Capítulo 10

Génesis bélica y escopeta nacional

The economy, stupids!

¡Es la economía, estúpido! Con esta frase, el asesor demócrata James Carville pasó a la historia por despertar de su recurrente ingenuidad al pueblo norteamericano. Consiguió dar un giro a su intención de voto, impulsando a Bill Clinton, desde su modesto sillón de gobernador de Arkansas hasta el Despacho Oval de la Casa Blanca. A papá Bush le pilló descolocado, cuando estaba convencido de alcanzar la presidencia, a partir de su condición de héroe de la II Guerra Mundial y tras su fulminante victoria en la primera Guerra del Golfo.

La frase trascendía el mero eslogan electoral y permite conservar un leve hilo de esperanza en una sociedad potencialmente capaz de mantener latente en su memoria colectiva unos inputs, que la inducen a reaccionar cuando le son manifestados con contundencia. El suceso tiene varias lecturas; me imagino encaramado en un montículo, megáfono en ristre, arengando a los soldados de todos los ejércitos del mundo, mientras se dirigen como corderos hacia su inmolación; the economy, stupids!! ¡Os están engañando como a chinos!; dejándoos matar, no vais a lavar el honor de ninguna patria, ni tampoco a defender a vuestras familias; vais a sacrificaros simplemente por dinero; ello sería asumible si este dinero redundara en beneficio de la sociedad, pero solo servirá para enriquecer todavía más a unos pocos; los mismos que os están conduciendo ahora al matadero. ¡Qué a gusto me quedaría!

Me he referido en anterior capítulo a los acontecimientos que a mi entender incubaron los problemas que hoy afligen al mundo. Derivaron de un feto que vio la luz en 1909, al amparo de la Legislación de Curso Legal; adquirió madurez a la sombra de los Acuerdos de Bretton Woods en 1946 y el mundo saboreó su decadente actuación en 1971 cuando, apadrinado por Richard Nixon, expulsó definitivamente del sistema al patrón oro. Cierto que las reservas de oro se manifestaban insuficientes para respaldar el papel moneda que progresivamente iba circulando por el mundo; cierto que, a renglón seguido, las recetas de Keynes que se adoptaron como excluyentes de todas las demás no encajaban con el respaldo aurífero, pero la mayor certeza reside en que ambos argumentos se esgrimieron como coartada para justificar un fin tan reprobable como es la financiación por tres veces consecutivas de la montura del segundo jinete del Apocalipsis, que cabalgó a sus anchas por los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial, la Segunda y la guerra de Vietnam. No seré yo quien ponga en tela de juicio la transcendencia histórica de las doctrinas keynesianas, pero el sofisma es el arma preferida de quienes rigen nuestros destinos y aprovechan todos los vientos para llevar a cabo sus propósitos. ¿Acaso no existían alternativas a las sacralizadas doctrinas de Keynes? ¿Se hubiese visto el mundo condenado al caos permanente de no haber existido el ennoblecido novio de Duncan Grant? (En aquella época, Cambridge no estaba para mujeres). Sea cual fuere la respuesta, lo cierto es que sus propuestas económicas fueron utilizadas en buena medida para justificar los más grandes y cruentos conflictos armados de la historia, financiados con cargo a los esquilmados ciudadanos del mundo.

Tanto la mentira como las medias verdades han sido las herramientas elegidas por quienes rigen los destinos del mundo para empujarnos a un conflicto bélico como solución a su incapacidad para salir de un estancamiento económico por métodos incruentos. No crean ni por un momento que esto es agua pasada; la última constatación la tuvimos con la iniciativa de Bush jr., respaldada con entusiasmo por Blair y Aznar. Cierto que Sadam Hussein era un dictador sanguinario, pero en el mundo convivían, como mínimo, una docena que lo eran tanto o más que él. El dirigente iraquí nada tenía que ver con las Torres Gemelas; falso que tuviera armas de destrucción masiva, pero para su desgracia su país era un importante productor de petróleo. La coartada perfecta para que, esgrimiendo su baja catadura moral, fuera colgado públicamente con la soga de una verdad manipulada.

Cuando con fines espurios se privó al mundo del patrón oro, se le condenó a soportar una inasumible carga de inflación monetaria, que lastró las alas del libre comercio y dio paso a la economía virtual. ¿Cabe asumir la opción del conflicto bélico como mejor fórmula para dirimir diferencias y resolver de paso los problemas económicos? Se ha utilizado con tanta profúsión el modelo, que a uno le cuesta admitir que sea la perversión humana la razón última, pero de lo que no cabe la menor duda es de que el modelo ha consagrado unos esquemas que, sometidos al influjo de la ambición, se han ido pervirtiendo cada vez más. La pugna entre las grandes potencias para erigirse en gendarmes del mundo ha pesado lo suyo y acabó definitivamente con la gallina de los huevos de oro (nunca mejor dicho).

Peculiaridades made in Spain

La historia ha demostrado que España —al igual que la mayoría de sus primos hermanos PIGS— ha vivido fascinada por los caudillismos. La crisis obligó al fin a los italianos a prescindir de su cavalieri Berlusconi, pero media España sigue aclamando al que fuera su homólogo, obviando que José María Aznar fue el principal promotor de la burbuja inmobiliaria y quien dejó a la industria estratégica de este país como un solar, culminando su gestión con la venta de Endesa a los italianos de Enel, tras encargar a su pupilo Pizarro que evitara por todos los medios que la eléctrica cayera en manos de una empresa española, por arrastrar la terrible lacra de ser, además, catalana. Lo dijo bien claro su fiel Esperanza Aguirre: «Lucharé para evitar que las grandes empresas españolas trasladen su sede fuera de territorio nacional [Cataluña]». Soy consciente de que lo que a mí me sorprende pueda ser precisamente el principal acicate para que media España siga idolatrando a quien, por recomendación de Bush, se convirtió en el hazmerreír de las universidades norteamericanas, convencido de que sus credenciales de funcionario de Hacienda le facultaban para dar clases magistrales en Harvard. Para nuestra desgracia, le sucedió un inconsciente Rodríguez Zapatero, que se creyó su mensaje de «¡España va bien!» y acabó de estropearla, tal como sucede la mayor parte de las veces en las que se produce un relevo «ideológico» en el Gobierno español. Zapatero mantuvo intocables los desaguisados de Aznar y dio al traste con sus escasos aciertos, exactamente lo mismo que hizo este último con el legado de Felipe González.

Con subrayados matices, me quedo sin argumentos para rebatir a quienes claman por un despilfarro autonómico, que se ha constituido en piedra angular de nuestras penurias y que nos mantiene anclados en el fondo del pantano. Alguien tan poco sospechoso como Joaquín Leguina reconoce públicamente que el proyecto de Constitución Española de 1978 tenía previsto el reconocimiento de dos únicos entes nacionales, aparte del español: Cataluña y Euskadi (lo de menos era que se apellidaran nacionalidad o nación). El hombre siente ahora vergüenza colectiva al reconocer el sometimiento a «bastardos» intereses electoralistas —emanados principalmente de Andalucía—, que impusieron el «café para todos». Ahí empezó el escándalo, resurgiendo con ímpetu la pandereta y un renovado «¡viva la nueva Pepa!» en todos los rincones de una piel de toro, que hasta entonces se había mostrado entusiasmada con el yugo y las flechas, de sus Reyes Católicos, recuperados por el que fuera durante cuarenta años su invicto caudillo. Durante la transición, pasé largas temporadas en Madrid y doy fe de que la opinión en la Villa y Corte estaba dividida entre quienes confundían las estrellitas de su recién estrenada bandera con la propaganda de una conocida marca de cerveza y quienes se escandalizaban por su similitud con la simbología de la Unión Soviética. Varias autonomías convocaron referendos para elegir los colorines de su bandera, Todas estas iniciativas tendrían un reconfortante carácter festivo e incluso podrían acceder a la categoría de gran «tomatina» nacional, si no fuera porque han contribuido decisivamente a llenar de plomo las alas de un Estado, al que históricamente le ha costado Dios y ayuda despegar de situaciones económicas comprometidas. El conglomerado de fuerzas vivas del franquismo, con una evolucionada capacidad de adaptación al medio, no se imaginaba que el secular folclorismo hispano de capillitas pudiera jugar esta vez a su favor. No tuvieron mayor inconveniente en renunciar a su programático jacobinismo, optando por el sibilino «divide y vencerás». Esta jugada maestra se revelaría más tarde como el arma más eficaz para neutralizar las aspiraciones soberanistas de Cataluña y Euskadi y, al mismo tiempo, para perpetuar un régimen político más próximo al modelo orgánico que a una democracia abierta y auténticamente representativa.

Soluciones Sam & Company

Algunos no dieron con la piedra filosofal para salir de la crisis, pero dispusieron en cambio de la habilidad suficiente para implementar soluciones a su medida. Las recetas del ex presidente José Mª Aznar expuestas en su obra cumbre España puede salir de la crisis —presentada en Harvard en abril de 2009 junto a su perro Sam— van en esta dirección. Cierto que todavía no he logrado dar con la clave para poder interpretarlas, pero lo importante es que hemos podido asistir a su aplicación práctica.

El joven labrador Sam y su cuidador José María presentaron en Harvard el libro España puede salir de la crisis. De común acuerdo, decidieron no compartir su secreto con Mariano Rajoy al constatar que era un socialista infiltrado, que sube los impuestos.

En 2006 y gracias a sus reconocidas dotes de seducción, había entrado a formar parte del Consejo de Administración de News Corporation (el holding del incorruptible Rupert Murdoch), con unos emolumentos de 230.000 dólares; un pequeño sobresueldo, suficiente para rescatar de la crisis, a una alcaldesa in péctore y a su esforzada prole. Su gestión fue tan exitosa que, en octubre de 2010, fue reelegido en una Junta General, marcada por el escándalo de las escuchas ilegales del News of the World. Posteriormente y gracias de nuevo a su particular carisma, consiguió que la empresa pública italiana Enel —propietaria de Endesa— lo contratara para asesorar a su presidente Borja Prado Eulate, en su estrategia latinoamericana, a cambio de 300.000 euros anuales, lo que cabe considerar un mérito añadido, habida cuenta de que lo único que tiene Aznar en aquella zona son enemigos.

Nos ayuda a comprender mejor la gran demanda de su eficaz asesoramiento el hecho de que Borja Prado es además del boss de Endesa —por voluntad de la agraciada Enel—, presidente en España de Mediobanca, la empresa que asesoró a Florentino Pérez en su asalto a Iberdrola. En torno al presidente del Real Madrid, gira el gran grupo de presión español del siglo XXI, integrado por los March, Rodrigo Rato, Del Rivero y, como no, Emilio Botín, conocidos en los medios financieros cómo la orquesta de Pérez-Prado. Esta gente no hace ascos a nada ni a nadie cuando se trata de llenar su bien surtido puchero, mostrando su habilidad para hacerlo, tanto bajo presidencia aznarista, como a lo largo del mandato socialista. El conseguidor Aznar es su apuesta para continuar el festín durante el gobierno Rajoy. Poco habría que objetar sobre la acción benefactora del ex presidente español, si su padrinazgo se orientara a favorecer a una cadena de tiendas de moda, pero la realidad es que pone su red de influencias al servicio de unas empresas de gas, electricidad, telefonía, concesionarias de autopistas y de energías renovables, cuyos ingresos dependen de decisiones administrativas del gobierno de turno.

Las dos socios fundadores de la consultora Famaztella (familia Aznar-Botella).

La consultora Famaztella (familia Aznar-Botella) declaró en 2009 unos beneficios de 445.500 euros, que desde la creación de la empresa familiar en 2004 supera la cifra de dos millones de euros. En sus cuentas, figuran 917.000 euros en depósitos a largo plazo y 769.000 a corto. Los 60.000 euros que cobraba Aznar López por cada conferencia desde que abandonó el gobierno (reducidos a la mitad a partir de que dejara de fotografiarse junto a Bush) van directamente a una SICAV con tributación del 1%. En 2006 se montó la polémica, a raíz de su vinculación con News Corporation, ya que durante el periodo de incompatibilidades con el cargo de presidente del gobierno había estado percibiendo emolumentos del holding. Aznar se vio obligado a publicar una nota para explicar las vinculaciones de Famaztella con News Corporation, que solamente convenció a sus incondicionales.

Pasó la época en la que los dirigentes políticos podían hacer variar el rumbo de las economías patrias. Faltan a la verdad quienes afirman que pueden seguir haciéndolo. Su capacidad de maniobra no alcanza a modificar coyunturas, ya que en los tiempos de la globalización es la inercia de la economía mundial el factor que lo determina. Los líderes de los distintos países que han dirigido sus destinos durante la última crisis han sido castigados electoralmente con independencia de su color político. José María Aznar presume de haber realizado una gran gestión económica durante su mandato, cuando su exclusivo mérito fue coincidir con un periodo expansivo de la economía. En circunstancias inversas, referentes como Berlusconi han caído en desgracia y no creo que su capacidad de maniobra fuera inferior a la del actual presidente del think tank del PP. Pedro Solbes —que me consta no es hombre al que le condicione la erótica del poder—, al constatar la cruda realidad, decidió poner pies en polvorosa, consciente de que nada podía hacer e impedido por servidumbre política a llamar a las cosas por su nombre.

Francisco González, Manuel Pizarro y Cesáreo Alierta —aventajados pupilos de Aznar— utilizaron idénticos mecanismos para alcanzar sus objetivos. Supieron anticiparse tres lustros para desactivar eventuales crisis, coincidiendo en el diseño de clónicos e ilustrados chiringuitos financieros, con la intención de evacuarlos a partir del correspondiente «pelotazo». Ya casi ha pasado al olvido aquella gloriosa etapa, pero fue el escenario donde tan insignes aznaristas aliviaron sus pesadumbres financieras y cimentaron sus fortunas. Era difícil pensar entonces que aquel hombre que fundó FG Inversiones para vendérsela a Merrill Lynch —en contra de la voluntad de los accionistas minoritarios— fuera situado poco después al frente del BBVA por José Mª Aznar, que hubiera vendido su alma al diablo con tal de diluir la supuesta influencia del nacionalismo vasco en el segundo grupo bancario español. Pizarro hizo lo propio con su sociedad Ibersecurities, que endosó al Banco de Sabadell, operación de la que en la entidad catalana se acordarán toda la vida. Por su parte, Cesáreo Alierta —tras su amancebamiento financiero con Javier de la Rosa— endosó su criatura Beta Capital a los holandeses de Meers Pierson, que a su vez hicieron lo propio con Fortis Bank, entidad que, tras vertiginosa rueda, se quedó definitivamente sin silla. BNP-Paribas se la adjudicó al fin en pública subasta, mientras don Cesáreo en su poltrona de Telefónica se fumaba el puro que tenía reservado desde que abandonó Tabacalera. Nunca entendí la persistente ingenuidad de tantas entidades foráneas, compradoras de chiringuitos financieros más o menos ilustres, cuyas previsiones y viabilidad resultaron fallidas una y otra vez. José Mª Aznar había conseguido colocar a dos de sus pupilos en los cargos de presidentes de Endesa y Telefónica; se las arregló también en el caso de Francisco González, para situarlo al frente del BBVA, aprovechando el desbarajuste que provocó la inducida y turbia absorción de Argentaria (antiguo Banco Exterior) por parte del BBV.

Desde que me enfrenté al primer folio de este libro, está en mi ánimo el intentar transmitir lo más claramente posible de qué va todo esto, desmarcándome de consabidas generalizaciones y mareantes perdices. La figura de José María Aznar me resulta impagable para sintetizar los vicios socio-estructurales que he venido denunciando y que otros —en uso de su libre albedrío— consideraran virtudes. Su talante eminentemente caudillista entronca sociológicamente con el ala falangista del franquismo. Al igual que hiciera Franco con el Opus Dei, introdujo a los Legionarios de Cristo en la élite político-financiera del país. Con métodos heterodoxos, logró blindar a distintos «compañeros de pupitre» en puestos clave del conglomerado económico-financiero (Telefónica, BBVA, Endesa etc.). Fue el máximo impulsor de la burbuja inmobiliaria y del expolio de empresas estratégicas. Apuró todos los argumentos para respaldar un conflicto bélico, que ocultaba espurios objetivos económicos, lo que me ayuda a establecer las analogías conceptuales que impulsaron también las dos guerras mundiales y la de Vietnam —que le han reportado, por otra parte, cuantiosos réditos personales—. Importó la versión carpetovetónica de los lobbys USA con su think thank de FAES, adornándolo con variopintas propuestas, que no logran ocultar el objetivo prioritario de mantener vivos los principios nacional-católicos Ha moderado últimamente los tics peronistas, pasando a inspirarse en la filosofía «chiraquiana», no cejando hasta colocar a su consorte al frente de la alcaldía de la capital. No podía haber encontrado personaje más idóneo y cualificado para respaldar mis tesis.

Tan solo dos banqueros en todo el mundo han sobrevivido durante más de tres lustros a dos crisis y a un modelo perverso del que fueron partícipes: Emilio Botín (Santander) y Francisco González (BBVA). Hasta septiembre de 2010, les acompañaba en este mérito Alessandro Profumo (Unicredit), pero gracias a que en Italia —excepto para Berlusconi— «la legge è uguale per tutti», Profumo tuvo que abandonar el cargo al estar imputado por evasión y blanqueo de 245 millones de euros en 2009.

Otro que tenía la receta para salir de la crisis fue mi ex compañero de Consejo Antonio Zoido, que como presidente de la Bolsa de Madrid ha venido percibiendo un salario de más de un millón de euros entre fijos y variables. Se retira con un fondo de pensiones de 3 millones de euros, aportados por Bolsas y Mercados Españoles (el holding que controla las bolsas en España), más tres anualidades por cesar en sus funciones. Las acciones de BME se depreciaron un 61%, de 2008 a 2011, con el consiguiente perjuicio para el resto de inversores y participes del plan. Sus percepciones estaban condicionadas a que su presidente Zoido obtuviera para el holding una tasa de retorno del accionista (TSR) del 30%. Antonio se despide con un guiño dirigido a los adelantados de la comunidad financiera, mostrándoles el camino de cómo capear personalmente cualquier crisis, sin que les decaiga el ánimo por las pequeñas averías que pudieran afectar a terceros.

No parece que vayan a ser tampoco los «expertos financieros» de la Comisión Europea quienes nos garanticen la salida de la crisis, ya que siguen siendo los mismos que la provocaron o, en el mejor de los casos, los que no movieron un solo dedo para evitarla. Alianza para la Regulación, Transparencia y Ética en la UE (Alter-UE) —que agrupa a 160 organizaciones europeas académicas y de la sociedad civil— ha denunciado reiteradamente que el brazo ejecutivo de la Unión sigue apoyándose, antes y después de la crisis, en los mismos lobbys financieros. Los promotores de la fracasada regulación bancaria, los representantes de los hedge funds, los de los paraísos fiscales y los de las sociedades de rating superan en la proporción de cuatro a uno a los representantes del mundo académico y de la sociedad civil, en cada uno de los 20 grupos de expertos que asesoran a la Comisión Europea. Cabe destacar entre ellos a Jacques de Larosiére, gerente del Fondo Monetario Internacional durante la oleada de ajustes estructurales de los años ochenta —actualmente consejero de BNP Paribas—, y a Callum McCarthy, que estuvo al frente de la Autoridad de Servicios Financieros de Gran Bretaña de 2003 a 2008 y corresponsable del desastre del banco Northern Rock. Forman parte también de este selecto grupo con capacidad ejecutiva Rainer Masera de Lehman Brothers, Otmar Issing de Goldman Sachs y Onno Ruding de Citigroup. Estas «eminencias» han creado un organismo denominado Consejo Europeo de Riesgos Sistémicos, que, según dicen, será capaz de detectar burbujas y situaciones de riesgo que impedirán futuras crisis. Acuden a mi mente idénticas comisiones creadas al producirse cada una de las anteriores crisis y, por mas optimismo que intento insuflarme, no parece que lo nuestro tenga solución.