Yo sé que ver y oír a un triste enfada,
cuando se viene y va de la alegría
como un mar meridiano a una bahía
esquiva, cejijunta y desolada.
Lo que he sufrido y nada, todo es nada,
para lo que me queda todavía
que sufrir el rigor de esa agonía
de abocarme y ver piedra en tu mirada.
Me callaré, me apartaré (si puedo),
con mi pena constante, instante, plena,
a donde ni has de oírme ni he de verte.
Me voy, amor, me voy, pero me quedo,
pero me voy, desierto y sin arena.
Adiós, amor; adiós hasta la muerte.