resto, como la del habla, y otras increíblemente desarrolladas. Pero nunca creí que eso fuera cierto, estaba convencido de que sólo era un mito.

—¿Sabes cuántas minas hay en esta zona de aquí? —le indico la zona septentrional del mapa.

BabO:) cuenta con los dedos a toda velocidad durante unos pocos segundos. Después deja vagar la mirada en el techo metálico y repite con insistencia:

—Veinte, veinte, veinte.

Feliz al escucharlo, le ofrezco el trozo de hierro y el punzón.

—¿Quieres dibujar dónde están?

BabO:) mira los objetos con desconfianza hasta que los acepta, se tumba sobre el suelo caliente del laberinto y comienza a dibujar. Tras marcar las minas, le pido que acabe el mapa. Marca todas las zonas por donde hemos estado, completa los números de las casillas y señala las minas.

BabO:) ha marcado en el mapa más de doscientas minas, todas ellas con la bandera correspondiente. Todavía hay casillas sin abrir en las zonas por la que no hemos pasado. Calculo que nos quedan poco más de treinta minas para acabar con el juego.

—¡Vámonos, BabO:)!

Mapa en mano, nos desplazamos por el buscaminas a toda prisa para resolverlo de una vez por todas. Nos apropiamos del truco de GΔr©on, y lanzamos las botas en las casillas, para que se activen antes de que entremos en ellas, y así evitar sorpresas con las minas. Nos mantenemos alejados del resto de seleccionados: nos movemos en la dirección contraria a la que marcan los ruidos de muros al despejarse. Puede que sean GΔr©on y Dana, aunque me preocupan menos que el enfrentamiento que nos aguarda si nos encontramos con BrΨna y =Data. El marcador de su equipo sigue oscilando, y no sólo cuando BabO:) aprieta los botones que marcan las minas. Eso significa que alguien más en su equipo sigue vivo. De veras espero que sea BrΨna; si =Data está muerto, al menos no tendremos que pelear.

Avanzamos de prisa y conseguimos encontrar y marcar otras veinte minas. Deberíamos detenernos a descansar, pero yo sólo pienso en que estoy dormido y debo despertar cuanto antes de esta pesadilla. BabO:) tampoco se detiene. A juzgar por su actitud, cada vez más enérgica, entiendo que él también prefiere seguir. Por fin he acumulado los puntos suficientes como para encontrar una casilla de recompensa de muros de color rojo. Emocionado, pulso el botón y la abro. Alzo las cejas sorprendido cuando descubro lo que hay dentro. En cambio, BabO:) parece algo decepcionado. Se trata de un objeto del tamaño de un dedal.

—¡Mi matriz de copia! —exclamo mientras recojo mi tesoro particular.

—Matriz de copia, matriz de copia, matriz de copia —repite BabO:), confuso.

—¡Es genial! Te enseñaré para qué sirve —le digo, entusiasmado—. Dame la mano.

Me mira con desconfianza, y retrocede un paso para que no lo toque. Le doy la matriz y, después de valorarla con la mirada perdida y acercársela a la cara, la conecta con la entrada de su procesador. Utilizo la pantalla holográfica, que se materializa automáticamente para programar una copia de BabO:).

—¡BabO:), BabO:), BabO:)! —repite entusiasmado al verse a sí mismo frente a él.

Primero asustado y después atónito, observa la copia, que funciona como un espejo y repite sus palabras.

—¡BabO:)! —exclama sin dejar de mirarme como si yo fuera un mago por haberlo duplicado.

—No, es casi igual… Fíjate en sus ojos, en las pupilas.

BabO:) se acerca a los ojos de su copia; las pupilas no son de color negro plano, sino que brillan y devuelven el reflejo. Además no son sensibles a los cambios de la luz. Siempre tienen el mismo tamaño. En los ojos de una copia creada con una matriz no se advierten las respuestas emocionales. En cambio, sí lo hacen los avatares que diseña Madre en las simulaciones, como el que maneja ahora mi conciencia. Sonrío al ver lo maravillado que se siente BabO:). Animado por su reacción, pulso en la pantalla para que la copia se convierta en autónoma. BabO:) echa a correr detrás de su doble, que parece haberse rebelado, la persigue y se divierte como un niño grande. Sonrío al verlo, y por un instante me olvido de que estamos encerrados en un laberinto lleno de trampas mortales.

Nuestros cuerpos ya apenas se mantienen en pie. Según el mapa que vamos completando a medida que avanzamos, sólo quedan por despejar las ocho casillas que tenemos frente a nosotros, y falta una mina por marcar. Entonces el tablero quedará resuelto y el objetivo de la simulación se habrá completado. Respiro hondo mientras analizo los números que bordean las casillas.

—La última mina está escondida entre estos muros. Al fin…

Me doy cuenta de que puedo respirar hondo por primera vez desde que entré en el laberinto. Miro a BabO:) con orgullo; no sé cuántos de nosotros quedamos con vida, pero lo que es seguro es que él ocupará uno de los primeros puestos. Estoy seguro de que ya ha conseguido el mayor número de escaños en las Cortes para Alimentex en toda la historia de la República. Tal vez no absorban su empresa, aunque ello suponga un paso atrás para la mía. Supongo que los directivos de Ingeniex no estarán muy contentos conmigo, puesto que les deben escaños a Serviciex por mi culpa, y ahora he ayudado a sobrevivir a la última empresa de la cadena.

—Los de tu empresa estarán muy orgullosos de ti —le felicito—. No habría conseguido llegar hasta aquí sin tu ayuda.

BabO:) me mira por primera vez. Con mucho cuidado, se acerca y me da un abrazo. Me siento desconcertado por el gesto, aunque dejo que apoye la barbilla sobre mi hombro, y le doy una palmada en la inmensa espalda.

—¿Quieres hacer los honores?

Le abro el paso hacia las casillas cuyos muros hay que derrumbar para poder encontrar la mina. BabO:) se acerca, sin soltar el mapa y el punzón, pero una ráfaga de disparos impacta en su espalda antes de que sus dedos puedan pulsar los botones. La sangre le sale a borbotones por la boca. BabO:) arquea el cuerpo durante su martirio hasta que cae al suelo, muerto.

—¡No! —grito, horrorizado.

Miro hacia atrás. Veo a BrΨna a unos metros, pero no es ella quien ha disparado.

El asesino es =Data.